Un ‘amigo’ de toda la vida

El agua ha sido un elemento clave en la vida diaria de los sevillanos durante los veranos desde hace siglos

La ciudad contó con baños públicos y numerosos puestos de agua

Detalle de la fuente-farola de la plaza de la Virgen de los Reyes.
Detalle de la fuente-farola de la plaza de la Virgen de los Reyes. / José Ángel García
Álvaro Ochoa

25 de julio 2021 - 06:00

Hoy se alcanzarán en Sevilla los 35 grados. El calor será protagonista como lo es cada verano. La capital amanece con el reto de soportarlo lo mejor posible, buscando las horas más frescas y la sombra, tan ansiada y demandada. Pero no sólo de toldos, árboles o cornisas vive el paseante en Sevilla. Hay un elemento (líquido) imprescindible para capear el temporal térmico: el agua. Preferiblemente, potable. Un asunto crucial para la ciudad desde hace siglos. El historiador Manuel Sousa, estudioso en la materia, resalta los Caños de Carmona, que distribuían el agua entre casas nobiliarias, conventos, Reales Alcázares y demás edificios importantes, destinándose parte de su caudal a toda una serie de fuentes públicas y surtidores que se alimentaban de diversos manantiales cercanos a la ciudad. Pruebas de ello eran la denominada Fuente del Arzobispo, que brotaba de un venero situado en la actual Carretera de Carmona o la Fuente de la Albarrana, en el Parque de Miraflores, que aprovisionaba al Hospital de la Sangre o de las Cinco Llagas.

Sousa recuerda algunas de esas fuentes desaparecidas, emplazadas en lugares icónicos de la ciudad como las plazas del Salvador, Santa Marina, Magdalena, Pilatos, Villasís, San Lorenzo o San Román. Otras, en cambio, sí han sobrevivido y llegado hasta la actualidad, como las de Mercurio en la Plaza de San Francisco o la de la Plaza de la Encarnación o del barrio de Santa Cruz. Estos elementos urbanos, de los que apenas quedan unos pocos, eran vitales para los sevillanos que no disponían de agua corriente en sus casas. Sin embargo, "para muchos, era un problema el conseguir agua potable", explica Sousa, que cita el gran caudal del Guadalquivir, no siempre inodoro, incoloro e insípido. Y habla del peligro de salubridad de los pozos de muchas casas, palacios y corrales de vecinos. Eran los llamados pozos negros, que contaban con medidas higiénicas mínimas o inexistentes.

La Fuente del Mercurio, junto a la sede del Banco de España.
La Fuente del Mercurio, junto a la sede del Banco de España. / José Ángel García

De este modo, cuando el pintor Diego Velázquez pinta en 1622 su Aguador de Sevilla, está dando visibilidad a un oficio de lo más habitual en aquella época, el de los llamados Azacanes, vocablo de origen árabe que aludía a aquellos que, surtiéndose de agua potable en fuentes o pozos, la ofrecían a los sedientos viandantes a cambio de unas monedas. En la actual calle Santander, en el barrio de El Arenal, se hallaba el llamado Postigo de los Azacanes (o del Carbón), debido a la presencia, en época medieval de no pocos aguadores apostados en esta zona. Con el tiempo, algunos aguadores decidieron establecer instalaciones permanentes para sus servicios, quizá algo precarias en principio, con apenas unos tablones, lonas, cajas y demás útiles. Poco a poco, además, se produce un aumento en la demanda, no sólo en lo referente al agua, sino a otro tipo de bebidas, como licores, refrescos o vinos. Uno de los más conocidos en la Sevilla del XIX será el situado junto a los Almacenes del Rey, hoy confluencia del Paseo de Colón y Reyes Católicos. Su propietario gallego mantenía abierto el aguaducho durante toda la jornada, retirando los toldos al atardecer y cerrando al toque de queda marcado por el campanario de la Giralda. A finales siglo XVIII el mencionado puesto sirvió como casino o punto de encuentro para la lectura en voz alta de la Gaceta, jugar a las damas o contemplar a los viandantes mientras se hacía tertulia.

Según J. M. Salado, autor del libro Puestos de Agua en Sevilla, en 1862 había 42 fuentes públicas en la ciudad, aunque no todas eran potables. Algo que se antojaba insuficiente para la época. Además, se indica que en 1888 el Ayuntamiento establece por primera vez un Pliego de condiciones para regular las peticiones de puestos de agua. Un negocio que debió ser lucrativo, pues algunos taberneros en Triana prefirieron sustituir sus negocios por puestos de agua, convertidos, al decir de entonces, en cafés económicos. Años más tarde, en torno a 1884, el doctor Phillip Hauser contabilizaba 135 de estos puestos en Sevilla, a los que unía 360 tabernas, 34 bodegones y 27 almacenes de vino. Y en mayo de 1923 el diario El Liberal recogía las quejas por parte del consistorio sobre cómo la mayor parte de los puestos de agua ocupaban mayor espacio del que solicitaban al abonar los arbitrios municipales correspondientes. Una polémica que llega hasta nuestros días gracias a los populares veladores.

La Fuente de Híspalis, situada en la Puerta de Jerez.
La Fuente de Híspalis, situada en la Puerta de Jerez. / José Ángel García

El asunto acuático lleva a Sousa a mencionar el "saludable hábito del baño". Cita al sacerdote trianero Alonso de Morgado: "Usan (las mujeres) mucho los baños, como quiera que hay en Sevilla dos casas de ellos. Los unos en la collación de San Ildefonso, junto á su iglesia, y los otros en la collación de San Juan de la Palma, que han permanecido en esta ciudad desde el tiempo de los moros... No pueden entrar los hombres en estos baños entre día por ser tiempo diputado solamente para las mujeres, ni por consiguiente mujer ninguna siendo de noche, que los hombres la tienen toda por suya con la misma franqueza que las mujeres tienen el día por suyo". El periodista Manuel Chaves y Rey dejó escrito que la casa de baños de San Ildefonso permaneció abierta hasta 1762, aunque para esa fecha ya habían desaparecido las otras dos, situadas en la calle Aposentadores y en la calle Baños, aunque estos últimos se conservan.

Si los baños resultaban (y resultan) una buena opción para aliviar el calor, existía otra mucho más espontánea: el río. Una práctica que las autoridades locales han intentado controlar y que, curiosamente, durante estos días tendría su vertiente más popular con la Vela de Santiago y Santa Ana en el barrio de Triana. La pandemia ha privado a los sevillanos de probar la archiconocida cucaña. En el pasado, tal como recuerda el historiador sevillano, "cada barrio o collación celebraba la suya dedicada a San Antonio, San Pedro, San Juan, San Roque, San Bernardo o la misma Virgen de los Reyes, coincidiendo con el 15 de agosto".

La fuente más antigua de Sevilla, en la Encarnación

La Fuente de la Encarnación data de 1720, durante el reinado de Felipe V. De autor desconocido y de estilo barroco, su origen fue el de suministrar agua a la población. Inicialmente se encontraba junto al desaparecido convento de las Agustinas. Su devenir histórico siempre ha estado vinculado a la Encarnación. En 1860 pasó a presidir la plaza del mercado de abastos. Tras el ensanche de 1948, volvió a su ubicación actual. En el año 2005, tras la construcción de las setas quedó desubicada, perdiendo el agua y toda su razón de ser. Una restauración del Ayuntamiento finalizada en marzo de 2019 devolvió en parte su esplendor. Ganó en altura y se dotó al espacio circundante de una nueva urbanización que hace que resalte más en este céntrico punto de la ciudad.

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