El Palquillo

La belleza oculta de Los Negritos en la noche del Jueves Santo de Sevilla

Los Negritos por el Muro de los Navarros

Genéricamente, el Jueves Santo parece encontrar su desembocadura en el momento que se acerca la medianoche, ese punto de inflexión en la Semana Santa -y en nuestras vidas- en que el tiempo pasa y se cuenta de un modo ajeno a cualquier unidad de medida o contención. El espíritu se asoma, de soslayo, al abismo de la Madrugada y lo que al mediodía era plenitud de ritos y liturgias, ahora es un espacio de dimensiones etéreas y volátiles. En cambio, el Jueves Santo sigue, permanece, continúa, como entidad independiente y mayúscula de nuestra fiesta mayor, esencial para comprender todo cuanto hemos heredado en nuestros días. 

Como el paleontólogo sorprendido en el corazón de una sima inexplorada, encontramos este pasado Jueves Santo, de manera casi imprevista y abrupta, el regreso de la cofradía de Los Negritos por el lienzo invisible de la muralla. Veníamos de ver Los Caballos en San Pedro y necesitábamos más Jueves Santo, más claves, más relicarios en los que se aloja la Semana Santa. Como arqueólogos cofradieros, acudimos al encuentro de esta cofradía seis veces centenaria, que incluso se adelantó a la propia semana mayor tal y como la conocemos. Y descubrimos lo de siempre como cada primera vez: un vestigio de otro tiempo, de rostros intrínsecamente vinculados a la historia de la ciudad y, en definitiva, a los sevillanos que, en algún momento y ahora, forman parte de su realidad. 

Ya de por sí este palio refleja la luz de un modo diferente: de sus vértebras bordadas emerge una tonalidad  verdosa o azulada que se intensifica con la hondura de la noche sobre la luna toda; se revierte por los pináculos, se diluye entre los marfiles de los ángeles, asciende cataratas de sombras en las hojas y en los hilos, y sobre las cales y los lienzos se proyecta a sí misma como un juego floreado de platerías. A todo este espectáculo de “luminotecnia”, como diría Sánchez del Arco, se le suma el rebrillo genuino e intransferible de la Virgen de los Ángeles, que por sí misma enciende un vértice de luz rosado que a nada se le atribuye más que a su propio ser. Vuelve Los Negritos por el Muro de los Navarros. Estamos casi solos. No sabemos si ahora es la caoba o el tiempo mismo quien se quiebra y recrudece. Es igual. Se ha marchado el Jueves Santo. Nada será igual desde este momento. 

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