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Álvaro Moleón, mejor psiquiatra de España 2022: "El psiquiatra no está para encontrar la felicidad”

El psiquiatra Álvaro Moleón en su consulta en el Centro Médico Arenal, en Sevilla.

El psiquiatra Álvaro Moleón en su consulta en el Centro Médico Arenal, en Sevilla. / José Ángel García

Álvaro Moleón, psiquiatra especialista en Psiquiatría Clínica y Forense, considerado a sus 32 años, y por segundo año consecutivo, el mejor médico en su especialidad de España según la plataforma Doctoralia Awards, es tajante: hacen falta más psiquiatras y psicólogos clínicos, pero también derribar el estigma que rodea a la salud mental, aunque, en este punto, cree que "se está avanzando". Está dispuesto a ayudar a ello, de ahí el uso en su consulta en el Centro Médico Arenal de técnicas asistenciales innovadoras y la aplicación de terapias revolucionarias en el tratamiento psiquiátrico como el uso de las redes sociales donde sus pacientes acceden a relatar en primera persona su evolución.

- ¿En qué punto diría que se encuentra la psiquiatría?

- Yo diría que seguimos con un deterioro de la salud mental observado en los últimos años. Lo veo desde la Unidad de Hospitalización del Virgen del Rocío, en la que cada vez tenemos más pacientes y más ingresos y las plantas siempre están casi llenas, pero también son datos objetivos. Hay evidencia de que ha habido un incremento del porcentaje de ingresos y de número de cámaras ocupadas en el 2022 considerablemente mayor que en el 2021. También a nivel privado se sigue viendo que que las peticiones de consultas son exageradas.

- ¿Cómo afecta eso a la falta de profesionales que denunciáis los especialistas?

- La mayoría de los centros de salud mental a nivel ambulatorio tienen déficit de algún psiquiatra y esa deficiente atención en ese primer nivel de asistencia por un problema de personal hace que se estén prolongando demasiado las citas y eso hace que el paciente se descompense y acabe ingresando en el hospital y eso hace que las unidades de hospitalización se llenen. Es una especie de pescadilla que se muerde la cola. Lo peor, es que no creo que vaya a mejorar mucho en los próximos años, salvo que haya un incremento de plaza MIR de psiquiatría y de psicología clínica porque el 25% de los de los psiquiatras se van a jubilar los próximos cuatro años. La situación no es nada halagüeña. 

El doctor Moleón, con una paciente durante el tratamiento con una nueva técnica. El doctor Moleón, con una paciente durante el tratamiento con una nueva técnica.

El doctor Moleón, con una paciente durante el tratamiento con una nueva técnica. / José Ángel García

- ¿Cómo ayuda el psiquiatra a sus pacientes a vivir mejor?

- El psiquiatra debe de ser realmente la última instancia de la salud mental. Primero se debe empezar por los psicólogos y también por los médicos de familia. Y después si el caso no mejora porque sean de moderado a grave, pasar ya al psiquiatra, que es el que aborda las enfermedades mentales.

- ¿Cree que se está dando una afluencia de pacientes en sus consultas para atajar situaciones que en principio no son exactamente un problema de salud mental?

- Sí. Y hay que tener cuidado con eso. Además del aumento corroborado y objetivo de los trastornos mentales, he observado un perfil de paciente, quizás fruto de que la salud mental se está poco a poco desestigmatizando por la mayor difusión y visibilidad de personas con cierta influencia en la sociedad a través de redes sociales y demás, está habiendo un porcentaje de pacientes, nada desdeñable, que vienen al psiquiatra sin realmente sufrir una enfermedad mental y más bien lo que creo que buscan es la felicidad y la felicidad no se la va a dar un psiquiatra. Es el médico que se dedica a tratar las enfermedades mentales. La felicidad va a depender de que una serie de circunstancias externas, que te acompañan y sean positivas, junto a una personalidad determinada y, quizás también, con la atención de un psicólogo.

- Entonces, ¿podemos decir que ya no hay estigmas?

- Se está trabajando en ello, pero sigue perdurando. Los pacientes no tienen ningún problema en decir que van al traumatólogo, dermatólogo o a un cirujano estético, sin embargo sigue siendo más reticente a admitir que va al psiquiatra, pero creo que la cosa está cambiando y en los últimos años se está avanzando mucho en ese sentido.

- ¿Cree que llegará a derribarse algún día?

- Estamos haciendo todo lo posible para ello. Yo, personalmente, utilizo mis redes sociales para frecuentemente subir algún testimonio de algún paciente que ellos mismos quieren que se les vea la cara y transmitir por qué vinieron a la consulta y cómo han mejorado. Lo hacen en forma de agradecimiento y de poder ayudar a otras personas y no les importa mostrarse, dar su testimonio y ser reconocidos. Eso hace unos años hubiera sido impensable.

- ¿Estamos asistiendo, entonces, a una revolución del tratamiento psiquiátrico?

- De hecho cada vez estamos utilizando más una serie de herramientas y aplicaciones móviles mediante la que los pacientes pueden ir registrando sus síntomas o cambios y que permiten luego en consulta ver la evolución de forma más objetiva. Creo que es muy importante el rol que tengamos los psiquiatras y psicólogos clínicos de intentar actuar con ese tipo de entrevistas y sus publicaciones en redes sociales para hacer ver que ir al psiquiatra es algo normal, que no vea como algo extraño como se veía antes. Que daba mal rollo hablar de psiquiatría y decir que se iba al psicólogo. Y parece que la cosa poquito a poco va cambiando, aunque nos queda camino por recorrer. Aunque todo tiene su justa medida y no quiero que se vea tampoco que ir al psiquiatra es lo normal porque tampoco lo es.

- Además del diagnóstico y tratamiento, ¿qué necesitan los enfermos mentales?

- Necesitan un abordaje multidisciplinar. Que no sólo sea el psiquiatra el que les atienda, sino también un psicólogo, un enfermero, un trabajador social, que son muy importantes y muchas veces dejamos de lado, pero muchos enfermos mentales muchas veces por la propia patología tienen una situación social desfavorable y este colectivo las ayuda de forma fundamental. Otra cosa muy importante es la psicoeducación, es decir, explicarle al paciente lo que le ocurre y por qué le ocurre, cómo puede mejorar los síntomas y explicarles los buenos hábitos de salud mental. Es muy importante sacar las confidencias. Yo siempre digo que igual que una casa en la que en una semana no se tira la basura se pudre, pues una mente que no saca sus pesares, sus rumiaciones y su preocupación, probablemente enferme. Ocupar la mente con planes, dormir bien o tener una vida sexual activa, también ayuda.

- ¿Qué diría que es más determinante para tener una enfermedad mental?

- Hay tres cuestiones que son básicas. Está el hecho en primer lugar de tener una carga genética, si hay familiares que han tenido una enfermera mental aumenta de forma llamativa la probabilidad de que pueda sufrir un trastorno de psiquiátrico. El hecho de consumir tóxicos es otro otro punto básico. El cannabis, por ejemplo está súper vinculado a la aparición de cuadros psicóticos o cocaína también alcohol manipulado a trastornos depresivos. O también el hecho de que te ocurra alguna situación estresante vital tipo fallecimiento de un ser querido de forma inesperada, un despido laboral, una rotura de pareja, sufrir una violación, bullying en la infancia que cada vez está viendo más... Son esas tres patas, genética, tóxicos y trastornos y situaciones estresantes vitales.

- ¿Nos ha descubierto la pandemia que somos más frágiles de lo que pensamos?

- Se ha traducido en un aumento importante de la enfermedad mental y del suicidio. Creo que estábamos viviendo un mundo que pensamos que era ideal y nos hemos dado cuenta que no lo es. Hemos visto lo inestable que somos y lo vulnerables que puede ser la mente en el momento que se altera nuestro día a día. Y también creo que nos ha hecho la pandemia reflexionar de que tenemos que cambiar un poco los hábitos de vida. No podemos tampoco dedicarlo todo a nuestra rutina y posiblemente tenemos que cuidar más el hecho de poder disfrutar un día en familia en casa o dedicarnos un poco más de tiempo a nosotros mismos.

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