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Muere Mariano Palancar, el ingeniero que libró a Sevilla de nuevas inundaciones

  • Se vino desde el Duero, donde coincidió con Juan Benet, para dirigir la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir

Mariano Palancar, durante la entrevista concedida a Diario de Sevilla en 2016.

Mariano Palancar, durante la entrevista concedida a Diario de Sevilla en 2016.

Si en Sevilla no ha vuelto a producirse una riada como el Tamarguillo, que en noviembre de 1961 dejó sin hogar a miles de sevillanos, con el dolor añadido de las victimas mortales producidas con el accidente de la avioneta de la Operación Clavel, buena parte del mérito la tiene Mariano Palancar Penella (Madrid,1924-Sevilla, 2020). Este ingeniero de caminos, con una hoja de servicios intachable, ha fallecido este martes a los 96 años.

En el Ayuntamiento se recibió con cierta incredulidad que la nueva alcaldesa, Soledad Becerril, la primera de la ciudad, contara en su nuevo equipo de concejales en 1995 con un hombre que ya había cumplido los setenta años. Mariano Palancar ya traía todos los deberes profesionales hechos. En 1968 cambió el Duero por el Guadalquivir para dirigir la Confederación Hidrográfica del río al que Góngora llamó gran señor de Andalucía.

“El Duero es mi juventud y el Guadalquivir mi madurez”, me dijo en la entrevista que le hice para la serie Plaza Nueva, sentado bajo un retrato de su abuelo Manuel Penella, el músico compositor de obras inmortales como ‘El gato montés’. Este ingeniero de caminos era primo hermano de tres de las nietas de dicho músico, las actrices Emma Penella, Terele Pávez y Elisa Montes. En su etapa castellana, dirigió las obras del pantano del Porma, donde también trabajó su colega y escritor Juan Benet, con el que tuvo serios enfrentamientos.

El ingeniero también fue un amante de la música y la escritura. El ingeniero también fue un amante de la música y la escritura.

El ingeniero también fue un amante de la música y la escritura. / Belén Vargas

Amante de la música con tan ilustres precedentes, también le gustaba escribir. Cuando cumplió 92 años, sus hijos (el mayor, Mariano, siguió su estela profesional) le ayudaron a publicar un libro con algunas de sus reflexiones y de algunos de sus autores favoritos. Siempre destacaba la de Antonio Machado: “En España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa”.

Por su suelo freático y la proximidad del río, Sevilla era una ciudad sometida a periódicas inundaciones. A Palancar no le tembló el pulso para escribir a los descendientes de Queipo de Llano y decirles que el Ayuntamiento tendría que entrar para hacer unos sondeos. La Corta de la Cartuja propició el desvío del cauce del río y permitió que años después se organizara en esos terrenos la Expo del 92. La alcaldesa le encomendó el mando de las empresas municipales Emasesa y Tussam.

Fue el primero que implantó en la ciudad la zona azul para racionalizar los aparcamientos. El 1 de septiembre de 1951, una década antes de la riada del Tamarguillo, se casó con Luisa Sánchez, la cómplice de sus cinco hijos, diez nietos y cinco bisnietos. Se ha muerto en plena pandemia del coronavirus, con una ciudad en la que se ha parado el reloj de las fiestas. “La Semana Santa y la Feria son manifestaciones del pueblo, del alto y del bajo, de la gente, y eso es estupendo, lo bien que se lo pasa la gente con sus cosas sencillas”, me decía bajo el retrato de su abuelo.

Le gustaba enviar cartas a los periódicos y siempre mantuvo viva su inquietud sobre los asuntos que nos concernían a todos. El Ateneo le brindó un homenaje en el que se repasó su impresionante trayectoria.

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