ESTE pueblo del Aljarafe es una Atenas andaluza, tiene el ágora entre las raíces del mosto y los olivares. Salteras tiene dos filósofos. Tenía, porque uno de ellos acaba de fallecer. El otro es Emilio Lledó, Hijo Predilecto de Andalucía, que el próximo 5 de noviembre cumple 92 años y le da nombre a la biblioteca municipal de ese pueblo del Aljarafe sevillano. El otro se llamaba Ruperto Vázquez y entró en los anales de la Filosofía como Ruperto de Salteras en un artículo de Antonio Mozo Vargas, enciclopedista del periodismo anterior a la Wikipedia. Diderot de los cíceros.

Cada 2 de enero quedaba con sus amigos para celebrar su cumpleaños. Presumía de ser de la primera semana del año, como el rey emérito Juan Carlos, un año más joven. Ruperto nació el 2 de enero de 1939. Ha muerto con ochenta años. A esas citas nunca faltaba su amigo del alma Máximo Valverde, el galán por antonomasia del cine español del destape. Ruperto se murió el mismo día que sacaban la momia de Franco de Cuelgamuros. El destino siempre hila fino y esa coincidencia era como una bofetada de hastío, un castizo queosdén. Los periódicos siempre fueron diarios hechos por noctívagos. Las noches de Diario 16 Andalucía las custodiaba Ruperto Vázquez, llamado para ese cometido por su amigo Santiago Sánchez Traver, que últimamente no gana para visitas a los tanatorios. Este periodista era otro de los participantes en aquellas reuniones de todos los 2 de enero para reividincar la insultante inmortalidad de Ruperto de Salteras, que había firmado un pacto con el diablo para seguir siendo un seductor hasta que la guadaña se encaprichara con su palmito.

Mucho antes de que los populismos se apropiaran de este concepto, Ruperto encarnaba la aristocracia del pueblo, tendía puentes mágicos entre el glamour y la gañanía. Se entendía a la perfección con marqueses y mayorales en Pineda o en la Maestranza sin perder ni un ápice de su apego a la tierra y sus aranzadas. El redondel de la Maestranza se convirtió en Sevilla en un palimpsesto de la historia de las civilizaciones. Por orden cronológico, aparecen en los carteles un Faraón (Curro Romero), Espartaco y El Cid. Egipcios, romanos y cristianos. Parece un curso de Historia Antigua y Medieval de Juan de Mata Carriazo. El Cid por Manuel Jesús Cid, diestro de Salteras, sobrino de Ruperto, que en sus gustos taurinos no se casaba con nadie. En los demás tampoco. Permaneció soltero porque como buen filósofo era antológico y ontológico: le gustaban todas. A todas cortejaba y galanteaba con una pleitesía de sultán de rosario y simpecado.Su sobrino ha empezado a despedirse de los ruedos, su campo de batalla, justo cuando Pérez-Reverte ha novelado la historia del personaje que llevaba su nombre. En sus inicios, la mediación de Ruperto fue fundamental para una cabriola entre el Maestranza y la Maestranza, entre los palcos y los tendidos. En abril de 1999, la primera primavera de este periódico, se estrenaba en el teatro que diseñaron para la Expo Aurelio del Pozo y Luis Marín de Terán la ópera El Cid, de Jules Massenet. Después de una charla en el bar Las Piletas, escala de monteras ilustres, hicimos la foto delante del cartel de la ópera, Plácido Domingo en el elenco, con la espada del torero de simbólica Tizona. Faena redonda.

En los albores de nuestra amistad, un coche de caballos llegó por Martínez Montañés a la casa sevillana que fue sede de Radio 16 y de la primera redacción de Diario 16 Andalucía, en la primavera de 1982. Con el cochero, venían dos hombres con sombrero de ala ancha. Uno era Juan Tomás de Salas. El otro, Ruperto de Salteras. Uno de los dos filósofos del pueblo famoso por sus carnes. Un aristócrata del pueblo con hechuras de Villalón y sentencias de El Cabrero.