Sevilla

Crónica de una noche interminable

  • Los vecinos vivieron con ansiedad e impotencia una madrugada en la que temieron por sus viviendas · Hasta las 6:00 los técnicos no consiguieron estabilizar la grúa, que se inclinaba peligrosamente

Nada más ser desalojado de su casa, Francisco Pérez se da cuenta de que ha olvidado el cargador del móvil. "Y ya no puedo volver a entrar", dice uno de los afectados por el desalojo en la Macarena durante la madrugada del miércoles al jueves. Son cerca de las 2:00. Francisco, de La Puebla de Guzmán, es de los que sí tiene un cobijo esta noche, pero la curiosidad le puede. "Es como cuando te preguntan lo que salvarías de casa en el caso de una catástrofe, pero esta vez ha sido real. Tengo el portátil, una cazadora de cuero a la que tengo cariño y unos libros a los que tengo devoción. Eso es todo".

A esa hora, sobre las 02:00, los alrededores de las calles Ter, Taf, Talgo y Maimónides son más un hormiguero que un avispero. Será por el alivio de la reciente evacuación, será por las exquisitas formas de la Policía y los Bomberos o porque las caras de los responsables en deshacer el entuerto muestran todo el afán exigible. Será por lo que sea, pero en la calle hay una imagen irrepetible. Unas 50 familias ataviadas con lo primero que han podido salvar de casas observan pacientemente la fachada de sus casas con ese gesto de ¿y ahora qué? y, sobre todo, ¿hasta cuándo?

La llegada de un vehículo del Cecop, alrededor de las 02:30, pone en marcha la maquinaria. Pero son otras las máquinas dignas de mención. "A una grúa que ha estado abandonada 14 meses no puede ocurrirle otra cosa que deteriorarse", dice Mar Ortiz, una vecina del bajo izquierdo del número 6 de la calle Taf. Son los polvos que han traído estos lodos en forma de grietas. Mar y sus compañeros de piso llevan una semana notando cómo las que fueron inapreciables fisuras de pintura se convertían en horas en gruesas grietas. El límite de la emergencia es el grosor de una moneda, dicen los arquitectos. "Hemos llamado al 112 a la medianoche. No sólo era una moneda lo que cabía en la grieta. Ya empezaba a entrar mi mano entera", explica esta joven que tenía un examen hoy y ahora no sabe con qué apuntes estudiarlo.

"Había varios vecinos atrapados", explica un bombero que, "por si acaso", no le quita ojo a la grúa en esa lenta caída libre. "Hubo que usar la palanca para puertas que estaban ya atrancadas". Otra palanca es la fuerza que ha estado agrietando la calle y las antiguas casas de Renfe. Han sido las incidencias de los desalojos. A la hora del realojo, las incidencias cruzan de acera. Bernabé García, presidente de la Asociación de vecinos Barqueta-Renfe, divisa si hay algún desvalido entre sus vecinos. Pero, ¿dónde van a dormir quienes no tienen donde quedarse? Desde el Cecop aseguran que está asegurada la noche en un hotel. "Lo hemos estado denunciando hasta la impotencia", declara García. "Y en Urbanismo y el distrito no nos han atendido en los últimos días".

Los efectivos de la Policía aumentan por minutos. El perímetro del acordonamiento también se expande. Todos los vecinos fuera de la vista de la grúa. Las fuentes oficiales no hacen declaraciones oficiales, pero, las noticias llegan sottovoce. "Hay que traer una grúa gigante para desmontar la que se cae. El topógrafo de la constructora dice que la máquina ha cedido un metro en 12 horas y 14 centímetros en apenas tres". Más fácil que ver caerse la Torre de Pisa, la caída de la grúa es notable y evidente.

"La tierra del solar se ha removiso debido a las fuertes lluvias del invierno", explica Miguel Ángel Millán, gerente de Urbanismo, que ha llegado a la zona cero a las 4:00. Sobre las 2:30 lo ha hecho Enrique Lobato, delegado del distrito Macarena y Bienestar Social. Ambos concilian con el vecindario, aunque al vecindario, a esas horas, sólo le interesa despertarse en otro día. "¡Hemos estabilizado la grúa!", anuncia un técnico de la constructora Ingeconser. Son las 6:00 y por fin amanece.

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