Ruta ferroviaria del camino de Santiago
calle rioja
Desplazamiento. El tren de las 07:33 del sábado iba lleno de béticos que viajaban a Madrid para ver a su equipo en el Santiago Bernabéu
El AVE de las 07:33 del sábado iba lleno de béticos que viajaban a ver a su equipo en el Santiago Bernabéu. Todo el viaje fui tarareando la canción de Fito y Fitipaldis que sonaba en el taxi que nos llevó a la estación. Soldadito madrileño. Los niños de la película que proyectaron parecían sobrinos de Haaland.
Andrea iba también al fútbol. Esta niña viajaba con su primo, su tío y su abuelo. La niña hacía unas preguntas divinas. A su tío: "¿Cuánto vale un avión para ti solo?". A su primo: "¿Has montado alguna vez a caballo?". El primo, que sabía mucho de aviones, le dijo que era alérgico a los animales con pelo. Otto Preminger decía que nunca hizo un western porque no le gustaba rodar con caballos. El tren es un caballo sin pelo con crines de humo (ya simbólicas). El caballo de hierro. El tío y el abuelo de Andrea hablaban de fútbol y de los buenos caracoles que suelen tener los bares de la barriada del Juncal. O la Juncal.
Mi hijo Paco me acompañaba en el viaje. Ya sabe que siempre me acerco a la cafetería cuando el tren pasa por Puertollano, donde crecí, y por Ciudad Real, donde nací. Era su segunda visita al Santiago Bernabéu. La primera fue el 16 de agosto de 2016. Otra Andrea, mi hija, volaba a los Estados Unidos y tras despedirla nos fuimos al estadio del Paseo de la Castellana a ver un amistoso Real Madrid-Stade Reims. El saquel de honor lo hicieron los octogenarios: Raymond Kopa y Paco Gento. Ya fallecidos.
Dicen las estadísticas que el Betis llevaba cinco visitas seguidas al Bernabéu sin encajar un gol. En una de ellas ganaron con un solitario gol del paraguayo Sanabria. Triunfo que le hacía mucha gracia al dermatólogo Ismael Yebra, socio del Betis, ahora cuidando la piel de Gento y de Kopa en el cielo de los buenos. Del Betis y del Zamora, que no se tomó en una hora.
Este viaje era otra forma de hacer el camino de Santiago. Cogemos el Metro en Atocha, hacemos trasbordo en Tribunal y nos bajamos en la estación Santiago Bernabéu. En el andén, una foto gigante del mítico presidente y su biografía. Nació en Almansa en 1895. Por edad, era de la generación del 27. Vino al mundo tres años antes que Lorca y Aleixandre, presidió un equipo fundado el año que nacen Alberti y Cernuda (1902) y colgó las botas como futbolista en 1927. En diciembre de 2022 se cumplen 75 años de la terminación del estadio que ahora somete a una profunda reforma su actual presidente, el constructor y ex concejal de la UCD Florentino Pérez.
Calles de andaluces universales en las inmediaciones del estadio: Juan Ramón Jiménez, Manuel de Falla. También la calle Doctor Fleming, que en tiempos, cuando Ángel Palomino escribió su novela sobre la Costa Fleming, fue famosa y no precisamente por la penicilina. Mucha hermandad en los alrededores. La doble militancia de Del Sol y Gordillo ha hecho mucho por esta entente cordial. Dos brasileños marcan los goles del Madrid. En el descanso, en la zona vip, tres jóvenes hablan de otros dos brasileños: Lula y Bolsonaro.
El Metro de Madrid es de la época del equipo. Absorbe sin apreturas el gentío que sale del estadio. Cuatro señoras que parecen venir del teatro de ver a Lina Morgan, cada una moviendo un abanico, se colocan como pueden. No sabían que había fútbol, preguntan y alguien les dice que ha ganado el Madrid al Betis. "Pues ya tengo a mi marido entretenido", dice una de ellas.
Antes que el tren de Sevilla para la vuelta sale el de Barcelona-Sants. Justo a la hora en la que comienza el Sevilla-Barcelona. Los partidos de fútbol tienen formato de trayectos ferroviarios. Vuelve menos gente de la que fue. Un padre con sus dos hijos: ella, con la camiseta del Madrid; él, con la del Betis. Un viajero con una camiseta en cuyo dorso se lee Stosic levanta a otro que lleva una de Fekir. La veteranía es un grado.
Medio vagón va viendo por diferentes conductos móviles el Sevilla-Barcelona. Alguien habrá que siga con los cascos la película. Yo la letra, tú la música, con Hugh Grant y Drew Barrymore. Van llegando los goles y sube el runrún de los comentarios. Frente a mí, una joven se aísla del estadio virtual, se acaba de hacer de noche. Lee con fruición un libro que no deja de subrayar. En la portada, un aborigen camerunés. Se titula El antropólogo inocente, de Nigel Barley. Un antropólogo inglés nacido el año que terminaron las obras del Bernabéu. No veía trenzarse las alas de Levandowski y Malinowski desde que el profesor de Antropología Alberto del Campo presentó su libro sobre fútbol en La Carbonería.
El tren vuelve a pasar por Ciudad Real y Puertollano. Ya es noche cerrada. Aparecen iluminadas las atracciones de las fiestas patronales de la segunda localidad. La lectora de antropología se baja en Córdoba. Barley vivió en Camerún y el libro cuenta sus vivencias. El país de Samuel Eto'o, el único camerunés que consiguió el Pichichi, que jugaba en el puesto de Levandowski. La prensa habla de la última gran novedad editorial: la nueva novela del Nobel sudafricano Coetzee, El pianista. La historia de un pianista polaco que viaja a Barcelona y se enamora. El futbolista de ese país se enamoró de la comida de Robles cuando vino a Sevilla con su selección a disputar la Eurocopa. Ahora habrá repetido. O se la habrán llevado en Glovo.
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