El Señor de la Cena de vuelta a Los Terceros tras el Corpus de 1990

Cuentan los hermanos de La Cena (jóvenes y veteranos, acólitos y costaleros, nazarenos y devotos) que la mañana del Corpus abriga un significado especial. La del Domingo de Ramos es luminosa, clara, diáfana y dichosa, una felicidad absoluta que estalla en el pan del mediodía; pero existe un intimismo, una delicadeza suprema, un tacto inefable de Dios en el aire en la aurora del Corpus. Más de medio siglo sin faltar a la cita. En privado, en andas y en paso procesional. Sea como fuere, su Divina Majestad se despide de su pueblo siendo uno mismo en la calle Placentines.

De los trinos malvas del alba, del romero recién cortado asomando su verde por los respiraderos, de los racimos y los trigos que penden de los frisos y los altares, del aguardiente y el aceite en el Postigo y Santa Cruz, al bullicio candente de Francos, al sol mismo que se desliza por entre las palmas del Señor de la Cena. Diferentes estadios de la vida que se reúnen, plenos y cumplidores, en el torso infinito de Jesús.

A menos de veinticuatro horas para que regrese toda esa luz de almizcle, seca y parda, a las sombras de Gerona, rescatamos una estampa que permanece, como decimos, invariable a pesar de los tiempos: el Señor de la Cena regresando a su templo, tras la procesión del Corpus, en el año 1990. Observará el estimado cofrade que el Señor se dispone sobre el paso de Humildad y Paciencia antes de la inclusión del sobrecanasto y los candelabros que tallase Juan Mayorga dos años más tarde, en 1992. El paso está exornado por un friso de claveles blancos, un monte rojo y varios centros de nardos alrededor de la talla.

Además, como curiosidad, durante la filmación, realizada por Producciones BARRIO, se contempla el discurrir de la comitiva por la Plaza de San Francisco ante el altar de la Hiniesta Gloriosa, itinerario que a día de hoy se ha modificado. A las seis y media de la mañana de este inminente jueves los cofrades de Sevilla cerrarán su particular ciclo de fiestas primaverales, siempre y cuando la lluvia -tan urgente y necesaria- lo respete.