Tribuna

Árboles, riesgos y responsabilidades

  • El autor apuesta por profundizar en el conocimiento de los árboles, en el contacto con expertos y en el diálogo

Árboles, riesgos y responsabilidades

Árboles, riesgos y responsabilidades

Ante la pregunta qué es un árbol peligroso podemos buscar la respuesta en los especialistas, que manifiestan que la respuesta es complicada y subjetiva, y también que la peligrosidad deber ser definida de una forma muy precisa (Pedro Calaza y María Isabel Iglesias, 2016, El riesgo del arbolado urbano). El concepto de riesgo se define como la proximidad de un daño. Un peligro es un riesgo inminente de que suceda algún mal. Para los autores citados, un árbol peligroso es un árbol con riesgo inminente de producir daño. La gestión del riesgo es una necesidad en relación con la infraestructura verde de la ciudad y se deben dedicar a ella los medios humanos y económicos necesarios.

La catalogación de un árbol como peligroso debe ser realizada por especialistas para no entrar en escenarios de riesgo infravalorado, con riesgos para la población, o bien riesgos sobrevalorados para árboles. Un sobredimensionamiento del riesgo puede conducir a la pérdida de ejemplares de árboles, normalmente los de mayor porte, que son esenciales para la salud y el confort, para la mitigación del cambio climático, como biofiltro de contaminantes gaseosos y particulados. Los árboles son seres vivos que crecen en la ciudad con limitaciones debidas a una deficiente gestión de los mismos.

Existen árboles mal ubicados, alcorques de volumen insuficiente, suelos inadecuados y posible déficit de agua que responde con un crecimiento deformado lo que obliga a una gestión artificiosa del mismo, que conduce a un árbol peligroso. Podemos concluir que la peligrosidad potencial del árbol en las ciudades puede ser minimizada a través del diseño, la gestión y el conocimiento.

No podemos talar árboles de forma caprichosa o no suficientemente justificada. No es objeto de discusión el carácter esencial del árbol en la ciudad. Entre el 3 y el 13 de julio hemos podido leer en la prensa mucha información acerca de la tala masiva de árboles en Sevilla este verano, catalogada, con en otras ocasiones, de "arboricidio".

En 2015, cuando el actual alcalde, Juan Espadas, accede al poder municipal y nombra a Adolfo Fernández Palomares director general de Medio Ambiente y Parques y Jardines, una primera cuestión que se plantea el nuevo equipo de gobierno es determinar el estado del arbolado de la ciudad y la posibilidad de la existencia de árboles que generen riesgo para la población.

El informe de Parques y Jardines de 2015, realizado con medios propios, puso de manifiesto de acuerdo con los técnicos, la existencia de 2.500 árboles en situación de riesgo. Siempre hay caídas da ramas, el riesgo cero no existe y hay que asumirlo. Pero se debe actuar in vigilando y desde el conocimiento científico con las mejores tecnologías disponibles.

En Sevilla hay más de 200.000 árboles, un excelente patrimonio que hay que saber gestionar. En años pasados parece ser que el Servicio de Parques y Jardines no ha dispuesto de los medios económicos adecuados, dicho por las propias empresas adjudicatarias, esto ha podido crear un espacio de mantenimiento insuficiente, lo que unido a errores anteriores (por ejemplo, podas excesivas) motiva un escenario de riesgo incrementado, si unimos a la ecuación una meteorología que no ayuda (poca lluvia, mucho calor), el resultado está servido y caerán más ramas como respuesta biológica ante una acción humana inadecuada y a contingencias climáticas.

El Servicio de Parques y Jardines ha llevado a cabo una licitación con nuevos criterios que ha empezado a caminar este año, tras un retraso imputable posiblemente a lo prolijo de la misma donde se incluyen importantes mejoras para la gestión de la infraestructura verde de Sevilla. Esto se notará en el futuro.

Ante el escenario de 2.500 árboles en riesgo se han talado en los últimos tres años 1.600 y parece que se talarán otros 500. Es cierto que desde que Juan Espadas llegó al Ayuntamiento se han plantado 2.600 árboles, de acuerdo con fuentes oficiales, pero estos árboles alcanzarán su funcionalidad óptima en unos 20 años.

No debemos talar árboles adultos a menos que resulte imprescindible; como alternativa si procede, trasplantarlos si la ecología de la ciudad lo necesita.

La Asociación Vecinal del Casco Norte La Revuelta registró el 12 de julio ante la Fiscalía de Sevilla una denuncia penal contra el Ayuntamiento de Sevilla por la tala masiva de árboles en el Pumarejo, donde la arboleda es esencial para la ciudadanía. Creo que faltó la comunicación.

Evidentemente, la época estival no es la idónea para talar el bosque urbano, necesitamos sombra y hay nidos de aves en los árboles, hay que realizar una vigilancia de este tema antes de actuar. La información a la ciudadanía es esencial para comprender los problemas y entender las soluciones que puede plantear el gobierno municipal.

Este Ayuntamiento se caracteriza por la participación, por lo cual el contacto con la ciudadanía no debe ser un problema. Por otro lado, el Ayuntamiento debe contar con los científicos: en Sevilla los hay y muy buenos y comprometidos. Pero surge una pregunta: ¿Quién asume la responsabilidad si pasa algo cuando hay un informe de riesgo de arbolado del propio Ayuntamiento? Quizás, sin caer en riesgos innecesarios de daño a la ciudadanía por caída de ramas, aún se esté a tiempo este verano de realizar una recalificación del arbolado, quizás implicando expertos externos si fuese necesario, especialmente en zonas críticas para el ciudadano, por su necesidad de sombra, sin asumir grandes riesgos, con medios externos especializados.

Si un alcalde, o un responsable municipal del arbolado, ignorase un estudio de riesgos de caída de ramas y pasase alguna desgracia ¿qué diríamos? El alcalde de Sevilla es responsable de su bosque urbano y también de la salud, la seguridad y el bienestar de la ciudadanía. Un gran dilema que la ciudadanía tiene que comprender. De la situación generada en Sevilla debemos aprender y hacer que el árbol sea algo imprescindible y no un peligro, y también que debemos profundizar en el conocimiento, el contacto con expertos y el diálogo.

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