Sevilla

"A mi hija se la tragó la tierra hace 26 años"

Cándida Salguero, en el bar de su familia en el Polígono Norte.

Cándida Salguero, en el bar de su familia en el Polígono Norte. / José Ángel García

"Salió de casa en pijama y con una bata mía. Dijo que volvía enseguida. Supuse que fue a comprar tabaco, pero al quiosco nunca llegó. Quien sea se la debió llevar en un coche y le hizo lo que fuera. Nadie la vio. El caso es que a mi hija se la tragó la tierra hace ya más de 26 años". A sus 82 años, Cándida Salguero sigue teniendo en mente a su hija, Ana, a cada momento. "Cada hora, cada minuto de mi vida me acuerdo de ella. La tengo siempre presente en el pensamiento". El caso de Ana Franco Salguero, ausente desde el 6 de diciembre de 1998, es el más antiguo de persona desaparecida que sigue activo en Sevilla.

Ana Franco Salguero tenía 22 años. De seguir viva, hoy tendría 48. Salió de su casa, en el barrio del Polígono Norte de la capital andaluza, sobre las once de la noche de aquel día. Dejaba una hija de siete años, que había tenido sólo con 15 y que fue criada por la abuela. Cándida luchó infatigablemente durante años por recuperar a su hija. Fue a más de 30 programas de televisión, entre ellos Quién sabe dónde, de Paco Lobatón. Recibió muchas llamadas de personas que decían haberla visto. "Me he recorrido toda España, sin saber leer ni escribir. He ido a Madrid, Barcelona, Galicia, Valencia, Córdoba... En Córdoba nos decían que la habían visto y es verdad que era una mujer que se parecía mucho a ella, pero no era ella, claro está".

Cándida camina hoy con ayuda de un andador, se rompió la cadera tras una caída y está casi ciega. "Me queda poco de vida, lo único que quiero, para poder irme tranquila de este mundo, es que aparezca algo de ella". El negocio que ha regentado toda su vida, el bar Donantes, en la calle José Bermejo, lo lleva hoy otro hijo, Juan Antonio. Ella dice que ha perdido ya la esperanza de encontrar con vida a Ana. Su hijo, en cambio, la mantiene. En el bar hay dos cuadros con fotografías de Ana, uno de ellos con la leyenda Desaparecida. "Aquí se la tiene presente siempre", cuenta su hermano. La hija de Ana sigue viviendo en el barrio, se casó y tiene dos hijos de 10 y 6 años. "Como podrá entender, no les dejamos salir solos, ni apenas moverse".

La familia cree que no se la buscó entonces como debiera. "No por la Policía, que tenía entonces los medios que tenía. Hoy igual hubiera sido otra cosa. Hay cámaras, hay teléfonos móviles, entonces no había nada de eso..." Hace dos años, unos policías se presentaron en el bar y explicaron a la familia que el caso de Ana Franco estaba cerrado, pero que podría reabrirse si se encontraba algún "hilo del que tirar".

No hubo hilo en estos 26 años, ni siquiera al principio. Se investigó al novio de Ana, con el que llevaba uno dos años y que era "una persona muy celosa". "Para nosotros es el principal sospechoso, porque dio tres versiones distintas de lo que había hecho aquella noche". El novio dijo que había estado con Ana aquella noche y que la había dejado en la puerta de su casa. Pero a los pocos días le comentó al hermano que la soltó en unos bloques que están a unos 200 metros del domicilio en el que residía la desaparecida. A la semana, cambió de nuevo de versión y dijo que se había peleado con ella y la había dejado en el puente del Alamillo. 

Estos cambios de versión no se entienden en una persona que no tiene nada que ocultar, dice la familia de Ana. Desde entonces no han vuelto a ver al novio. Ana había mantenido antes una relación con un hombre casado, que era camionero y que estaba en proceso de separación. "Este hombre era mayor que ella y ella no quería estar con él, pero le compraba todos los días algo, algún vestido, joyas...". También se investigó esta vía, sin ningún resultado.

Unos días después de la desaparición, la familia recibió una llamada de teléfono desde un número oculto. Una persona que no se identificó les aseguró que Ana estaba muerta y la habían arrojado a un pozo. "La Policía nos dijo que rastrearon un campo que tenía el novio, pero no encontraron nada". Hubo escuchas telefónicas y la Policía presionó a todos sus confidentes en el Polígono Norte, pero el resultado fue siempre el mismo. Nadie la había visto. Hace un par de años recibieron otra llamada, esta vez de una vidente, que decía que Ana estaba enterrada. "¿Pero cómo le podemos echar cuenta a eso? ¿Y enterrada dónde?".

"A mi hija no la han buscado con todos los medios que luego han buscado a otras personas desaparecidas. A mi hija la he buscado yo, con la ayuda de mi familia", insiste Cándida. Su nieta, Aroa, mandaba cartas al periódico cuando era niña, para que nunca se olvidara la desaparición de su madre. "Ya era hora de que alguien se acordara de ella".

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