En corto

Adiós, Melania, adiós

Trump y Melania

Trump y Melania / M. G. (USA)

VAYA por delante que para quien esto escribe, Donald Trump es más parecido a un personaje de Los Morancos que a un presidente de los EEUU, y Joe Biden cumple más requisitos para figurar en el elenco de Jose Mota que entre los ocupantes de la Casa Blanca. Si me apuran, Trump encaja perfectamente en el arquetipo atrabiliario de presidente de club de fútbol cañí mientras que su oponente podría divinamente representar a algún personaje de hermandad rociera de pueblo con contabilidad y moralidad un tanto complicadas. Hasta aquí mi análisis sociopolítico de carácter geoestratégico acerca de las elecciones americanas. Lo cierto es que quien más y quien menos, estos días ha tomado partido por aquel o por el otro. Es lo que tiene el show business yanki, que nunca sabe uno donde empieza la realidad y donde Hollywood. Aquí en España hacemos todo tipo de mofas sobre los políticos americanos –yo mismo al inicio de este artículo– como si nuestra fauna política fuera una reunión en la cumbre entre pares de Churchill, Adenauer, Thatcher o Golda Meir. Los nuestros, de un tiempo a esta parte, representan a una sociedad que hastiada de corrupción y decepción, opta por la estrategia electoral del ocho que ochenta, del Juana que su hermana o por de la de de perdidos al río; total, lo mismo da que da lo mismo.

La gente ha elegido el espectáculo, como hacen los gringos. Una especie de comedia de situación televisiva con todo tipo de personajes extravagantes (todo junto), donde triunfa quien cargue con la indumentaria física y moral más estrafalaria. El ciudadano ya sabe que el barco se hunde y prefiere evadirse con los avatares político-sentimentales de sus representantes mientras el agua inunda lentamente los camarotes de tercera. Parias de la vida que buscan en la ficción cinematográfica aquellos sueños que la existencia les ha negado: apostura, dinero, lujo, poder... hasta sexo, son quienes asisten ahora a similar espectáculo entre nuestros dirigentes. Mientras tanto y cumpliendo con el aserto descrito anteriormente en mis propias carnes, yo lo que lamento es que Donald haciendo el petate nos prive de la mirada ferozmente eficaz –Ridruejo dixit– de Melania. Y con esta ausencia salimos perdiendo, qué quieren que les diga.