Sevilla

Reencuentros en la pequeña ONU

  • El colegio de infantil y primaria San José Obrero, en el barrio de El Cerezo, alcanza una ratio de alumnos extranjeros superior al 50% · La convivencia intercultural es "muy buena", según maestros y padres

Mercedes pide a sus alumnos que se sienten, son las 10:00 y las clases del colegio San José Obrero, en el barrio de El Cerezo, comienzan su rutina tras el verano. Acto seguido repasa, en voz alta, la lista de alumnos mientras éstos escuchan en sus pupitres y responden: "Presente". Hasta aquí todo es normal, pero el particular listado enriquece culturalmente a este centro escolar donde más del 50% de los chicos son inmigrantes o hijos de éstos. Los nombres de Mikhail, Abdel, Usnavi, Mario Andrés se mezclan -con aparente armonía- en el sumario con los Antonio, José Manuel o Carmen.

Ayer fue sólo un calentamiento de motores. "Las clases de verdad comienzan el martes", dice Saida, una marroquí que lleva más de 20 años en España, mientras alerta a su hijo Ismael, de 5 años, para que no corra tan "a lo loco". El chico resbala en un intento por entrar el primero en el patio. "Está impaciente desde hace días, el domingo se acostó pronto para no tener sueño al empezar el cole", matiza la madre. Con tantas nacionalidades la pregunta inicial es saber cómo es la convivencia en las aulas. "Nosotros no hemos tenido ningún problema nunca, los niños se pelean, sí, pero al menos en mi caso, son por tonterías, nunca nada serio", analiza Saida. No opina lo mismo Elsa, trabajadora boliviana y madre de Jimmy: "A veces no quiere venir a clase porque algunos chicos le llaman tostado".

Los problemas no van más allá y siempre son atajados a tiempo por los profesores, en primera instancia, o por los mediadores culturales. Esta figura tiene gran relevancia en esta pequeña Babilonia. Abdelaziz es el "puente entre las familias y el colegio", aclara. Lleva trse años trabajando con los niños y sus padres para que la convivencia sea perfecta. "Siempre se facilita la llegada a los nuevos alumnos, se pretende que sus vínculos familiares también se involucren en las actividades que organice el centro", comenta este mediador. Él también es padre de un alumno de 8 años que, durante el año pasado, estuvo compartiendo aula con niños de hasta 13 nacionalidades distintas. Una pequeña y entrañable ONU.

Juan y Carmen, de 31 y 28 años, respectivamente, son los padres de Juan Manuel que, de mayor, "quiere ser mecánico, como papá", dice. En su clase de infantil compartirá plastilina y lápices de colores con niños de Perú, Ecuador, Argelia, Rumanía y Ucrania, entre otros. "Lleva ya un año aquí y nunca hemos tenido ningún problema", comenta Carmen. "Esta mañana hemos venido los dos a traerlo al colegio, porque estoy de vacaciones y no quería perdérmelo, pero a partir del miércoles, vendrá mi mujer", dice Juan.

Para Pepus, maestra desde hace dos años en el San José Obrero, la convivencia es "muy buena". Lleva una clase de cuarto de primaria en la que se reúnen chicos de 11 procedencias distintas. "Los padres inmigrantes son muy responsables de la educación que reciben sus hijos", destaca la educadora. Los alumnos extranjeros siempre poseen tal conocimiento de sus propios países que "ya lo quisieran para sí los niños españoles", comenta. Cada comienzo de curso siempre le ocurre lo mismo: "Los nombres de los alumnos no sé si son de niño o de niña. Cuando contestan, me aclaro".

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