Calle Rioja

Miguel Hernández, un rayo que no cesa

  • La Academia de Buenas Letras rindió homenaje al poeta con ponencias de Alfonso Guerra, su biógrafo José Luis Ferris y los especialistas en su obra Rovira y Carmen Alemany

Un momento de la intervención de Alfonso Guerra en el homenaje a Miguel Hernández.

Un momento de la intervención de Alfonso Guerra en el homenaje a Miguel Hernández. / Fundación Cajasol

Unos milicianos republicanos asesinaron en Elda a un guardia civil. Era el padre de Josefina Manresa, el amor de Miguel Hernández, la que sería su esposa. El yerno decide alistarse para defender la República. Una prueba contundente de dos de los vectores de la vida de este poeta, la inocencia y el compromiso. Así tituló Alfonso Guerra la conferencia de clausura del homenaje que la Academia de Buenas Letras le ha hecho a Miguel Hernández (1910-1942). El político y académico sevillano fue anfitrión de José Luis Ferris, José Carlos Rovira y Carmen Alemany, tres de los más reputados especialistas en la obra del poeta de Orihuela.José Luis Ferris (Alicante, 1960) lo leyó por primera vez con 14 años, concretamente La canción del esposo soldado, y le ha dedicado buena parte de su tiempo. Este profesor superó un infarto y un premio literario (ganó el Azorín de novela) para entregarse en cuerpo y alma a Miguel Hernández. "Es un poeta que te roba la energía, no me ha pasado con ningún autor".

Utiliza un símil ferroviario. "Cogió en marcha el último vagón del tren de la modernidad". "En 1616 muere Cervantes y el Siglo de Oro se cae en pedazos. España no tendrá Siglo de las Luces ni Romanticismo. ¿Qué es lo que pasa en España en el primer tercio del siglo XX?". Es el tercio de Miguel, "un gran poeta y un hombre muy desgraciado", en palabras de Guerra, que murió con 31 años después de un itinerario por trece cárceles.

En una de ellas, un compañero de presidio, Antonio Buero Vallejo, le dibujó un retrato que preside estas jornadas. El mismo dramaturgo que recopiló y publicó en la revista Ínsula en 1960 el poema El vals de los enamorados, analizado por José Carlos Rovira (Alicante, 1949), catedrático emérito de Literatura Hispanoamericana, que fue comisario del año hernandiano en el centenario del nacimiento del poeta.

Este homenaje se abrió el 8 de marzo, día de la Mujer. Ferris, que llegó a contabilizar 133 mujeres que escribían poesía en la España de los años treinta, biógrafo de Hernández pero también de Maruja Mallo, Carmen Conde o María Teresa León, explicó la biografía de Miguel Hernández con su apego a dos mujeres contrapuestas, Maruja Mallo, que acaba de volver de París de conquistar a Picasso y a Breton, que ha metido a Alberti en el surrealismo, y Josefina Manresa, andaluza de Quesada, paisana de los aceituneros altivos, mujer de moral estricta con la que rompe y a la que volverá.

Dirán del poeta que era "un rojo que se equivocó de camino". "Como diría su padre, él se lo ha buscado". El padre del poeta trabajaba con la venta de ganado y al morir su socio reclama a su hijo para que cambie los versos por el ordeño. Entre los 15 y los 20 años será pastor de cabras que lleva en su mochila libros de Virgilio, Góngora, Garcilaso, Rubén Darío. Ferris desmiente el doble cliché de poeta autodidacta y poeta pobre, aunque sí encontrará en la poesía "una forma de desclasamiento".

"Lorca le tenía alergia, la del 27 era una generación de señoritos y niños de papá"

Tanto Ferris como Rovira inciden en el papel fundamental que ejercerá en el poeta la amistad con Pablo Neruda, al que conocerá en la redacción de Cruz y Raya, Revista de Afirmación y Negación dirigida por Bergamín. En dicha revista conoce también a José María de Cossío, que le da trabajo en la Enciclopedia de los Toros. En Nueva York o en La Habana le han hecho a este profesor la misma pregunta: ¿tan buen poeta era Miguel Hernández?, como si quisieran escrutar lo que hay de calidad y lo que hay de martirologio.

Rovira abunda en el magisterio del poeta por el manejo de los clásicos: Góngora, Quevedo, San Juan de la Cruz, Villamediana, a quien descubre por Neruda, o Lope de Vega, sobre el que dará una conferencia en Cartagena en el tercer centenario de su muerte. ¿Y los demás poetas que viajaban en ese tren de la modernidad? Miguel Hernández es mucho más joven. "Vicente Aleixandre es como su hermano mayor". En casa del poeta que ganó el Nobel en 1977 conocerá en la Nochebuena de 1935 la muerte de Ramón Sijé (1913-1935). Dice Ferris que la Elegía a la muerte de su amigo es, con las Coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre y el poema de Lorca a la de Ignacio Sánchez Mejías "uno de los poemas funerarios más importantes escritos en castellano".

Cuando los poetas del 27 se reúnen en Sevilla, Hernández tiene 17 años. "Federico era Dios para él, trata de imitarlo en teatro, en poesía, en influencia literaria". Hay una doble diferencia. Su aceptación. "Lorca le dice a Aleixandre que le tiene alergia a ese chico, que si lo invita él no va a su casa. Miguel no se cuidaba, no llevaba zapatos porque le sangraban los pies, y Lorca es un señorito. La del 27 es una generación burguesa. Salvo Salinas y Guillén, que eran profesores, los demás eran niños de papá". Y su compromiso. "Miguel Hernández no quiere ir a ningún despacho. Prefiere estar cavando zanjas y enterrando amigos en el frente, donde se presenta como mecanógrafo. Cuando va al Palacio donde se reúne la Alianza de Intelectuales Antifascistas a recoger el correo, le abre Cernuda disfrazado de Sissí y ve a Alberti de domador de circo".

El profesor Rovira anunció la próxima aparición del libro Miguel Hernández, corrector de pruebas de Pablo Neruda. El poeta de Orihuela estudió francés y se atrevió a traducir a Baudelaire. En El rayo que no cesa hay reminiscencias de Petrarca y Boscán. Y la penuria del momento. "Espero venderlo todo", escribe el poeta en una carta, "para poder pagarle a Manuel Altolaguirre, que se me ofreció a editármelo".

Ferris va a publicar un libro sobre 27 mujeres del 27 y habló de una mujer fundamental para que finalmente aceptara el envite de la biografía de Miguel Hernández. "Vino expresamente a Alicante para convencerme. Era Dulce Chacón". La inocencia y el compromiso de un poeta intenso, "no hay nada en Miguel que no sea él", que se atrevió a publicar un auto sacramental en plena República.

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