De la mano la alegría y el ascetismo

Martes Santo. El ruan y la capa se amalgaman para dar a luz una jornada que tiene en el Cerro, San Esteban y la Calzá sus efusiones más intensas

Imagen que describe con realismo ese milagro anual que es sacar de casa a la Virgen de los Desamparados.
Imagen que describe con realismo ese milagro anual que es sacar de casa a la Virgen de los Desamparados. / M. G.

Tercer acto de la gran celebración y en el Cerro del Águila amanece antes que en ninguna otra parte. A mediodía, mucho antes de que caiga el mediodía sobre su vertical, el populoso barrio sabe a pueblo que se arracima en torno a su cofradía. Hermandad joven, pero que nació desde el arraigo más contundente en un barrio que sabe a pueblo y que poco entendía de cuestiones de Semana Santa hasta que nació su hermandad, la del Cerro con toda su carga de arrabal y fervor hacia sus imágenes. Quien no haya visto esta cofradía por el barrio no sabe con qué carga de autenticidad se manifiesta un pueblo, qué volumen de devoción es capaz de sentir.

Son cuestiones que van prodigándose bajo el cielo de Sevilla y tras esa cofradía multitudinaria que viene del más lejano extrarradio, el intimismo hecho cofradía en Omnium Sanctorum. Si la del Cerro sabe a pueblo y a multitud entregada, la de los Javieres es algo bien distinto. Incardinada desde 1977 en el corazón de Ancha la Feria, está ya a poco de volver al lugar donde nació, la iglesia de los jesuitas en Jesús del Gran Poder. Su caminar es de gran ascetismo y da sensación de añeja a pesar de su corta edad.

Pero vayamos por orden, ya que antes de que discurra la cofradía de los Javieres tenemos un póquer de cortejos personalísimos que llenan de compás las calles de esta Jerusalén efímera. Que si en el Cerro se ha vivido una fiesta grande, qué decir de lo que siente la Calzá cuando Pilatos presenta a Jesús a un pueblo sediento de sangre. Es el primero y luego llega el milagro anual de la salida de la de los Desamparados desafiando los puñales de la ojiva de San Esteban, la Candelaria enfilando la Alfalfa, la personalidad de la Bofetá saliendo desde San Lorenzo al centro de la ciudad como preámbulo de lo que será un retorno clamoroso a casa.

Son cortejos con mucha marcha en los adentros y que serán seguidos por la excelsa cofradía de los Estudiantes que recuperó unos horarios más en consonancia con ella misma. San Esteban, San Benito y la Candelaria vienen pegando fuerte, pero lucirán, sobre todo en el viaje de regreso, cuando la Plaza de Pilatos sea una apoteosis sin solución de continuidad con las dos primeras y los Jardines de Murillo se conviertan en el escenario perfecto para el formidable lucimiento de la Virgen de la Candelaria.

Pero no trastoquemos los tiempos porque, tras los Javieres, la sombra de la gran obra de Juan de Mesa. Va camino de la plaza de la Contratación, donde la saeta hiere más hondo. Y el Cristo de la Buena Muerte seguirá bajando por San Gregorio buscando la Lonja universitaria y la crestería de plata del palio de su Madre, la Virgen de la Angustia, refulgirá con la cera encendida sobre la fachada de la antigua Real Fábrica de Tabacos.

Será ya alta madrugada cuando se recoja esta hermandad de estudiantes, pero el Martes Santo aún tiene mucho que aportarle a la gran ópera que Sevilla teatraliza de manera anual. Por ejemplo queda por ver, nada más y nada menos, a Cristo agonizando por la plaza de la Alianza en uno de los momentos con más belleza de la Semana Santa según Sevilla. Y queda también por ver en esta noche de Martes Santo cómo le sigue rumbo a casa Nuestra Señora de los Dolores por el camino más corto de esa calle única llamada Mateos Gago, atalaya desde la que puede verse cómo un tallo luminoso de nombre Giralda emerge del centro de la Tierra, Juan Ramón dixit.

Se estarán cruzando saetas por la Calzá y en la plaza Ramón Ybarra Llosent, todo el Cerro continuará de fiesta en derredor de sus fervores y tomará rumbo a San Lorenzo la cofradía de la Bofetá. Si usted quiere saber cómo una cofradía del centro vuelve a su barrio, que es barrio del mismísimo centro, acompañe a la Virgen del Dulce Nombre en esas chicotás ni cortas ni largas, sino como deben ser. Hasta no hace mucho, que cincuentaisiete años no es nada en este tiempo tan rico en morosidad, la Bofetá volvía casi de forma clandestina al convento de San Antonio, pero ya no es así, sino que se ha convertido en punto de encuentro tácito que se renueva año tras año.

Por el boca a boca cofradiero se sabrá que ya ha entrado Santa Cruz, que lo del Cerro va para largo y que a la Virgen de la Encarnación siguen meciéndola al aire de la Calzá. Entre las sombras frondosas de los Jardines de Murillo sigue la airosa solemnidad de la Virgen de la Candelaria. Ya es muy alta madrugada y en San Lorenzo no cabrá un alfiler cuando ya suena la cofradía, que viene muy acompañada por Jesús del Gran Poder a Conde de Barajas. Misterios de la noche sevillana es cómo ninguno de esos cortejos se siente solo, con una multitud lo mismo en el Cerro que en San Esteban o San Benito. Ya ha llegado a su morada el Cristo de la Buena Muerte y ahí, sólo ahí, podrá decirse que no se nos queda nada por ver, que el Martes Santo de este 2025 ha terminado y que el ecuador de la celebración está a punto de hacerse realidad con el Miércoles Santo.

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