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Patrimonio El templo es una seña de identidad de un barrio obrero y contemporáneo

SOS por la 'catedral del Polígono'

  • San Ignacio de Loyola, iglesia moderna protegida y fruto de la colaboración entre los arquitectos Luis Recasens y Antonio Peña con el pintor Santiago del Campo, en peligro debido a los problemas causados por las lluvias

La noticia saltó la semana pasada en las páginas de los periódicos dedicadas a las cofradías: la hermandad del Polígono de San Pablo suspendía su quinario debido a la situación en la que se encontraba su templo parroquial. Sin embargo, nadie resaltó que San Ignacio de Loyola es una iglesia con indudables valores artísticos y arquitectónicos que se inserta en el escaso y siempre maltratado Movimiento Moderno de Sevilla, por lo que cuenta con un grado de protección B dentro del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU).

En la catedral del Polígono de San Pablo convergen el saber hacer de los arquitectos Luis Recasens Méndez y Antonio Peña Neila con el del artista Santiago del Campo, desmintiendo el tópico de que es imposible hacer una arquitectura religiosa contemporánea. Todo este legado peligra ahora por los continuos problemas de humedades y goteras que se multiplican en el templo debido, en gran parte, a la pobreza de los materiales con los que se construyó la iglesia (no hay que olvidar que se edificó entre 1962 y 1963 como centro espiritual de una barriada obrera). San Ignacio es, además de una iglesia, una referencia para un barrio que no cuenta apenas con patrimonio histórico y que necesita hitos que refuercen su identidad.

Según narran algunos, el pintor Santiago del Campo bromeaba al afirmar que "menos decir misa, he hecho de todo en esa iglesia". No le faltaba razón, el pintor de origen cordobés se volcó en la decoración del templo, para la que realizó las pinturas del curioso baptisterio, las tablas de los reclinatorios de la capilla sacramental, el original y moderno vía crucis de la nave principal, las lámparas de hierro fundido, las metopas del coro y el impresionante crucificado que preside la nave principal. Un amplio patrimonio apenas valorado.

Pedro Fernández Alejo, sacerdote trinitario y párroco de San Ignacio de Loyola, recuerda que los problemas se remontan, al menos, a cuando él llegó a la iglesia en 2003. "Algo ha mejorado el estado del templo. En aquella época llegamos a poner 30 cubos para recoger el agua de las goteras", indica.

El párroco, también responsable de la Pastoral de Presos, insiste en que la pobreza de los materiales "con ladrillos de mucha arena y cal y poco cemento" es uno de los principales causantes del problemas. "Ya han venido los técnicos del Arzobispado y han dicho que la iglesia no tiene problemas estructurales, pero que deben hacer catas en el artesonado para examinar su estado y ver si supone un peligro para los feligreses". El artesonado es un impresionante y moderno (aún hoy en día) techo de madera que podría estar gravemente dañado por la humedad, una pieza que, en cualquier caso, no se debería perder.

Aunque las cosas están mejor, los cubos siguen adornando la nave principal. "Mientras sigan las lluvias, los feligreses no pueden entrar por la puerta principal, sino por el patio", afirma el párroco de esta iglesia mientras en el exterior empieza a llover.

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