Vía Crucis de las Hermandades de Sevilla: Velocidad olímpica para esquivar la lluvia

El Santo Entierro sólo tarda media hora en los traslados del Cristo Yacente en una tarde con granizada

No hizo falta usar la urna de plástico, prevista por si aparecía el agua

Galería gráfica del Vía Crucis de las Hermandades de Sevilla

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El Cristo Yacente, durante el traslado a la Catredral en la tarde de este lunes.
El Cristo Yacente, durante el traslado a la Catredral en la tarde de este lunes. / Juan Carlos Muñoz

Se sudó. Los menos aficionados al deporte sufrieron lo suyo para cogerle el paso al cortejo que acompañó al Cristo Yacente en los traslados para presidir el Vía Crucis de las Hermandades. Media hora fue lo que duró este acto desde la capilla de San Gregorio, en la calle Alfonso XII, al templo metropolitano. El mismo tiempo a la inversa. Con la lluvia pisándole los talones y en una jornada marcada por la alerta amarilla ante las constantes precipitaciones. Una decisión que ya ha abierto un acalorado debate sobre si son los modos oportunos para este tipo de cultos. La primera polémica de la cuaresma ya está servida.

El día amenazaba lluvia, como lo viene haciendo desde el pasado 28 de febrero. Más de diez jornadas con los cielos sin dar tregua. El primer lunes de cuaresma pintaba feo. Bastante feo. En la Hermandad del Santo Entierro se barajaban varios planes, a los que habían llamado A, B y C, según la situación a la que se enfrentaran. La corporación del Sábado Santo no quería perder esta tercera oportunidad. Las dos anteriores habían fracasado. Cuando el Cristo Yacente fue elegido en 1986 para presidir el Vía Crucis, la lluvia ya hizo de las suyas. Obligó a suspender el traslado. En 2013, en el malogrado Vía Crucis de la Fe, pasó igual. En este 2025 podía ocurrir lo mismo, pero la junta de gobierno que preside el abogado Fermín Vázquez no estaba dispuesta.

El primer titular llegó al mediodía. El hermano mayor del Santo Entierro anunciaba en Canal Sur Radio que había preparada una "urna de plástico" por si la lluvia se presentaba en el traslado del Cristo Yacente. La intención se dejaba más que clara. La imagen de Juan de Mesa, recientemente restaurada, estaría presente en la Catedral para el rezo de las 14 estaciones. Sí o sí. Muy mal se tenían que presentar las cosas para que así no fuera.

Cambios en el recorrido

Así ha sido el recorrido del Cristo Yacente hasta llegar a La Catedral / Paz Seco

Poco después de las tres de la tarde, la corporación, junto con el Consejo de Cofradías (institución organizadora del Vía Crucis), detallaba los cambios en la logística. Las hermandades que participaban en el ejercicio piadoso no trasladarían sus cruces de guía. Se emplearían para cada estación las cruces penitenciales (de madera) cedidas por la Trinidad.

Tampoco habría relevos en las andas que portaban al Cristo Yacente (prestadas por la Hermandad de las Cigarreras). Y por último, y más importante, un sustancial cambio de recorrido, que acortaba su itinerario. Dejaría de adentrarse por Sierpes y el Salvador para discurrir por el eje de O’Donnell, Velázquez y Tetuán. De allí a la Plaza Nueva para tomar por la Avenida de la Constitución, Alemanes y entrar a la Catedral por la Puerta de los Palos.

El cortejo que acompaña al Cristo Yacente, a su paso por la Avenida de la Constitución.
El cortejo que acompaña al Cristo Yacente, a su paso por la Avenida de la Constitución. / Juan Carlos Muñoz

Con todos estos cambios, a las 17:34 se abrían las puertas de San Gregorio. Un viento desapacible imperaba a esa hora de la tarde, hasta mecer de forma impetuosa las altas palmeras de la Escuela de Estudios-Hispanoamericanos. Por el Aljarafe las nubes venían cada vez más oscuras. La tarde acompañaba poco a un acto cofradiero.

Ni cinco minutos discurrieron entre la salida de la cruz de guía y las andas del Cristo Yacente. El cortejo –con indumentaria muy decorosa– iba con prisas desde un principio. En un abrir y cerrar de ojos se plantó en la calle Velázquez y poco después, ya estaba en la Plaza Nueva, ante la mirada de sevillanos y turistas que contemplaban este rápido discurrir con rostros atónitos. Por calles medio vacías. Sin ni siquiera el público que suele haber un día normal a estas horas, debido a lo desapacible que estaba la tarde.

Oído en las calles

Entre los fieles que intentaban cogerle el paso al cortejo, se escuchaba de todo. “Anda que si esto lo llega a hacer una hermandad de capa...”. Tampoco faltaba su mijita de guasa. El humor como el mejor bálsamo para estos momentos. “Ni en una clase de spinning he sudado tanto”. “Esto es una nueva modalidad olímpica”. Todo ello en una tarde en la que se “cayó” la red social X.

El Cristo Yacente, ante la Virgen de los Reyes.
El Cristo Yacente, ante la Virgen de los Reyes. / Juan Carlos Muñoz

Por las gradas altas de la Catedral hubo auténticas carreras para lograr buen sitio en la Puerta de los Palos. No se permitía la entrada al público, sólo a los integrantes del cortejo. Hubo alguna que otra trifulca (por supuesto, grabada en los móviles) para que dejaran pasar a los hermanos que no iban con cirios Las puertas para todos los fieles se abrieron a las 19:15.

Dos horas antes de lo previsto, el Cristo Yacente ya se encontraba bajo las naves catedralicias. En media hora se había consumado el traslado. Con las nubes en los talones. Y esquivando la lluvia en plena alerta amarilla. No hizo falta usar la urna de plástico. El agua hizo acto de presencia minutos después. Tal fue la intensidad de la borrasca que granizó durante varios minutos. El rezo del Vía Crucis comenzó antes de las 20:00. A esa hora ya se leía la tercera estación. La Catedral registraba un lleno aceptable.

La duda quedaba ahora en la vuelta. Se resolvió a las 22:04. A esa hora se alzaba la cruz de guía en la Puerta de los Palos y comenzaba el discurrir por una Plaza de la Virgen de los Reyes casi desierta. La hermandad aprovechaba un claro tras una tarde pasada por agua -la que caía por las gárgolas de la Catedral- para ponerse de nuevo en la calle. El regreso se hacía por el mismo recorrido de ida. El más corto y a paso raudo. Por una Avenida llena de charcos. Como un sprint final. En media hora, de nuevo en San Gregorio. Sin mojarse. Ya dentro, llovió de nuevo. ¿Acierto o temeridad? Queda debate para la cuaresma.

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