El Palquillo

La tarde del Jueves Santo de Sevilla en Virgen del Rosario de Montesión con las melodías de Manuel Borrego

La Virgen del Rosario por la Plaza del Duque

No queremos decirlo en alto, pero poco se equipara en esta ciudad a la tarde del Jueves Santo. En todo. En luces, en fondos, en formas, en ánimo... Y, por supuesto, en cofradías. Por las calles, y en cuestión de minutos ante nuestros ojos, desfilan siglos de historia viva. De Recaredo al Salvador se concentran infinidad de generaciones que han conformado identidades inexcusables, y que además nos sirven de apoyo para comprender otras épocas. En suma, las cofradías del Jueves Santo se constituyen, en su conjunto, como un filme histórico-cronológico en el que se representan sociedad, arte, realezas, etnias y todo un conglomerado de componentes nunca ajenos a la Semana Santa de Sevilla.

Hacía tiempo -más de lo debido- que no veía Montesión en la calle, por diferentes circunstancias que no corresponden a la cuestión que nos ocupa. Y seguro que a usted, estimado y cofradiero lector, le ha ocurrido que algún año se propone, sin interferir en citas inamovibles, ver a una cofradía que le ha despertado especial interés por alguna razón. Es mi caso con Montesión, que me obligué a verla discurrir con serenidad y detenimiento, porque es una cofradía para saborear y detenerse en su estética, en sus imponderables túnicas, en su carácter populoso pero elegante en la calle. 

La Virgen del Rosario discurre por la calle Feria La Virgen del Rosario discurre por la calle Feria

La Virgen del Rosario discurre por la calle Feria / Víctor Rodríguez

El Señor, desarrollando su espíritu festivo y atronador, levantó las ovaciones con el Himno de San Antonio, en una estampa definitoria de la Semana Santa contemporánea. Luego, el paso de palio de la Virgen del Rosario, que tanto me sorprendió como si fuera una primera vez. Los rosarios sobre el vacío, los moldes oceánicos del manto recogido, la luz seca y aceitosa de la tarde en sus perfiles, la proporción elocuente y concentrada de sus caídas... 

No muy lejos de allí, remontando la Vega del Guadalquivir, orillamos en la asombrosa Alcalá, cuyo apellido es el río, y que vive su Semana Santa con excelencia y grandiosidad. Muy probablemente en aquel mismo instante estaba saliendo a las calles ilipenses el crucificado de la Vera Cruz, tan antiguo como el sol mismo que le dora la cruz y el canasto, imperturbable al tiempo y a los siglos. A esta imagen le dedicó Manuel Borrego, compositor originalísimo, una de las marchas procesionales imprescindibles en cualquier repertorio: Cristo de Vera Cruz, compuesta en 1941. Su armonía, su pausada sonoridad, sus cornetas acompañando un tema fúnebre y su saetilla con final apoteósico la convierten en un clásico de la música procesional que cada vez se oye más en nuestras calles. 

Se levanta la Virgen del Rosario en la Plaza del Duque. En el lugar más inesperado, a la hora más imprecisa, sonó Borrego tras la dolorosa de la Plaza de los Carros. Unas banderolas comerciales invitaban a disfrutar de una "gourmet experience". El palio se marchaba. Pues eso. Una experiencia de máxima Semana Santa. 

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