Banderas a media asta en la Alameda de Hércules

Guadalupe Tempestini creó la Feria Internacional del Títere; José Luis Castro puso en marcha el Teatro Alameda y José Luis Cienfuegos dirigió el festival de cine de Sevilla. Los tres han muerto en seis meses

El bulevar de la Alameda estas navidades.
El bulevar de la Alameda estas navidades. / José Ángel García

Sevilla, 08 de diciembre 2025 - 06:00

Estaba comprando el periódico en el quiosco de Antonio, en el centro de la Alameda de Hércules, muy cerca del tanque de tormentas. Sonó el móvil y era mi amigo Manolo Bohórquez, hermeneuta de las fraguas y los colmaos. Le dije que en ese momento estaba asistiendo a una estampa insólita, digna de una fotografía de mi paisana Cristina García Rodero. Con la Casa de las Sirenas de fondo. En uno de los bancos, unos jóvenes tocaban con la guitarra unas sevillanas mientras el resto les acompañaban a las palmas. En el banco contiguo, unas chiquillas que no tendrían más de diez años, con el uniforme del colegio de las Esclavas, se pusieron a bailarlas con una donosura que habría hecho las delicias de Ana María Bueno y de Merche Esmeralda.

Esta estampa de la que no hay prueba gráfica pero nunca olvidaré es como el frontispicio de esta nueva Alameda que en apenas medio año se ha llevado a tres personas fundamentales para convertir esta zona de la ciudad en el kilómetro cero de la cultura y la animación, el nuevo Notting Hill de Sevilla.

Más de una vez se tuvieron que cruzar los destinos de Guadalupe Tempestini (Acebal, Santa Fe, Argentina, 1948-Sevilla, 2025), José Luis Castro (Sevilla, 1953-Palma de Mallorca, 2025) y José Luis Cienfuegos (Avilés, Asturias, 1964-Madrid, 2025). Guadalupe murió el 13 de junio, diez años después de su jubilación. Puso en marcha la Feria Internacional del Títere y coincidió con José Luis Castro como primer director del Teatro Alameda. Se trajo el proyecto desde su país, del que salió huyendo de la dictadura. Allí dejó a sus padres, sus estudios de Antropología. Cogió un barco con sus hijos Bárbara y Lucas. A Sevilla llegó con Alcides Moreno después de escalas en Barcelona y Valencia. Eligió este país porque fue el primero que respondió a las cartas que envió desde Buenos Aires a Suecia, Brasil y España. El azar quiso que la Feria Internacional del Títere la pusiera en marcha en Sevilla (ya va por la edición número 45) y no en Estocolmo o en Sao Paulo. Con la complicidad de José Luis Castro, puso en marcha el ciclo Teatro en la Escuela, que lleva ya 35 ediciones. Guadalupe presumía de que el teatro Alameda y el Escalante de Valencia eran los únicos especializados en España en teatro para niños.

Tres años antes de jubilarse Guadalupe, al mismo edificio del Teatro Alameda que había acogido las caballerizas de la Policía Nacional llegó un asturiano de Avilés llamado José Luis Cienfuegos. Ha muerto con sesenta años el pasado 2 de diciembre. La mitad de esas seis décadas de vida las ha pasado dirigiendo festivales de cine: empezó en el de Gijón, certamen que dirigió entre 1995 y 2012. Más de trescientos profesionales del cine, entre ellos Pedro Almodóvar e Isabel Coixet, firmaron para evitar su cese. Ese mismo año llegó al Festival de Cine Europeo de Sevilla, que dirigió hasta 2023. Ese año pasó a dirigir la Semana Internacional de Cine de Valladolid, un certamen que nace como festival de cine religioso en 1956. La argentina y el asturiano se cruzarían muchas veces por esos pasillos de un edificio con puertas a la calle Crédito y a Calatrava, donde vivieran la Niña de los Peines y Pepe Pinto. Cienfuegos volvió a su tierra cuando entre 2013 y 2017 fue jurado de los premios Príncipe de Asturias de las Artes. Como en 2014 tuvo lugar la abdicación de Juan Carlos I, vivió la transición entre el Premio Príncipe (Felipe) de Asturias y el Premio Princesa (Leonor) de Asturias.

En una muy bella despedida, Justo Ruiz, nombre clave de la historia del teatro sevillano, contaba que él le sugirió a José Luis Castro el nombre de El Globo para uno de los grupos que dirigió, con el que hizo montajes como Fantasía para un juguete roto y Los cuentos de la Alhambra. Justo, que fue cronista para este periódico de los estrenos en el teatro londinense, era el hermano de José Luis Castro cuando ambos formaron parte del elenco de La tempestad de Shakespeare en el Teatro Mediodía. José Luis Castro murió el 28 de noviembre cuando disfrutaba de unos días de vacaciones en Palma de Mallorca. Dirigió el Teatro Lope de Vega a partir de 1987, después de un periodo de obras que concluyó con el Mundial de Ajedrez que en su escenario disputaron Anatoly Karpov y Gari Kasparov, y el Teatro de la Maestranza, uno de los principales artefactos culturales de la Sevilla del 92 en el que desde entonces se han representado buena parte de las casi ciento cincuenta óperas ambientadas en la ciudad de Sevilla.

La Alameda de Hércules, ese espacio diseñado por el conde de Barajas para mitigar las inundaciones del Guadalquivir y sus revoltosos afluentes, se ha convertido en epicentro de buena parte de las ofertas culturales de la ciudad. Su legado está ahí, el que dejaron la Feria Internacional del Títere, el ciclo Teatro en la Escuela o el Festival de Cine Europeo. Una Feria que no se fue del Prado a Los Remedios, sino que viajó de la Alameda a la Alameda como uno de los trabajos de Hércules; un festival de Cine que tenía como antecedentes el que nace en 1980 en el Alameda Multicines y el fallido y faraónico proyecto de Cine y Deporte.

José Luis Castro pasó del Alameda al Lope de Vega y de éste al Maestranza. Un vecino de la Alameda, el arquitecto Luis Marín de Terán, fue con Aurelio del Pozo el autor del teatro de la Maestranza. Guadalupe Tempestini, José Luis Castro y José Luis Cienfuegos, tres agentes culturales que cogieron el testigo en un barrio donde vivieron Arturo Pavón, Manolo Caracol y Pies de Plomo, donde estuvieron las academias de Realito y de Adelita Domingo y el bar junto a la Casa de las Sirenas, cuya historia contó el doctor Fernando de la Portilla, donde Gervasio Iglesias celebró los Goyas por La Isla Mínima que dedicó a Silvio y a Camarón. La Alameda del Fun Club y del bar donde siguen tocando David Bowie y Freddie Mercury; un espacio que lleva medio año con las banderas de la creatividad a media asta. Duelo por el teatro y el cine, que vinieron de Roma y de la Ilustración mezclada con la industria, y por la titiritera, “un tipo solidario que hace un trabajo muy solitario”, según Guadalupe Tempestini.

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