Tribuna de opinión

Iñaki Gabilondo, doctor honoris causa

Francisco Ayala, junto al autor del artículo.

Francisco Ayala, junto al autor del artículo. / M. G.

La mañana del 15 de octubre la Universidad de Sevilla se viste de gala para investir, en su Paraninfo, a Iñaki Gabilondo como doctor honoris causa en Comunicación. La más alta distinción de la Universidad, tan justamente ofrecida a quien encarna la dignidad profesional y ética del periodismo, que recogerá cuatro días antes de cumplir los 77 años.

No es su primer Doctorado Honoris Causa: antes se lo concedieron las universidades Rey Juan Carlos, de Valencia, Lérida y Burgos. Pero tal vez sea el más importante, ya que se lo otorga la segunda Universidad de España en número de profesores y alumnos tras la Complutense, y una de las ocho que han superado los cinco siglos de existencia.

Creo que pocos profesionales de la comunicación han conseguido tantos y tan importantes reconocimientos como él: 6 premios Ondas, 3 antenas de Oro y 2 micrófonos de Oro, Ortega y Gasset de Radio, medalla de oro Mahatma Gandhi de la Unesco (1998), premios Clara Campoamor y Meridiana por su labor a favor de la mujer, medalla de oro al Mérito en el Trabajo (2006) y otros numerosos premios de periodismo.

El Doctorado Honoris Causa no sólo distingue a quien lo recibe, sino a quien lo otorga. De alguna manera cada Universidad se caracteriza por aquellos a quienes otorga esta distinción. Iñaki Gabilondo se inscribe en una relación verdaderamente extraordinaria de doctores honoris causa de la Universidad de Sevilla en Comunicación.

Francisco Ayala y Umberto Eco le antecedieron

Al poco de ponerse en marcha la Facultad de Ciencias de la Información de Sevilla se vio la necesidad de consolidar este nuevo centro dedicado a la comunicación en el contexto de una Universidad que ya casi tenía los cinco siglos.

Para ello se pensó en Francisco Ayala, ya entonces Premio Cervantes de Literatura, por razones muy sólidas: Ayala había comenzado su vida profesional en el periodismo, llegó a escribir los editoriales para el mítico diario El Sol de Ortega y Gasset y durante toda su vida ofreció el periodismo de opinión de mayor calidad en nuestro país. Además, decidió dedicar al periodismo su discurso de ingreso en la Academia. Pero no se trataba sólo de eso: Ayala escribió el primer libro sobre cine que se publicó en España, Indagación del Cinema, en 1929, con sólo 23 años, y toda su vida ejerció la crítica cinematográfica, recogida en El escritor y el cine. Por si fuera poco, como sociólogo que fue, realizó algunas de las reflexiones más extraordinarias sobre las dinámicas de la publicidad y la comunicación política.

Ayala respondía, pues, a las tres dimensiones de la entonces única Licenciatura en Ciencias de la Información, que tenía las ramas de Periodismo, Ciencias de la Imagen Visual y Auditiva y Publicidad.

Ayala era no sólo una cima de la ética en nuestro país, sino también de la estética, uno de los narradores fundamentales de la literatura universal del siglo XX, candidato al Premio Nobel de Literatura, que estuvo a punto de conseguir en 1998, cuando le fue concedido el Príncipe de Asturias de las Letras. Este año, décimo de la muerte de Ayala (1906-2009) es también el 25 aniversario de su investidura por la US.Cuando se planteó para el Curso 2009/10, conmemoración del 20 aniversario de la Facultad (ya) de Comunicación, parecía que sería imposible encontrar un perfil parecido al de Ayala. Sin embargo, extendiendo también la vocación internacional del Centro, se consiguió que Umberto Eco aceptara el Doctorado Honoris Causa, cuya investidura se realizó a comienzos de 2010. Al igual que Ayala, Eco había tenido un papel destacadísimo en el periodismo, y sus columnas de La bustina di Minerva marcaron un hito en el periodismo de opinión en Italia. Su libro póstumo traducido en España como De la estupidez a la locura. Crónicas para el futuro que nos espera es una verdadera joya de lucidez y espíritu crítico. También Eco fue fundamental en el inicio de la RAI, y su libro Apocalípticos e integrados en la cultura de masas marcó un antes y un después en la evolución de la semiótica y de los estudios de comunicación.Como Ayala, Eco fue uno de los grandes narradores del siglo XX y comienzos del XXI, candidato al Premio Nobel de Literatura. Su última novela, Número Cero, está precisamente dedicada a la corrupción del periodismo en connivencia con la corrupción económica y política.

Yo tuve el honor de actuar como padrino de las investiduras de Ayala y Eco, y realizar la Laudatio que reconocía los méritos de estos gigantes de la comunicación y la literatura, como el 15 de octubre la realizará Antonio López Hidalgo, catedrático de periodismo, con Gabilondo.

¿Y ahora qué? Doctoras Honoris Causa

Parecería que la Universidad de Sevilla y su Facultad de Comunicación han puesto el listón tan alto que parece casi imposible pensar ya en el próximo doctor honoris causa. Pero no es así.

Todas nuestras universidades se siguen caracterizando por un deficiente reconocimiento de las aportaciones de grandes mujeres a las ciencias, las ciencias sociales y las humanidades.

Por ello sugiero que vayamos pensando ya en la próxima doctora honoris causa en Comunicación. Podría ser, por ejemplo, Rosa María Calaf -que ya lo es, por cierto, por la Miguel Hernández-. O podría serlo Victoria Camps, el máximo exponente de la reflexión sobre la ética en nuestro país, comprometida también en la dignidad de los medios como miembro del CAC, cuyas obras son fundamentales en Comunicación, desde Virtudes públicas a Elogio de la duda.

O podría ser, si de nuevo apuntamos hacia un horizonte internacional, Svetlana Aleksiévich, primer Premio Nobel de Literatura concedido exclusivamente por una obra periodística de la mayor calidad ética y estética.Son sólo algunas posibilidades, pues seguro que nos han venido muchos otros nombres de grandes mujeres a la cabeza. También tendría dignas candidatas a realizar la Laudatio, comenzando por la actual decana, María del Mar Ramírez Alvarado, que con tanta dignidad conduce el Centro.

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