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Carta desde La Habana a la Palmera

  • Impronta. Los alumnos del IES Herrera asisten en el salón de actos a una evocación de la historia del centro en el cincuentenario de la puesta en marcha del tercer instituto de Sevilla

De izquierda a derecha, Miguel Cruz Giráldez, Rogelio Reyes, María Reyes, Ignacio Camacho y Elena Relimpio.

De izquierda a derecha, Miguel Cruz Giráldez, Rogelio Reyes, María Reyes, Ignacio Camacho y Elena Relimpio. / José Ángel García

ESE año el Betis y el Sevilla habían bajado a Segunda, pero en la avenida de la Palmera iniciaba su travesía académica un instituto de Primera División. Desde el curso 1868-69, en cincuenta años el centro sólo ha tenido cinco directores, lo cual habla muy bien de su estabilidad. María Reyes Rodríguez, profesora de Inglés, lo dirige desde 2018, y ayer presentó en el salón de actos del centro a cuatro testigos de categoría. Fue el tercero instituto de Sevilla, después del San Isidoro y el Murillo, que era femenino.

“La única razón por la que estoy aquí es porque soy un superviviente”. Rogelio Reyes estuvo en el curso inaugural, con Gonzalo Sánchez Vázquez de director. Éste era un catedrático de Matemáticas que delegaba en profesores de Letras para las cuentas. Le escribió una carta a Fidel Castro para que le cediera terrenos del pabellón de Cuba del 29 para el recreo y salida por Isaac Peral. El líder de la revolución cubana aceptó.El instituto se llamaba Francisco de Herrera, “como el pintor, no sabemos si el Joven o el Viejo” y se iniciaron gestiones para ponerle el nombre del poeta. Centro con un doble sello liberal y humanístico que sobrevivió a los cambios. Rogelio Reyes fue profesor de dos de los ponentes. Le dio clase a Miguel Cruz Giráldez, único superviviente del claustro del curso 78-79, “con él aprendí a amar a España leyendo a Antonio Machado, a dolerme leyendo a Cadalso y Valle-Inclán”.

Cuando lo oía hablar, a Ignacio Camacho, que llegó al instituto en el curso 72-73 desde su Marchena natal, le venía la magdalena de Proust y viajaba con la voz de Rogelio Reyes a las clases en las que leía versos de Bécquer, de Valle, de Larra, clave en la decantación profesional del antiguo alumno. Camacho destacó “la vocación por la excelencia”. “Cuando salgan de aquí lo dirán con orgullo: yo estudié en el Herrera”.

Rogelio Reyes llegó en el curso 68-69; Cruz Giráldez, en el 78-79, cuando el conserje lo confundió con un alumno. En 1985 llegó la que cerró el pleno de recuerdos, Elena Relimpio, nieta del doctor que tiene una calle en Sevilla, catedrática de Geografía e Historia. A ella le tocaron tiempos más convulsos, la contestación estudiantil a la LODE (Ley Orgánica de Defensa de la Educación), con un Cohn-Bendit nacional que devino en Cojo Manteca.

Rigor en la docencia. Respeto a la libertad. Calidad en la enseñanza. Buena organización. Los cuatro pilares de un instituto con cinco directores. Gonzalo Sánchez Vázquez, Manuel Ríos, Alicia Muñiz, Julio Carmona y María Reyes Rodríguez. Medio siglo en un suspiro. Rogelio Reyes evocó a Cernuda, cuando el tiempo nos alcanza. “Y después de alcanzarte, te atropella”, apuntó Camacho. Cruz Giráldez lo puso en primera persona. “Yo era el profesor más joven y ahora soy el más antiguo”. Tempus Fugit.

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