calle rioja

Diálogo del viento con el acantilado

  • Isabel Álvarez, con ‘Vidas prestadas’, obtuvo el primer premio Ángeles Martín de Novela Corta que patrocina la asociación Ameis y edita Adeshoras

Isabel Álvarez, autora de ‘Vidas prestadas’, y Susana Noeda, de la editorial Adeshoras.

Isabel Álvarez, autora de ‘Vidas prestadas’, y Susana Noeda, de la editorial Adeshoras.

Améis es la segunda persona del plural del presente de Subjuntivo, entre que nosotros amemos y que ellos amen, pero son también, sin acento, las siglas de la Asociación de Mujeres Escritoras e Ilustradoras, que patrocina y organiza el premio de Novela Corta Ángeles Martín que en su primera edición ha ganado Isabel Álvarez (Cádiz, 1969) con la obra ‘Vidas prestadas’ (Adeshoras).

Ángeles Martín era la socia número 5 de Ameis, cofundadora de esta asociación e impulsora de una antología titulada ‘Esas que también soy yo’. Falleció unos días después de recibir el ‘Ameis de plata’ en reconocimiento a su trabajo, que fue muy relevante. Montó su propia agencia literaria y representó las carreras de escritoras como Marta Sanz, María Tena, Yolanda González, Berta Vías Mahou, Carmen Peire… y también de importantes escritores: José María Geulbenzu, Vicente Verdú, Manuel Rico…

Conocí a la autora el mismo día que me dio un ejemplar de su libro. Me pidió que se lo presentara en el Ateneo. Era Miércoles de Ceniza, comienzo de la Cuaresma, y san Valentín, día de los Enamorados. Dos cosas me llevaron a aceptar su invitación de apadrinar esta novela corta que se impuso a otros 82 manuscritos. Una fue oír el nombre de Rafael de Cózar, que abandera un premio de relatos de la Universidad. Este año se cumplen diez años de su fallecimiento. Nunca olvidaré el último día que lo vi: en la Carbonería, 20 de noviembre de 2014, con Natalia, su compañera, celebrando el 80 cumpleaños de Paco Ibáñez.

Ese 20-N murió la duquesa de Alba, ingresó en prisión Isabel Pantoja y la policía Local en tiempos del alcalde Juan Ignacio Zoido llegó con una orden de cierre del histórico local de Paco Lira. El segundo motivo fue estrictamente literario. Me convencieron las palabras con las que se abre la novela. El único ‘espoiler’ que voy a hacer: “Pasaron muchos años antes de que se me ocurriese que la solución era el acantilado”.

Acantilado es una palabra tan literaria que incluso da nombre a una editorial que ha publicado ‘El mundo de ayer’, de Stefan Zweig, o las obras del premio Princesa de Asturias a título póstumo Nuccio Ordine.

El acantilado y su pariente más cercano, el viento, tan presente, tan omnipresente en el libro, te traslada al título de esa obra maestra de Juan Carlos Onetti, ‘Dejemos hablar al viento’. La frase de apertura es en sí misma un relato, como el de Augusto Monterroso. Ahí está toda la sinopsis de ‘Vidas prestadas’, como dice Muñoz Molina que ocurre con el comienzo de ‘La Regenta’ de Clarín (‘La heroica ciudad dormía la siesta’) o con el título de ‘Madame Bovary’ de Flaubert. Dos mujeres esenciales en la historia de la Literatura, Ana Ozores y Emma Bovary.

Junto al acantilado, el otro gran protagonista de ‘Vidas prestadas’ es Goyo. No olvido el nombre porque terminé de leer el libro la noche de la gala de los Goya. La historia la cuenta Germán, hermano de Goyo y de Marta. Los hijos de una madre atormentada, objeto de malos tratos, aficionada a las revistas del corazón, y de un padre que trabaja en una agencia de seguros, lo cual parece un guiño a Kafka este año que conmemoramos el centenario de su muerte. Isabel Álvarez, la autora, elige como narrador a Germán. Un ejercicio que recuerda al de Javier Marías en ‘Los enamoramientos’, que lo cuenta en primera persona por boca de la mujer protagonista de la historia.

Novela corta o relato largo. He ahí la disyuntiva. El relato, desde que la palabra fue monopolizada por los políticos, parece un género de capa caída. Algo parecido ha ocurrido con la palabra escenario, tan unida al ámbito teatral y que ahora la política extrapola a otros ámbitos (el escenario de la amnistía, el de la reforma laboral o el del precio de las leguminosas), como denunció Jacobo Cortines en la presentación del libro ‘Doce lunas’ de Eduardo Jordá. A uno le parecían admirables los relatos de Julio Cortázar, Juan García Hortelano o Francisco García Pavón, autor polivalente de Tomelloso (novelista, dramaturgo, profesor) con el que tuve la fortuna en septiembre de 1976 en el café Gijón de iniciar mi dilatada historia de entrevistador. Otra variante de vidas prestadas.

El libro lo edita Adeshoras, que estuvo representada en el acto por Susana Noeda, que formó parte del jurado. Entre el público, Dalila, integrante marroquí de la Asociación Ameis. El Ateneo contó con la presencia de su bibliotecario, Miguel Cuevas. Ayer fue el día de la Mujer Trabajadora y la autora de este libro ha ejercido unos cuantos. Licenciada en Derecho con un máster en Estudios Históricos Avanzados, cursa el doctorado de Historia Moderna. Ha trabajado en banca, consultoría y abogacía. Con Ángel Nepomuceno escribió ‘Los zancos abandonados de Marie Curie’.

En ‘Vidas prestadas’ destaca la economía de medios. Una familia y sus orteguianas circunstancias. Un viaje del rencor a la reconciliación en un clima muy adverso. No es fácil abordar en literatura la dependencia y la autora sale muy airosa. Se cuenta en términos muy descarnados. No es realismo, es la pura realidad y trabajar con ella no es fácil en una novela corta de mirada larga. A los funambulismos para esquivarla (a la realidad) se le ponen muchos nombres: ficción, imaginación, sensibilidad, metaverso, autoayuda… Una tormenta en una casa, como en ‘La gata sobre el tejado de zinc’, ‘Un tranvía llamado deseo’ o ‘Rocco y sus hermanos’. Más que película, se ve una adaptación teatral en la línea de las obras de Buero Vallejo, el dramaturgo que en la noche de los tiempos me hizo desertar de las grabadoras y sustituirlas por las garabatoras (de garabatos). Suenan Beethoven y Otis Redding en la novela, aunque la música dominante sea la que interpretan el viento y el acantilado.

Los hermanos de la historia, como el ‘Drácula’ de Coppola, han recorrido océanos de tiempo para reencontrarse. “¡La familia! Cosa curiosa y complicada”, escribe Josep Pla en sus notas del 8 de marzo de 1918, el día que empezó a redactar su ‘Cuaderno Gris’, esa maravillosa crónica de la vida en el Ampurdán que arranca el día que cumplía 21 años y el año que terminaba la Segunda Guerra Mundial.

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