DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

Calle Rioja

Cameo de Antoñita Colomé en la película Morena Clara

  • Terreno. En las trincheras de la Batalla del Ebro contada por Pérez-Reverte, un soldado republicano menciona a la actriz trianera de la calle Pureza, primera moderna del cine patrio

Arturo Pérez-Reverte, en el sevillano Hotel Colón.

Arturo Pérez-Reverte, en el sevillano Hotel Colón. / José Ángel García

CON los Sanfermines y los finales de etapa del Tour de Francia empezaban a verse en la calle Betis los preparativos de la Velá de Triana. Como los libros tienen vida propia, ese barrio-estado ha aparecido de la forma más inopinada en un ejercicio de justicia y memoria que dignifica a quien lo realiza. Hace unos días mencionaba la placa que en la calle Pureza recuerda la casa en la que nació Antoñita Colomé (1912-2005). Fue la primera moderna del cine español. Diego Galán revisó su filmografía para el homenaje que le rindió el Festival de Cine de Sevilla en su etapa fundacional, la de Paco Millán, Alfonso Eduardo y Eduardo Benítez. Su última película la protagoniza casi con 80 años, Pasodoble, una comedia valleinclanesca dirigida por José Luis García Sánchez. La actriz pertenece a ese grupo de iconos del cine y la canción que detrás de sus diminutivos llevaban un gigante: Antoñita Colomé, Marujita Díaz, Encarnita Polo, Paquita Rico, Lolita Sevilla.

Qué empoderamiento, ellas diminutivos, diminutos los hombres que cercaban sus estelas.Iba avanzando en los fragores de la Batalla del Ebro tal como la cuenta con precisión de corresponsal de guerra Arturo Pérez-Reverte en Línea de Fuego. Los ojos de ese niño, Tonet, que es como un lazarillo de los nacionales en Castellets del Segre, los ha tenido que reconstruir el novelista y académico de miradas infantiles que encontró por las calles de Dubrovnik o Sarajevo. Línea de Fuego es el cuarto libro que leo en los últimos meses ambientado en la Guerra Civil española. Le precedieron las novelas, Operación Drohne (Nazis en Cáceres), de Fernando Lumbreras, y El suspiro de la flor, de Aurelio Verde (el 18 de julio del 36 vivido en Sevilla, en Triana la Roja, por un grupo de amigos) y el ensayo de los historiadores Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García 1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular.

Pérez-Reverte pasó de las comodidades del Hotel Alfonso XIII, donde ambienta algunas escenas de Eva, la segunda parte de Falcó, a esta orografía de pinares, matojos donde huele a sangre, vómito y miedo, con Lola y Pepa en las estribaciones y dos ejércitos peleando por hacerse un campanario y un río. Un hotel que por cierto también aparece en Sira, la última novela de María Dueñas, y en el retrato de maravillosos recuerdos del Orient-Express de Mauricio Wiesenthal, aunque Sevilla no sea como Venecia, Sofía o Estambul parada del tren más literario y cinematográfico.

La contraseña de los republicanos en Línea de Fuego es Morena Clara, como la película de Florián Rey que se estrenó el 11 de abril de 1936, tres días antes del quinto aniversario de la Segunda República, tres meses antes de la guerra. Protagonizada por Imperio Argentina, que cinco décadas y media después, en plena guerra de los Balcanes, formó parte del elenco de Azabache con Juanita Reina, Rocío Jurado, Nati Mistral y María Vidal.

En la novela hay un tipo que se equivocó de bando porque siendo de Albacete, que era zona roja, el 18 de julio del 36 le cogió trabajando de carpintero en Sevilla. Pato Monzón es una mujer de bandera, que forma parte de un grupo de mujeres comunistas que integran el grupo de transmisiones. Del colegio de monjas pasó a la hoz y el martillo. Cuando llega con dos compañeras a un batallón republicano, uno de ellos exclama: "Es una mujer", a lo que otro le responde: "Para mujeres estoy yo ahora. Ni Antoñita Colomé que asomara, oye".

En sus libros sobre Triana y el cine, Ángel Vela, que es un Tucídides de este territorio irredento, ha contado un sinfín de anécdotas e historias de esta actriz simpatiquísima que nos regaló a los periodistas titulares extraordinarios con una coquetería que se llevó hasta la tumba. Su aparición en la última novela del autor más leído en España es un regalo para quienes la conocimos y admiramos, vecina de esa calle en la que todavía se enseñorea la gran Matilde Coral, buena lectora por demás. La presencia de Antoñita Colomé, que no deja de ser un nombre de minorías o de entendidos, en la novela de Pérez-Reverte, evidencia lo bien que conoce esta ciudad el escritor. No distorsiona ese conocimiento que sea huésped de hoteles de cinco estrellas y prueba que sigue bebiendo del magisterio de sus dos grandes amigos, sus Pigmaliones sevillanos. Da igual que pronto se cumplan siete años de la muerte de Rafael de Cózar o que Juan Eslava Galán lleve un tiempo parecido fuera de Sevilla, primero en Barcelona, donde se topó con marcianos de estelada, y ahora en Madrid. Ese magisterio sigue vivo y la cita de Antoñita Colomé es la prueba más fehaciente de ello.

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