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Sevilla

Sevilla se llena de mendigos

  • Más de cien personas piden limosna a diario en el centro de Sevilla. El número de pedigüeños crece con la incorporación de rumanos desempleados.

Están apostados en las esquinas de las calles comerciales de la ciudad, esperando en la puerta de alguna iglesia o en las inmediaciones de bares y cafeterías. Cuando se cansan, se pasean de velador en velador en busca de alguien que les dé algo de dinero. Todos llevan un cartel en el que explican la situación por la que atraviesan, portan un vaso o un plato en el que la gente puede depositar unas monedas. Algunos son músicos. Otros son tullidos, que presentan malformaciones congénitas o tienen su cuerpo mutilado producto de algún accidente. No suelen ser violentos ni agresivos, aunque en alguna ocasión la Policía ha sorprendido a alguno de ellos robando a ciudadanos descuidados.

Sevilla se ha llenado de mendigos de un año a esta parte. Siempre los hubo, pero la población de indigentes de la ciudad estaba estancada desde hace mucho tiempo. A los pedigüeños autoctónos se les han unido decenas de inmigrantes rumanos, muchos de los cuales trabajaban en el campo hasta hace unos años y se quedaron en el paro con la llegada de la crisis económica. Familias enteras de gitanos rumanos bajan cada día del Aljarafe para pedir en el centro de la ciudad. Algunos son menores cuyos padres los inducen a la mendicidad para tratar de dar más lástima y conseguir así más dinero. Entre ellos hay también carteristas reconvertidos, que se han dado cuenta de que pedir en la calle les resulta más rentable que robar porque el casco histórico de Sevilla es una zona ultravigilada, tanto por las cámaras de vídeo de los comercios como por las unidades especializadas de la Policía Nacional y de la Policía Local: los grupos Hércules y Giralda.

El número de robos ha descendido de manera notable en los últimos meses en el centro de la ciudad, pero las calles se han llenado de mendigos. La Policía ha identificado en los últimos seis meses a más de cien personas que practican la mendicidad sólo en el casco histórico. En estas estadísticas se incluyen también los rebuscadores de basura. Los agentes de ambos cuerpos controlan todos los movimientos de estos pedigüeños y están muy atentos cada vez que se detecta a un menor pidiendo en las calles. Esta misma semana fueron imputados el padre y el tío de uno de ellos por obligar a un niño de 12 años a pedir. Otro menor que ejerce la mendicidad, aunque parece que tiene más edad, suele colocarse en Sierpes y Puente y Pellón. Es fácilmente identificable porque tiene medio cuerpo quemado y le falta un brazo, lesiones que sufrió al recibir una descarga eléctrica cuando intentaba robar cobre en una subestación de la provincia de Sevilla. Suele exhibir sus llagas para dar pena a los viandantes.

Es menor por sólo unos meses. Está a punto de cumplir los 18 años y ya está casado y tiene un hijo pequeño. La Policía ha enviado un atestado a la Fiscalía de Menores informando de que este chico pide en la calle. Además de eso, y aparte de pedirle que se tape las quemaduras y cicatrices cada vez que lo ve, la Policía poco puede hacer porque no ha detectado a ningún familiar que lo obligue o induzca a mendigar. No hay ninguna normativa que prohíba pedir dinero en la calle y sólo existen unos preceptos de la ordenanza municipal de fomento de la convivencia, conocida popularmente como antivandálica, que prohíbe la mendicidad cuando hay coacciones de por medio.

Es precisamente la cláusula que se le aplica a los gorrillas, que la ordenanza considera como una especie de extorsión. En el caso de los pedigüeños, la Policía sólo podría actuar en el caso de que molesten o increpen a los ciudadanos o de que cometan algún robo. Según la ordenanza, lo único que pueden hacer los policías cuando detectan estas personas en la calle es dar parte a los servicios sociales del Ayuntamiento de Sevilla. El Consistorio ha realizado numerosas batidas contra los asentamientos ilegales y cada semana suele limpiar y desalojar los soportales de la calle Imagen, donde pernoctan varios sintecho.

En el caso de los rumanos, la mayoría de ellos no son indigentes. Suelen residir en pisos o en asentamientos en poblaciones del área metropolitana de la capital en las que hay colonias importantes de ciudadanos de este país del Este de Europa, como San Juan de Aznalfarache o Guillena. La mayoría de ellos eran trabajadores del campo que se han visto afectados por la crisis y llevan ya muchos meses sin encontrar tajo en las labores agrícolas. Están organizados por familias y varias furgonetas los traen a Sevilla cada mañana y los dejan en puntos como Santa María la Blanca o Reyes Católicos. Desde ahí se reparten por las diferentes ubicaciones en las que piden a diario. Al caer la noche, vuelven a sus casas y reparten el dinero obtenido entre el clan.

Una de las familias de pedigüeños es muy característica porque sus miembros presentan unas graves malformaciones congénitas en las piernas. Tienen las extremidades completamente dobladas y caminan ayudados de muletas. Es un clan muy endogámico, en el que sus miembros se casan entre ellos y en el que la mayoría de los niños que nacen tienen también los mismos problemas.

El pasado domingo, la Policía detectó una furgoneta descargando a varias personas en Santa María la Blanca. Fueron identificadas en total seis mujeres y el conductor del vehículo. El día anterior, también se identificó a una mujer que se dedica a pedir por el centro, pero a la que los comerciantes señalan como autora de varios hurtos a clientes de bares cuando tiene ocasión de llevarse alguna pertenencia, como dinero o teléfonos móviles. Pese a ello, la mayoría de los mendigos de Sevilla no son violentos ni agresivos. Como dice una empleada de una zapatería de Puente y Pellón, "sólo son muy pesados". "Están todo el día pidiendo una ayudita humana y a veces tenemos que echarlos de la tienda. Y alguno tiene un pelín de cara, porque le damos comida y se la guardan para seguir pidiendo dinero".

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