El bosque no dejaba ver los árboles

CALLE RIOJA

Los paisanos de Robin Hood iban con sus cánticos desde la Alameda hasta el Alamillo, de la Cruzcampo a Cruz y Ortiz (arquitectos autores del estadio de la Cartuja)

Un momento del partido de Europa Ligue, Betis-Nottingham
Un momento del partido de Europa Ligue, Betis-Nottingham / Antonio Pizarro

Por el cristal de la puerta veía a ocho policías como armarios. Abrí y vi tras ellos una marea roja. Una multitud estruendosa, pero civilizada. La hinchada del Nottingham Forest se dirigía al estadio de la Cartuja, donde su equipo se enfrentaba al Real Betis Balompié. Los dos equipos han ganado una Liga, los béticos en 1935. La diferencia es que los paisanos de Robin Hood ganaron dos Copas de Europa consecutivas. En 1979 frente al Malmoe sueco (gol de Trevor Francis). En 1980 ante el Hamburgo alemán. Este partido es la única final de Copa de Europa que he visto en directo. Fue en el estadio Santiago Bernabéu. Aproveché mi estancia en Madrid para hacer los últimos exámenes antes de licenciarme en Ciencias de la Información. Ganó el Nottingham con un gol de John Robertson. En el Hamburgo jugaba el británico Kevin Keegan.

Fue el año del 28-F y de los Juegos Olímpicos de Moscú. John Robertson es escocés y sin el carisma de futbolistas de proyección universal, estuvo en el equipo exacto en el momento adecuado. Dos Copas de Europa en 1979 y 1980 y entre ambas dos Mundiales con Escocia, el de Argentina 1978 y el España 1982, el primero de Maradona… y Gordillo. Un escocés en la corte de Robin Hood autor del único gol que he visto en directo, allí entre los paseos de La Habana y Concha Espina, hace nada menos que 45 años.

Todo eso me vino a la cabeza al ver la legión de hinchas británicos precedidos por la escolta policial, que parecían los romanos que salen con el Santo Entierro. Lástima no llevar una cámara o un móvil de alcance en ese momento. Junto a esa porrusalda de cuerpos sudorosos, cantarines, mofletudos, exhaustos, que con sus camisetas rojas parecían tomates andantes de un relato de Alicia en el país de las maravillas, caminaba mi vecina Angelines. Era como una figurante del cuadro de Pelizza da Volpedo que aparece en el cartel de la película Novecento de Bernardo Bertolucci. Angelines nació en 1935, el año que el Betis ganó la Liga, en la misma casa de la Alameda en la que sigue viviendo. Era conocida como la pintora de la Giralda por la cantidad de veces que la ha pintado. Se obliga todos los días a dar su paseo y el miércoles, día de la Merced, coincidió con la marea roja, el color asociado al otro equipo de la ciudad que había jugado la víspera en su estadio de Nervión.

El bosque de Nottingham no dejaba ver los árboles de la Alameda. Cánticos por doquier. Cerveza a raudales. En la calle Arias Montano, junto a la Casa de las Sirenas, hay un bar que se llama desde hace tres décadas El Bosque Animado. Sus mesas estaban llenas de aficionados del equipo inglés, que hacían honor al nombre del local, aunque éste se deba a una obra del gallego Wenceslao Fernández Flórez que llevó al cine José Luis Cuerda. Está junto a otro bar de connotaciones literarias, El barón rampante, como el relato de Italo Calvino. De la Cruzcampo pasaban sin solución de continuidad a Cruz y Ortiz (arquitectos autores del estadio de la Cartuja).

El Mercadona de Plaza de Armas parece el hermano pequeño de Torre Triana, el complejo circular que diseñó el gran arquitecto Sainz de Oiza. El centro comercial de la cadena de Juan Roig completó la propuesta arquitectónica que Antonio González Cordón y Víctor Pérez Escolano hicieron para el hotel NH Plaza de Armas. Bosque Verde es una de las marcas blancas de Mercadona. Una hermosa redundancia que resume el duelo balompédico que iban a disfrutar los que caminaban junto a Angelines, que no sabía cómo cruzar a la zona de las tres estatuas que presiden la plazuela que dio cobijo a la Pila del Pato. Que se llevaron de allí por la época en la que el Nottingham Forest ganó sus dos Copas de Europa.

He recordado otro bosque sevillano unido a la conquista forestal (Forest) de Sevilla en los tiempos de la Expo, el parque del Alamillo. El libro se titula El Bosque de los Cuentos y lleva una introducción de Adolfo Fernández Palomares, que por entonces era director del Parque del Alamillo. Con dibujos de Rodolfo Álvarez Santaló, un renacentista que además de dibujar y escribir ejercía su oficio de urólogo, y coordinación de Antonio Zoido, lo editó Signatura Ediciones y sus beneficios fueron a parar a Unicef Andalucía. El estadio de la Cartuja, que comprende términos municipales de Sevilla y de Santiponce (incluida la Epístola Moral a Fabio) está en el corazón del Alamillo, donde se dirigían estos miles de ingleses desde la Alameda. Todo partido de fútbol es una versión de El Álamo. Se trata de defender el asedio contra una fortaleza (el portero y los defensas) y aprovechar las dudas del enemigo para lanzarle contraofensivas (centrocampistas y delanteros). El legado de Trevor Francis y John Robertson, que suenan a poetas amigos de Keats y Byron.

De la Alameda al Alamillo. Angelines no ha pintado en su vida la Torre Pelli. Se quedó hechizada con la Giralda y vive a dos pasos de la torre de don Fadrique. Hay una zona de la Alameda, más hacia el Multicines inaugurado en 1977, desde donde se ve la Torre de los Perdigones, una construcción industrial, más de Dickens que de Bécquer, que lamentablemente desde hace muchos años dejó de iluminarse para completar ese cuarteto de torres alumbradas que completan la Giralda, Don Fadrique y la Torre Europa de la Cartuja. En el nuevo formato de la Europa League (va a ser lo único que quede de Europa a este paso), los béticos no viajarán a Nottingham. Una competición sin partidos de vuelta. No verán los bosques de Sherwood por los que se movía Robin Hood, un personaje del que dicen que nació a partir de modelos de la Divina Comedia de Dante y el Decamerón de Bocaccio. El gran adversario de Juan sin Tierra, que suena a patrono de los jornaleros. Ningún otro personaje ha sido tantas veces llevado al cine, encarnado por actores como Douglas Fairbanks, Errol Flynn, Sean Connery, Kevin Cotsner o Russell Crowe. Amén de la divertida Los héroes del tiempo, de los Monty Phiton, que vimos en el Santa Catalina de verano cuando el Nottingham Forest era rey de Europa.

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