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El día que Gorbachov derribó en Sevilla el muro de Berlín

  • Mijail Gorbachov visitó la Expo a finales de agosto de 1992. Invitado por Felipe González, recorrió la Cartuja y visitó diferentes pabellones

Gorbachov y Felipe González, en la Exposición Universal de 1992.

Gorbachov y Felipe González, en la Exposición Universal de 1992. / D. S.

Mijail Gorbachov (1931-2022) visitó la Expo 92 entre el 23 y el 25 de agosto de 1992. Invitado por su buen amigo Felipe González, recorrió el recinto, conoció acompañado por el comisario Emilio Casinello el Monasterio de la Cartuja. En compañía de su esposa Raisa y en mangas de camisa, hacía mucho calor en Sevilla, pasó por los pabellones de la Navegación, donde le regalaron una estampa de la Macarena, Japón, Francia y Alemania. En este último se fotografió junto a unos trozos del muro de Berlín. Una imagen simbólica del político que firmó el acta de defunción de la Unión Soviética.

Su anfitrión, Felipe González, llevaba diez años en la presidencia del Gobierno. Gorbachov, casi un año fuera del Kremlin. Por eso no estuvo el día de Rusia. “Lo hubiera acompañado yo, que me encargaba de los días nacionales”, dice María Teresa Otero, jefa de Protocolo de la Expo 92. Un año antes, el 25 de diciembre de 1991, llegó a su fin la unión de Repúblicas socialistas soviéticas (URSS) creada por Lenin el 31 de diciembre de 1922. Por cuatro meses, Gorbachov no ha llegado a su centenario. “El país se había desintegrado y cuando el pabellón ya estaba terminado no se sabía si iba a abrir en la Expo”, dice María Teresa Otero. De hecho cambió de comisario: a Nikolai Filippov lo sustituyó Yuri Denisenkov.

Gorbachov fue recibido como una estrella de rock, todo lo contrario que la despedida mortecina de que está siendo objeto en su país. Un político unido a dos palabras, la perestroika y la glasnost, nombre ruso de la transparencia informativa que permitió que sus compatriotas pudieran leer Archipiélago Gulag, de Alexander Solchenitsin, un Nobel ruso condenado al ostracismo, como Boris Pasternak, el autor de ‘Doctor Zhivago’.

La perestroika era el equivalente soviético de la transición española. Gorbachov fue el hombre de la movida, parafraseando aquel fenómeno cultural, social, musical y cinematográfico de la Transición española. José Cuenca Anaya, andaluz de Iznatoraf, fue embajador en Moscú entre 1986 y 1993. Testigo de la descomposición del coloso soviético, escribió el libro ‘De Suárez a Gorbachov’.

Mijail Gorbachov recibió en 1990 el premio Nobel de la Paz. El año más ‘pacífico’ del siglo XX. Ese mismo año recibió el Nobel de Literatura el escritor mexicano Octavio Paz. Los años ochenta marcan la transición española y rusa, un curioso paralelismo que nace en 1980, cuando en los Juegos Olímpicos de Moscú es coronado Juan Antonio Samaranch nuevo presidente del Comité Olímpico de Barcelona. Doce años después, su mediación fue fundamental para los Juegos de Barcelona 92, el mismo verano de la visita de Gorbachov a la Expo, aunque entonces su país se tuvo que presentar bajo la denominación artificial de Comunidad de Estados Independientes (CEI).

Hay curiosos fogonazos de la presencia de la nueva URSS, la de Gorbachov, en Sevilla. El 12 de octubre de 1987 se presentó el Mundial de Ajedrez que iban a disputar en la ciudad, en el reabierto teatro Lope de Vega, restaurado por Víctor Pérez Escolano, el vigente campeón, Gari Kasparov, y el candidato Anatoly Karpov, que se había ganado la plaza al derrotar en Linares a su compatriota Andrei Sokolov.

Los méritos de Sevilla, a cinco años de la Expo del 92, tenían que convencer a la Federación Internacional de Ajedrez que presidía el filipino Florencio Campomanes, que había sido invitado a conocer la Feria de Abril. Karpov era partidario de jugar la final en Abu Dhabi y Kasparov en Seattle, Estados Unidos. También presentaban candidatura Madrid y la ciudad rusa de Socci. La candidatura encabezada por Rafael Cid, presidente de la Federación Andaluza de Ajedrez, se llevó el gato al agua en la votación de Lucerna, sede de la Federación.

En la muerte de Gorbachov es bonito recordar que el acto inaugural de aquel campeonato de ajedrez que llenó Sevilla de maestros y analistas rusos en el Casino de la Exposición, estuvo precedido por un concierto de guitarra de Manolo Sanlúcar. El logotipo lo diseñó Carlos Córdoba, con la Giralda, el escudo de la ciudad y una referencia al libro de Ajedrez de Alfonso X el Sabio. Logo que puede verse en el bar Dueñas, donde se juntan aficionados a este deporte junto al palacio del mismo nombre.

Rinat Dassaev había jugado los Mundiales de España 82 y México 86. En ambos la selección soviética fue masacrada por sendos árbitros españoles, Sánchez Arminio y Lamo Castillo, contra Brasil y Bélgica respectivamente. En la Eurocopa de 1988 de Alemania, la URSS llegó a la final, que perdió contra Holanda con un gol inverosímil de Van Basten a Dassaev. Tras este campeonato, el portero soviético (soibético, decía la chistología local) fichó por el Sevilla en el crepúsculo de su carrera. Terminó entrenando a un equipo de pueblo y regentó una tienda de deportes junto al estadio del Sevilla.

En 1989 cae el muro de Berlín construido en 1961. No hubiera sido posible sin personajes como Gorbachov, san Pablo del comunismo que cayó del caballo leninista, o Karol Woyjtila, el polaco que una década antes llegó al Vaticano como nuevo pontífice. Dos transiciones en la Iglesia y en la URSS. La cruz y el martillo. Dos superhéroes del Este que en el caso del segundo encontró la complicidad de un vaquero del Oeste llamado Ronald Reagan. Protagonistas de la guerra fría, Estados Unidos y la Unión Soviética han coincidido en abandonar Afganistán y en su reciproco boicot olímpico: los primeros a Moscú 80, los segundos a Los Angeles 84.

Dassaev se fue sin pena ni gloria de Sevilla. El sucesor de Lev Yashin, la Araña Negra, a quien Marcelino batió de cabeza en la final de la Eurocopa de 1964. El año que empezó el mandato de Leonidas Breznev, con quien quería hablar Iriondo, entrenador del Betis, cuando el equipo verdiblanco se vio obligado a viajar de Moscú hasta Tiflis, capital de Georgia, para disputar un partido de la Recopa contra un rival moscovita. En Sevilla queda el Huevo de Colón que el artista georgiano Zurab Tsereteli le regaló a la ciudad.

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