'La Madrugá': la pieza musical de siete minutos que realiza un recorrido completo por la noche más grande de Sevilla

La composición de Abel Moreno es un hilo sonoro perfectamente construido que transita cronológicamente por las seis hermandades de la Madrugada sevillana

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Las imágenes de la hermandad de El Gran Poder
El Gran Poder / Juan Carlos Vázquez

Sevilla/A lo largo de sus más de siete minutos de duración, la marcha “La Madrugá”, compuesta en 1987 por el maestro Abel Moreno, se ha convertido en un himno de la noche más esperada y sobrecogedora de la Semana Santa de Sevilla.

No es simplemente una obra musical, sino un viaje emocional y devocional que lleva al cofrade en un recorrido desde los primeros compases de la madrugada del Viernes Santo hasta el último racheo de los costaleros al amanecer.

Su importancia no radica solo en su innegable valor artístico o en su popularidad —pues es una de las piezas más interpretadas cada año—, sino en su capacidad única de trasladar al oyente a cada instante que compone esta noche tan especial: desde el solemne silencio inicial hasta la emoción desbordante del retorno de las Esperanzas a sus templos.

Una composición que narra la noche más mágica

Concebida como una obra de carácter descriptivo, “La Madrugá” no sigue la estructura clásica de marcha procesional. Según palabras del propio Abel Moreno, su intención fue “narrar musicalmente” lo que acontece en esas horas de fervor inigualable. “No quería que fuese una marcha más. No podía tener una forma tradicional. Cada hermandad tenía que tener su propio motivo musical”, explicaba el compositor en una entrevista concedida a El Palquillo con motivo del 30 aniversario de la pieza.

Así, el oyente atento podrá reconocer en esta marcha un hilo sonoro perfectamente hilvanado que transita cronológicamente por las seis hermandades que hacen estación de penitencia en esa jornada única.

Desde la recogida espiritual del Silencio, pasando por la majestad de Jesús del Gran Poder y el recogimiento del Calvario, hasta desembocar en el lirismo conmovedor de la Esperanza Macarena y la Esperanza de Triana. Y como colofón, el brío alegre de Los Gitanos, representados por las trompetas, como un broche de oro que culmina este paseo musical por el alma de Sevilla.

El diálogo eterno de Macarena y Triana

Cada fragmento fue meticulosamente elaborado para que no se perciba como una simple sucesión de temas, sino como un discurso musical coherente y profundo. “Tenía que haber una lógica, una transición que hiciera que todo tuviera sentido, que fluyera como fluye la noche en Sevilla. No quería que pareciera que pegaba un tema detrás de otro, sino que todo formara una sola historia”, recordaba Moreno.

Uno de los momentos más emblemáticos de la composición es el diálogo instrumental entre clarinete y saxofón alto, que simboliza el encuentro entre las dos grandes Esperanzas de la ciudad: la Macarena y Triana. Un contrapunto delicado y emocionante que, sin buscar imponerse el uno al otro, logra que ambas imágenes se eleven con igual grandeza.

La marcha finaliza con una reaparición solemne del tema inicial, como una evocación del regreso del Silencio y el Gran Poder, para cerrar con un tutti poderoso que da paso al protagonismo de las cornetas, reflejando el fervor de la Hermandad de los Gitanos. Y justo antes del silencio definitivo, suenan los timbales imitando los pasos de los costaleros: unos pasos que, tras una larga noche, se escuchan más firmes y decididos que nunca.

Treinta y ocho años después de su estreno, “La Madrugá” no solo permanece vigente, sino que continúa emocionando como la primera vez. Su grandeza reside en que, más que una marcha, es un viaje musical que traslata dolor, devoción y belleza. Como bien dijo su autor: "Tiene algo que engancha desde el principio". Es una pieza que ha sabido captar la esencia de la noche más grande de la ciudad de Sevilla.

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