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El urbanismo que viene

RUE32: Sevilla rompe con el estigma de la vivienda social

  • Emvisesa reinventa el modelo de la casa de vecinos con un tipo de alojamiento colaborativo novedoso en España que extenderá antes de 2025 a toda la ciudad

Solarium en la terraza de la residencia RUE32.

Solarium en la terraza de la residencia RUE32. / José Ángel García

José Manuel Palma tiene 72 años, está viudo, ha trabajado toda su vida como carnicero de supermercados Cobreros y en su jubilación disfruta de su afición a la jardinería, su huerto urbano y la guitarra. Rosario Cifuentes, que por edad podría ser su hija, es una ilustradora divorciada y con dos hijos adolescentes que está reencontrándose con el arte y retomando su carrera profesional. Sofiia Lytvynyuk tiene 29 años, es una estudiante ucraniana que lleva ya una década en Sevilla, domina cuatro idiomas –el ucraniano, ruso, inglés y español–, es voluntaria y trabaja como traductora e intérprete. También es menor de 35 años Daniel Benjumea, un joven docente sevillano que imparte sus clases en un instituto de Formación Profesional.

La ilustradora Rosario Cifuentes en el rincón creativo montado en su apartamento. La ilustradora Rosario Cifuentes en el rincón creativo montado en su apartamento.

La ilustradora Rosario Cifuentes en el rincón creativo montado en su apartamento. / José Ángel García

¿Cuál es el hilo que une a estas cuatro historias? Podría titularse RUE32, el nombre de la residencia que gestiona la empresa municipal Emvisesa y que es hoy referente en España de un sistema pionero y muy de moda en el mundo. Se trata de un alojamiento colaborativo, coliving se denomina también en el entorno de la vivienda, y supone un nuevo concepto de servicio público que, explicado para todos los públicos, es una reinvención de las casas de vecinos.

Es realmente ese entorno antiguo el que evoca esta residencia, pensada como un espacio mixto para distintos colectivos que encuentran intereses comunes y fomenta un tipo de convivencia sana y colaborativa. Y a ello se contribuye también desde la propia arquitectura y diseño del complejo al tipo de gestión, pues también se trataba de ofrecer algo intermedio entre la vivienda social permanente y la atención a colectivos que necesitan un alojamiento con cierta urgencia y dotado de todos los servicios y suministros.

José Manuel Palma, uno de los residentes de RUE32, tocando la guitarra en su vivienda. José Manuel Palma, uno de los residentes de RUE32, tocando la guitarra en su vivienda.

José Manuel Palma, uno de los residentes de RUE32, tocando la guitarra en su vivienda. / José Ángel García

Sofiia Lytvynyuk, estudiante y voluntaria ucraniana, en su apartamento de RUE32. Sofiia Lytvynyuk, estudiante y voluntaria ucraniana, en su apartamento de RUE32.

Sofiia Lytvynyuk, estudiante y voluntaria ucraniana, en su apartamento de RUE32. / José Ángel García

En concreto, RUE32 nace para atender a grupos con necesidades especiales, como son personas pertenecientes a la comunidad investigadora, educativa o deportiva; emigrantes sevillanos retornados; personas que desean permutar su vivienda en la modalidad de realojo simultáneo; personas procedentes de rupturas de unidades familiares; menores de 35 años y mayores de 55 años y también beneficiarios de actuaciones de realojo, rehabilitación o regeneración urbana. Todos ellos encuentran un alojamiento por un precio que oscila entre los 298 y 596 euros mensuales, dependiendo del periodo de estancia, y con altas prestaciones, pues se incluyen los suministros de luz y agua, aire acondicionado y calefacción, wifi y hasta un servicio de limpieza. 

Daniel Benjumea corrige exámenes en una de las salas comunes de la residencia. Daniel Benjumea corrige exámenes en una de las salas comunes de la residencia.

Daniel Benjumea corrige exámenes en una de las salas comunes de la residencia. / José Ángel García

Esta nueva forma de habitar implantada ya en el barrio de Sevilla Este es, en la forma, lo más parecido a un apartahotel y, sin duda, rompe con los estigmas de la vivienda social cuyo fracaso, en un alto porcentaje, se produce por problemas de convivencia. La residencia está concebida para que sea un espacio donde la comunidad esté bien conectada y sea posible su interactuación, algo que explica que exista incluso un área con barbacoa, un solarium con ducha, tres salas para usos múltiples de estudio y trabajo y también para convivencia en un espacio ideado como cafetería. Todo esto se facilita con un control por parte de Emvisesa que dota al edificio de un servicio de conserjería y la presencia física de una gestora de la empresa municipal. Esta cara visible que dirige la energía positiva que se respira en RUE32 es Maite Sánchez y su papel es también fundamental para dinamizar esta comunidad de vecinos, 32 unidades a las que se suma una plantilla de mantenedores y limpiadores que forman ya parte de esta particular familia que, a pesar de las limitaciones por la pandemia, ya ha celebrado algunas jornadas de convivencia.

José Manuel Palma cuida las plantas de su vecina Rosario Cifuentes y no duda en sacar un tupper de comida al primero que pasa por su puerta celebrando los olores que salen de sus fogones. “Si le tengo que reñir le riño, como a cualquiera de mis tres hijas”, advierte el jubilado mientras relata el origen aristocrático de su segundo apellido Rodríguez de Quesada y pide perdón por ocupar parte del tiempo de los demás con batallitas. Las disculpas no son necesarias y, de hecho, no le cuesta encontrar voluntarios entre su vecindario para que le acompañen a su huerto de Alcosa para ir a sacar zanahorias o lechugas. Pero este viernes ha preferido practicar un poco con una de sus guitarras. “La música es algo que entiendo y me ofrezco a enseñar a los niños de mis vecinos”, comenta este residente que llegó hace unos diez meses sin apenas movilidad y hoy está dando color con sus plantas al edificio y a su comunidad, entre la que hay varios artistas.

Maite Sánchez, gestora de Emvisesa en el coliving de RUE32. Maite Sánchez, gestora de Emvisesa en el coliving de RUE32.

Maite Sánchez, gestora de Emvisesa en el coliving de RUE32.

Uno de ellos, músico, ensaya habitualmente en una de las salas, lo que evita molestias al resto. Y en la contigua Daniel Benjumea, el profesor de deporte, aprovecha para corregir los exámenes de sus alumnos en una mesa amplia y con tranquilidad. Para algunos colivers, las distancias y la deficiente comunicación en transporte público que sufre esta zona de la ciudad es un hándicap que se compensa, no obstante por el buen servicio y la convivencia que existe en la residencia. Pero hay casos como el de este profesor en el que ni siquiera existen esas barreras pues Sevilla Este es su barrio, donde reside su familia, y donde tiene su centro de trabajo. Daniel Benjumea se siente en casa que una de sus vecinas, Rosario Cifuentes, ha bautizado como “su templo”. Apartamentos pequeños y casi idénticos, amueblados, que cada uno ha personalizado. Predomina el rosa, hasta en su pelo, en el de la estudiante ucraniana, que se sincera y reconoce que le cuestan las tareas domésticas y por ello el servicio que incluye el precio del alquiler es una bendición, “sobre todo porque las encargadas de ello son ya mis amigas”, comenta mientras despide a de otra amiga ucraniana que se está alojando con ella temporalmente, pues vino de visita y el conflicto en su país le impide ahora volver. “Viendo la situación de Ucrania ella está encantada, dice que aquí en Sevilla todo está perfecto, no me puedo quejar ni del clima”, comenta agradecida por las muestras de apoyo sincero que está recibiendo estos días en solidaridad con su pueblo. “Yo tengo una discapacidad y pienso que puedo ser más útil aquí, atendiendo en la Cruz Roja, donde soy voluntaria, que viajando a mi país para empuñar un arma”, explica desde su pequeño rinconcito de Sevilla.

Arquitectura sevillana en RUE32. Arquitectura sevillana en RUE32.

Arquitectura sevillana en RUE32. / José Ángel García

A pesar de que sus perfiles son muy distintos, los residentes comparten siempre puntos de encuentro. Ella, que se ofrece a dar clases de inglés a otros colivers o sus hijos, celebra las conversaciones que tiene un profesor de Filosofía, la carrera que estudia, en las salas comunes. Y todos, a la pregunta de si han mejorado personalmente tras instalarse en RUE32, responden un sí. 

Rosario Cifuentes nunca pensó que podría encontrar un alojamiento así, asequible a su bolsillo tras sufrir un desahucio. Fue la primera que se instaló en el edificio, en vísperas de la Navidad de 2019. Sofiia Lytvynyuk da las gracias cada día por la suerte de haber podido acceder a esta vivienda, aunque asegura que su camino ha sido largo y duro también. 

La demanda es alta y la ocupación casi plena. “La idea es que haya temporalidad, pero no hay que confundir eso con precariedad. La intención e que los residentes vayan abandonando el alojamiento conforme mejoren sus condiciones de vida y ellos mismos demanden otra cosa”, explica Felipe Castro, el gerente de Emvisesa. Según cuenta, hace cinco años que empezó a plantear este modelo de vivienda colaborativa que, aunque no tiene un referente claro, sí que recuerda a las experiencias de países nórdicos de los años 60 y 70 donde se hacían grandes intervenciones de viviendas  sociales para clases trabajadoras . “Pero realmente somos pioneros en España”, explica distinguiendo esta fórmula de lo que se conoce en Madrid y Barcelona como coliving y que nace de la iniciativa privada y para buscar una mayor rentabilidad en zonas premium de grandes ciudades. Es un modelo con sello sevillano que se extenderá en los próximos tres años a toda la ciudad y que, seguro, será generando más hilos y historias de arquitectura social con alma.

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