Plaza de España · Ávila

Matriarcado detrás de la muralla

  • Nicomedes Díaz Piquero. Conquistó Sevilla con 18 años para estudiar Bellas Artes. La reconquistó después de soldado. Siguió la estela de Teresa de Jesús, pero aguantó más tiempo y echó raíces.

SUS tres hijas, Helena, pintora, Esther, arquitecta, y Paloma, licenciada en Filología Alemana, forman una simetría esencial con tres ilustres paisanas de su padre, de Nicomedes Díaz Piquero (El Tiemblo, Ávila, 1936), nacido dos meses después de que estallara la Guerra Civil en este pueblo a orillas del río Alberche en el que aprendió a nadar.

La primera es Ximena Blázquez, heroína que preside el banco de Ávila, uno de los pocos con protagonismo femenino. Le atribuyen la gesta de que en 1110 lograra que los mahometanos levantaran el cerco. En la cerámica aparece idealizada al modo del cuadro de Delacroix. Las mujeres empresarias de Ávila le encargaron a Nicomedes un monumento a Ximena Blázquez, la mujer del gobernador que mientras que los caballeros de Ávila salieron a guerrear engañó a los que la cercaban con un ejército de mujeres disfrazadas de hombres.

La reina Isabel, personaje de una serie televisiva que es del agrado de este escultor, nació en Madrigal de las Altas Torres, en esta provincia. "En Ávila funciona un matriarcado propio de tierra de moros, porque estoy convencido de que en las casas de los moros mandaban las moras. Los abulenses superamos históricamente ese hándicap de que sea mujer, siempre será mejor una mujer justa e inteligente que un hombre tonto".

Esta semana se inició el año jubilar que prepara el cuarto centenario de la muerte de Teresa de Jesús. Ella también pasó por Sevilla. "Yo me quedé más tiempo y me entendí mejor". La autora de Las Moradas lo pasó fatal con el calor. Nicomedes llegó a Sevilla un día lluvioso de febrero de 1955. "Salí de Madrid en un tren de carbonilla, fueron a recibirme a la estación de Cádiz mis compañeros de pensión, todos estudiantes de Bellas Artes".

Nunca se cruzó Teresa de Cepeda y Ahumada con los encargos de Nicomedes. Al menos, de forma directa. Sí con los meandros del destino. Hace más de treinta años, el Ayuntamiento de Alcalá del Valle, en la provincia de Cádiz, le encargó un monumento a la emigración. Fue a una cantera de la sierra de Cabra en busca de la piedra adecuada. El propietario de la cantera le dijo que la piedra que faltaba se la había llevado otro escultor para realizar una estatua de Santa Teresa de Jesús. "Es una de las tres que hay en Ávila. Está pegada a la muralla, en el arco del mercado grande". Su autor es Juan Luis Vasallo, gaditano de Chiclana. Cruce de caminos. El mismo escultor que intentó disuadir, sin éxito, a Nicomedes para que no se marchara a Madrid renunciando a una beca de colegios mayores. "Me dijo que si me quedaba me pasaría el trabajo sobrante".

Se fue a Madrid, visitó el Prado, descubrió El Paso y Henry Moore, le enriqueció el magisterio de Lafuente Ferrari y de Eduardo Chicharro, profesor de Pedagogía del Dibujo; sobrevivió a las peleas "hasta a puñetazos" en las clases de Pérez Comendados, "que fomentaba la rivalidad entre los alumnos".

Su regreso a Sevilla tiene un punto surrealista. El artista vuelve de soldado. Lo excluyeron de las milicias universitarias. De nada le valió tener un primo comandante en la caja de reclutas de Ávila. Lo destinaron a Córdoba y por un suspiro y una tregua oportuna no fue a África. Llegó a Capitanía en Sevilla, la misma plaza en la que Ximena Blázquez acaba con el cerco musulmán.

Soldado y artista, se matricula en la Escuela de Imaginería y descubre el "humanismo" de Triana. También que las herramientas son tan eficaces para hacer raíces como la propia genética. Le tocó en herencia parte de una viña en su pueblo natal. La construcción del pantano de Burguillo cerca de El Tiemblo generó un acarreo de andaluces que se casaron con tembleñas y dejaron un mestizaje insólito. "No había radio, las músicas eran las de los propios y alguien podía ir por el monte o trillando, cantando un fandango que oyó a un vecino".

En su estudio de El Tiemblo escribió un verso de Machado al que le puso voz Serrat. No fue a París, la meca de entonces, porque se hace camino al andar. Ávila siempre gozó de predicamento en Sevilla. No sólo por Santa Teresa y su vehemencia fundadora. "En el siglo XVI viene de Ávila Juan Bautista Vázquez el Viejo con su hijo y con su ayudante Jerónimo Hernández. Encajó en el gusto y la sensibilidad de Sevilla. Hizo el Giraldillo o el Cristo de Burgos". El segundo nexo sale de la tierra, como sus esculturas. "Ávila siempre ha mirado al sol, al sur. Por los sitios de sombra no se pasea. Desde la muralla veías la Paramera, Gredos y abajo la tierra cálida. El sur es otro mundo. Y allí estaba Sevilla". Esperándolo en la estación de Cádiz. En febrero hará sesenta años.

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