"Fito decía que 2014 iba a ser nuestro año y mira cómo terminó"

Los invisibles · Natalia Turrión García

Rafael de Cózar será el gran protagonista de la Feria del Libro de Sevilla. Gran ausente, ausencia que mitigará su esposa, su musa de la Cámara de Comercio.

Natalia Turrión, en el bar Las Lapas con la edición de 'Ojos de Uva' de Rafael de Cózar de 1988.
Natalia Turrión, en el bar Las Lapas con la edición de 'Ojos de Uva' de Rafael de Cózar de 1988.
Francisco Correal

02 de mayo 2015 - 05:03

RAFAEL de Cózar tenía otros planes para mayo. Celebrar el día 11 el cumpleaños de Natalia, su esposa; el 21, el de Ana, su hija. Murió en el incendio de su casa de Bormujos el 12 de diciembre. La Feria del Libro se la dedican a él. A Natalia Turrión (Cádiz, 1963) le agrada que lo reconozcan, pero quiere que conozcan al poeta que fue. Especialista en vanguardias y poesía gráfica.

-Su obra parece inagotable...

-Un antiguo alumno suyo, Manuel García, además de poeta, es tasador de libros, archivero y encuadernador. Ha reeditado Ojos de Uva, que es de 1988 y en Navidad se metió conmigo en la casa a ver qué se podía hacer por los nueve mil libros de la biblioteca.

-(El periodista pide un zumo de naranja en el bar Las Lapas)...

-Todos los días me hacía un zumo de naranjas. Ese chute de vitaminas mañaneras lo echo de menos. Y mi niña también.

-Un poeta que pintaba...

-Ganó muchos premios de pintura. Es emocionante el recuerdo de los pintores. Justo Girón le ha dedicado una exposición en Cádiz y Emilio Díaz-Cantelar el cartel de la Esperanza de Triana. Lo más surrealista del mundo.

-¿Cuándo lo conoció?

-En 1988. Él había estado con ocho mujeres, yo era su novena, decía de guasa. No teníamos nada que ver. Yo estaba en el mundo de la empresa, quería estudiar Medicina, pero al morir mi padre me puse a trabajar con 20 años en la Cámara de Comercio. Coincidíamos en La Moneda, La Carbonería, Las Columnas, el bar de Derecho.

-¿Cómo vivía la Feria del Libro?

-Yo soy de playa, de Cádiz, y siempre coincide con el buen tiempo. Fito, como estuvo veinte años de representante de los escritores en Andalucía, iba a la Feria de Sevilla, a la de Madrid. Ayudaba a los jóvenes autores, les buscaba prologuistas.

-¿Se sentía milady con los tres mosqueteros Cózar, Pérez-Reverte y Eslava Galán?

-Arturo le llamaba siempre antes de embarcarse. Preguntaba por la niña. Celebramos con él en Becerra cuando cumplió 50 años.

-Como diría Pérez-Reverte, la vida que tiene este muerto...

-Los vecinos de Bormujos no se imaginaban que ese hombre al que veían en los bares, en las bodeguitas, fuera tan importante. Le decían el escabalazao, de poco cabal. Al final, descubrieron que era un hombre cabal. Un profesor que en la Universidad, con tantos cuchillos, nunca creó polémica.

-¿Le reconforta tanto afecto?

-Para mí ha sido desgarrador. Sigo de duelo y no remonto. Pero ayuda mucho todo ese cariño y reconocimiento. Tuvo mucha repercusión su muerte porque entre sus alumnos algunos fueron después periodistas, como Machuca o Ignacio Camacho. Alfredo Valenzuela fue compañero mío en el Martínez Montañés.

-¿Qué recuerda de su boda?

-Llegamos a Bormujos en la moto que se compró con el dinero que le dieron con el premio extraordinario de la tesis. Era un obseso de la numerología. Nos casamos el 6 del 9 de 1991. Yo no había tenido novios formales ni era partidaria de casarme. Dijo que nos casábamos un año capicúa, 1991, y el siguiente capicúa, 2002, nos separaríamos y otra vez libres. Hemos estado juntos un cuarto de siglo. Me quedé colgadita de su inteligencia, su vitalidad, su frescura. Decía que el 14 iba a ser nuestro año porque yo tendría 51 y él 63, cada uno los años del año en el que nació el otro. Y mira cómo terminó.

-¿Una debilidad?

-Le encantaba escaparse los fines de semana a la sierra. A la de Cádiz, a la de Huelva. Mi madre cumplía 90 años el 31 de diciembre y él organizó para toda la familia una celebración en Alájar. Tuvimos que cancelarla.

-¿Con qué Cózar se queda?

-Con el hombre valiente que cogió el extintor para salvar sus libros y su ordenador, porque era un mackintolero que le contagió esa afición a Pedro Piñero, a Rogelio Reyes. Llevaba diez años con una novela que no hemos conseguido rescatar.

-¿Qué tenían en común?

-Su madre, una señora que se movía en vespa, se quedó viuda muy joven, igual que la mía.

-¿Qué proyecto sin realizar?

-De luna de miel nos fuimos a Nueva York, donde quería volver para que Ana la conociera. Ella no sabía nada cuando vino en diciembre a pasar las Navidades. Bajó del avión con un sombrero como los que usaba su padre y en el aeropuerto se lo dije.

-¿Cómo dieron con esa casa de Aníbal González?

-La compramos en 1989, al año de conocernos. Vivíamos en Imaginero Castillo Lastrucci y había libros hasta en el cuarto de baño. Fito era el mejor corredor de casas del Aljarafe. Nos pateamos toda la comarca. Hacía poemas de los azulejos, del enfoscado o que me iba a alicatar a besos.

-¿Qué fue de Ojos de uva?

-Es el libro que le dedica a Katie King. La foto de la portada se la debió hacer ella. Katie vive en Seattle, somos amigas en Facebook. Después estuvo con María la holandesa. Le decía el Folio. A cada una la llamaba por el país. Yo era España, con la que compartía una niña y un limonero.

-El mosto sin Cózar no sabe igual...

-En Bormujos le quieren poner su nombre a la calle Severo Ochoa donde está nuestra casa.

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