TIEMPO El tiempo en Sevilla pega un giro radical y vuelve a traer lluvias

calle rioja

Sevillanos que lloran cuando cantan

  • Afinidad. Cómplices de tantas historias, Manuel Melado y Ángel Vela cruzan el puente de sus paradojas para firmar un libro donde se mezclan lo más íntimo y lo más popular

Manuel Melado y Ángel Vela, con Eligio González (izquierda), de Mariscos González, en una imagen de la Feria.

Manuel Melado y Ángel Vela, con Eligio González (izquierda), de Mariscos González, en una imagen de la Feria.

Parece una contradicción in terminis. "Que quiere sabé la gente /las razones escondías / de por qué no paso el puente". Y Ángel Vela, autor de esta hermosa soleá, pasó el puente por razones de causa mayor. A la calle Sierpes, nada menos, para presentar en el Mercantil con su amigo Manuel Melado, cómplice de tantas cosas, el libro Cantares (Samarcanda), con el subtítulo Entre dos orillas. En la imagen de portada, bellísima, la Torre del Oro entre cirros que parecen pintados por Cabral Bejarano, se permiten una licencia poética, porque está tomada desde el puente de Triana, oficialmente llamado de Isabel II, y se ve el de San Telmo.

Hay en este libro poesía íntima, de susurros, de interiores, rezos con rima -¿no son los móviles las nuevas cuentas del rosario?-, y poesía multitudinaria. Pérez-Reverte y Eduardo Mendoza no han tenido juntos tantos lectores como las personas que en cualquier parte del mundo han oído las Sevillanas para conquistar, "mírala cara a cara que es la primera..." o ese atlas de los lugares colombinos que es el poema Quiero cruzar la bahía que, por sugerencia de Pascual González, Melado convirtió en sevillanas, con un estribillo que se convirtió en himno oficioso: "Por la bahía, / yo quiero ser marinero, / por la bahía, / bajo el azul de los cielos / por el mar de Andalucía".

Su Magdalena sevillana es una media geográfica entre calle Sierpes y el Altozano

"Sin filigranas, sin virguerías, sin figuras literarias que distraigan al lector y que desfiguren el mensaje". Así ve las soleares Paco Robles en su ajustado prólogo en el que sale el profesor de Literatura que lleva dentro. "La soleá es la madre de Andalucía", añade, "Lo dijo Bécquer cuando vio que la poesía del futuro tendría que hundir sus versos en la sabiduría popular que le servía de cimiento al flamenco".

Es el prólogo una clase de Literatura de la buena, con paradas en Rafael Montesinos, Manuel Machado, Juan Ramón Jiménez y el poeta que dibujó el perfil del aire. "Lean y disfruten, porque el andaluz llora mientras canta para no dejar por embustero a Cernuda".

Ángel Vela cruzó el puente, pero no el de Triana como se aprecia en la portada, el mismo puente que hace tres años cruzó en sentido inverso Manuel Melado para pregonar la Velá de 2014. En la presentación, junto al editor Daniel Pinilla y la vicepresidenta del Círculo Mercantil, Ángela Balbuena, no exageré cuando comparé los paseos de Angel Vela y Melado por cualquier calle de Sevilla o de Triana con el que dieron Boscán y Navagiero por los jardines del Generalife, en lo que se considera la Piedra Rosetta del Renacimiento. Tampoco fanfarroneaba cuando mencioné a Diderot y D'Alembert. Vela y Melado son dos enciclopedistas de la Sevilla de siempre y en los versos de ambos hay desgarradores testimonios.

Un enciclopedismo que en el caso de Ángel Vela lo convierte en autoridad imprescindible si uno quiere saber del cine de Triana, de los flamencos de Triana, de la historia del arrabal más cosmopolita de la Bética. Y en el caso de Melado, este peluquero de Amor de Dios ha tocado todos los palos: la poesía, el pregón, el ensayo, la exégesis, hasta la novela erótica. En este libro se multiplica en soleares, fandangos, saetas, seguidillas, villancicos, sevillanas y coplas. A diez días del verano, tiene letras para las cuatro estaciones.

En el segundo de los tres textos de Ángel Vela, Cosas que pasan... hay una versión trianera de El retrato de Dorian Gray: "Qué malo el espejo mío / que me devuelve el que soy / en ve de darme el que he sío". Éste debe ser el libro decimoséptimo de Melado y Ángel Vela también lleva unos cuantos. En la presentación de uno de ellos, Triana, la otra orilla del flamenco, convirtió en un acontecimiento literario un bautizo sin niño, una boda sin novia, porque el libro no había llegado desde la imprenta, pero allí estaba su público, entregado a la manera que este trianero tiene de contar las cosas. Un tiempo más de Proust que de la modernidad: "Aquel reloj que marcó / la vida de los corrales / tan solito se quedó / que ya no lo escucha nadie". Triana es de los pocos barrios del mundo donde las horas y los cuartos se dan con un toque de guitarra de Ricardo Miño.

Se va Melado a la aldea en uno de sus fandangos: "Yo me crié en las marismas / de mi Huelva rociera...". Además de Joselito y Belmonte y José López el Pelao, capitán de los armaos, sólo hay otro nombre propio en el índice de este libro, el pintor Antonio Badía, amigo de los dos autores y de quien suscribe, cronista gráfico de una galería de personajes de Triana, impresionista de Ciudad Aljarafe. A su torre-estudio desde la que en días de luz se otean los montes de Grazalema llegan las sevillanas de Melado: "Ese arte en tu mano / con el pincel, / la Sevilla de ahora / y la que se fue". Vela y Melado cruzan y descruzan el puente en busca del tiempo perdido. Su Magdalena sevillana es del Calvario, equidistante entre Sierpes y el Altozano.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios