El Palquillo

Triana se reencuentra con su Virgen de la Esperanza en el traslado a la Parroquia de Santa Ana

Traslado de la Esperanza de Triana a Santa Ana / Juan Carlos Muñoz

Punto de no retorno en la Cuaresma trianera. El barrio, que internamente gesta su propia fiesta con su marcadísimo y singular carácter, orilla en el ecuador de estos cuarenta días con una cita de hondo trasfondo devocional e identitario: el traslado de la Esperanza de Triana a la Parroquia de Santa Ana para la celebración del septenario. Como su propio nombre indica, durante siete días ininterrumpidos los trianeros acudirán al templo mayor de su barrio para celebrar este culto en torno a su Esperanza. Santa Ana se reviste de solemnidad sin perder, por supuesto, su cercanía y elegancia. 

Los cientos de devotos que se citaron anoche en la calle Pureza convirtieron en este traslado en la máxima demostración de popularismo sincero y silencioso, que estallará en júbilo desmedido el próximo domingo al mediodía cuando la Esperanza, de nuevo, regrese a su casa. Tarde de emociones calladas y promesas suspendidas en los labios, que directamente quedaron entretejidas en la morenez nocturna de la Virgen de la Esperanza. 

El traslado comenzó a las ocho de la tarde, y en cuestión de minutos la imagen llegó a la Parroquia de Santa Ana a través de la calle Bernardo Guerra, que no suele ser especialmente transitada y que ayer recuperó la cofradía para tal ocasión. La Esperanza lucía la saya bordada sobre terciopelo burdeos por el taller de Paquili, estrenando cinturilla a juego, según diseño de Francisco Javier Sánchez de los Reyes. También ha diseñado el salpicado que ha sido bordado por Jesús Rosado, y que completa así el manto azul bordado por Fernández y Enríquez, bajo diseño de José Antonio Peláez.

La nueva toca de sobremanto

Completaba el conjunto una nueva toca de sobremanto, que fue donada a la Virgen, realizada en técnica de hojilla plana sobre tul, bordada por Jesús Castizo. Del mismo bordador son los puños y el pañuelo que también estrena, ambas piezas donadas a Nuestra Señora y que fueron realizadas en la misma técnica y soporte. La corona que portó es la del taller de Jesús Domínguez. Lució, asimismo, el juego completo que en su día le hiciera Fernando Morillo: puñal, ancla, salvavidas y un corazón traspasado por una espada.

La imagen regresará el próximo domingo, día 19, a la Capilla de los Marineros tras la celebración de la Función Principal de Instituto. 

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