Tribuna de Opinión
La oportunidad para Sevilla: movilidad y flexibilidad, fiel a su esencia
LA ARAÑA
Anda Inés sonriente porque esta misma semana se va a San Francisco. Su criatura, la librería La Araña, se quedará unos días en manos de sus becarios. Que no son becarios al uso, como tampoco La Araña es una librería convencional.
A bote pronto, dos son los rasgos que la distinguen: el trato cercano y la especialización.
Por partes.
"En vez de tener un poco de todo, tenemos mucho de algunas cosas", condensa Inés. Algunas cosas como ciencia ficción, música, cine, teatro, terror, que se han ido modificando al ritmo que la oferta se ajustaba a los gustos de los clientes, porque "el negocio del libro es complicado", y conviene que los gustos de la dueña de la casa no acaben por derrumbar las cuentas a fin de mes.
Y quedaba lo del trato cercano. A un paso de la Alameda, la librería se beneficia de que "el barrio ha cambiado". Ha llegado mucha gente nueva "con más poder adquisitivo y con interés por comprar en comercios pequeños". También a Inés lo que más le gusta es la cercanía de su tienda. Si bien por las mañanas, más tranquilas, aprovecha a menudo para quitarse de encima el engorroso trabajo de oficina, Inés cuenta que en cuanto entra alguien y le habla de libros, se le olvida que está trabajando. Olga, de la empresa de comunicación Telegrama, anda por la tienda y le ofrece el oportuno apoyo logístico a Inés: "Tiene un conocimiento de literatura... importante. Supongo que cuando alguien viene y le pregunta, agradece que sepa de qué le está hablando. No como en otros lugares, que te miran la base de datos y te dicen... a ver... pues lo tenemos, o no lo tenemos".
Cuenta Olga, ya que está, que la librería tiene algo más de dos años, y que se maneja bien. Y que no sólo de libros viven sus clientes. A estas alturas, han hecho un poco de todo: exposiciones -ahora tienen una de fotografía de Valentardis-; algún concierto acústico; presentaciones de libros; hicieron danza con la compañía Mopa en su cuarto de baño, en el que había que entrar por turnos; todos los jueves tienen cine club, y están dispuestos a organizar cualquier cosa que se tercie, y tenga sentido. "Todo muy enfocado a llamar la atención de los potenciales clientes reales de la librería", aclara Olga.
Al igual que la sección de teatro ha ido claramente a menos, por sus escasas ventas, nació con fuerza hace ya algún tiempo la de literatura infantil, que funcionó especialmente bien en Navidad. Por lo demás, cuando las ventas andan recuperando el pulso tras el inevitable parón de comienzos de año, cuenta Inés que ahora mismo funciona bien "el último libro de Saramago (El viaje del elefante), los dos libros de la Trilogía Millennium, y Crepúsculo". Sobre estos guaperas vampiros adolescentes explica que, aunque no anden entre sus preferencias, le sorprende que se haya captado "a un rango que edad que habitualmente no lee. Vienen solos los chavales de 14 ó 15 años y se llevan los libros". Y ya está preparada una buena remesa del clásico cómic Watchmen, cuya versión cinematográfica se estrenará en breve y, más que probablemente, se notará en las ventas de la obra original.
Pero, alejada de la venta masiva de los best-sellers, La Araña funciona sobre todo porque ha conseguido un notable número de amigos y público fiel, entre los que se encuentran los becarios del principio. Para no abusar de ellos, han establecido los turnos que permitirán a su amiga Inés conocer San Francisco sin preocuparse de la marcha de su negocio. Quizás debería: alguno hay dispuesto a aprovechar sus horas en La Araña para leer, sólo para leer, rodeado de libros. Otro que anda sonriente.
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