Las hermandades como "magnífico y eficaz antídoto contra el secularismo”
El deán de la catedral de Jaén, Francisco Juan Martínez Rojas, afirma que los obispos del Sur, los primeros en nuestro país en volver a colocar la piedad popular, y las cofradías y hermandades como objeto de atención pastoral
El dean de la catedral de Jaén, Francisco Juan Martínez Rojas (Vilches, 1961), ha calificado las hermandades como el mejor antídoto contra el secularismo. Martínez ha estructurado en tres puntos su intervención: Origen y primer desarrollo de las cofradías, tiempos de esplendor y crecimiento y la sombra de la sospecha sobre las cofradías.
En su discurso señaló que las cofradías penitenciales "han sido las de mayor pervivencia a lo largo del tiempo y conmemoran la Pasión y Muerte de Jesucristo”. Asimismo, “para dar respuesta a exigencias espirituales más fuertes surgen las congregaciones, cuyos miembros, que se caracterizaban por una mayor formación y nivel de compromiso cristiano más intenso, practicaban la oración mental, la meditación, los ejercicios espirituales”.
Advirtió que “cualquier tipificación de las cofradías, a lo largo de su dilatada historia, debería partir de una triple base, que señalaba Benedicto XVI en su primera encíclica, Deus caritas est: La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los Sacramentos (leiturgia) y servicio de la caridad (diakonia). Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra”.
Destacó que la edad moderna pivota sobre dos realidades históricas que tuvieron -y tienen aún- gran repercusión en la vida de la Iglesia. “Por un lado, el nacimiento del espíritu laico y su emancipación con respecto al poder espiritual, al que, cuando se configure el Estado absoluto, terminará controlando”. Y, en segundo lugar, “el estallido de la Reforma protestante, con la ruptura religiosa de Europa y la confesionalización de las diferentes naciones del Viejo Continente. Ambas realidades históricas también influyeron, como no podía ser de otro modo, en la vida de las cofradías y hermandades”.
Añadió que en este período de esplendor experimentaron también un auge inusitado las cofradías sacramentales, las del Rosario, y finalmente las de Ánimas, “en gran parte también como respuesta al cuestionamiento protestante a la presencia real de Cristo en la Eucaristía y la legitimidad de su adoración en las especies eucarísticas, el lugar de la Virgen María en la vida de los fieles como intercesora, y la validez de la oración por los difuntos, especialmente con la celebración de misas por los fallecidos. En este período, las tres cofradías se convirtieron en obligatorias en la mayor parte de las parroquias”.
Fraternitas suspecta. La sombra de la sospecha sobre las cofradías
Tras el esplendor, “la sospecha y la desconfianza, la crítica, el control obsesivo y los intentos incluso de supresión de las cofradías y hermandades”. El deán de la Catedral de Jaén resaltó que, si el período anterior fue de plenitud, “por no decir de saturación, en cuanto a la vivencia religiosa se refiere, con el siglo XVIII se inicia un período en que todavía nos encontramos. Ahora se impone una separación. Se dice que lo religioso es algo de la conciencia, algo privado e interior, y que, por lo tanto, cualquier manifestación exterior no está de acuerdo con la razón”.
Lamentó que “el racionalismo imperante intenta encauzar todas las manifestaciones irracionales de la religión. Todo debe ser mesurado, medido, de acuerdo con el recto entendimiento. De ahí que en este Siglo de las Luces (y en parte, también en el siguiente), se combata extremadamente lo que consideraban los ilustrados como excesos del barroquismo”.
El resurgir de la piedad popular y las cofradías y hermandades
Para terminar su conferencia, Francisco Rojas acentuó que “con la celebración y, sobre todo, con la aplicación o recepción del concilio Vaticano II se inicia, una etapa disyuntiva entre religiosidad popular y fe cristiana”. En este sentido, “el valor de la piedad popular para la evangelización y la articulación de la vida cristiana, y dentro de ella el indudable protagonismo de las cofradías y hermandades, ha cuestionado afortunadamente esas sombras de sospecha y el cuestionamiento a que este modo de vivir la fe y estos colectivos eclesiales fueron sometidos desde mediados del s. XVIII hasta tiempos no muy lejanos”.
A ello hay que añadir, “limitándonos ya al ámbito andaluz, las aportaciones del magisterio de los obispos del Sur, los primeros en nuestro país en volver a colocar la piedad popular, y las cofradías y hermandades como objeto de atención pastoral, valorando muy positivamente la fuerza evangelizadora que la piedad popular, las cofradías y hermandades tienen, y que, como repite el actual Pontífice, son un magnífico y eficaz antídoto contra el secularismo esterilizante en que vivimos”.
Concluyó su intervención deseando que este II Congreso Internacional de Piedad Popular y Hermandades, y el ya cercano Jubileo de la Esperanza sean para nuestras cofradías, por decirlo con palabras del papa Francisco, un renovado impulso para que, como toda la Iglesia, las hermandades se dejen animar por el Espíritu Santo y caminen abiertas a los signos de los tiempos y a las sorpresas de Dios, y construyan así, nuevas y bellas páginas de la memoria fraternitatis con ‘evangelicidad’, es decir, caminando tras las huellas de Cristo; ‘eclesialidad’, entendida como caminar juntos; y ‘misionariedad’, o sea, caminar anunciando el Evangelio”.
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