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Coronavirus Sevilla

  • Habla el personal de enfermería que ha inyectado cerca de tres millones de vacunas contra el Covid-19 en la provincia de Sevilla

Las manos que inyectan la esperanza

Lola Osuna carga el vial de una vacuna en el ‘vacunódromo’ del Estadio de la Cartuja. Lola Osuna carga el vial de una vacuna en el ‘vacunódromo’ del Estadio de la Cartuja.

Lola Osuna carga el vial de una vacuna en el ‘vacunódromo’ del Estadio de la Cartuja. / Juan Carlos Vázquez

Han inyectado cerca de tres millones de dosis de las vacunas contra el coronavirus: en los centros de salud, en los hospitales, los grandes recintos habilitados e incluso a domicilio. A lo largo de la campaña de vacunación, han cambiado muchas cosas, pero las manos que ejecutan la tarea siguen siendo las mismas. El personal de enfermería, de manera voluntaria y en muchos casos compatibilizando la tarea con la atención diaria de su consulta habitual, se ha convertido en pieza clave de todo un reto que le ha salvado la vida a cientos de personas en Sevilla y evitado la hospitalización de varios miles, y que ahora encara su recta final tras nueve meses de trabajo intenso y con más del 90% de la población mayor de 12 años inmunizada.

Lola Osuna no se embarcó en la aventura de la vacunación hasta el pasado mes de marzo, por una "casualidad", pero su historia con el Covid viene de atrás. Esta profesional pasó de la Atención Primaria a inmunizar frente al virus, una experiencia que define como "emocionante". Antes de ello formaba parte del servicio de Urgencias de ambulancias del SUAP del Distrito Sevilla por lo que son muchas las visitas y desplazamientos de pacientes positivos que acumula esta enfermera a sus espaldas. Así estuvo todo el confinamiento y durante el principio de la campaña de vacunación hasta que, recién salida de una interinidad, recibió una nueva misión: le tocaba vacunar. "Vivir esto ha sido para mí toda una experiencia y tengo que agradecer al Distrito que me encomendara esta tarea de la que me siento muy orgullosa", relata una emocionada Lola entre vacuna y vacuna. Por el camino, "muchas horas y mucho cansancio", pero nada le pesa tras seis meses vacunando y más de un millón de dosis administradas entre ella y sus compañeros en la capital. "Estamos muy contentos de haber llegado a esa cifra y de que cada vez sean más los sevillanos inmunizados. Es todo un logro que hace que el cansancio pase a un segundo plano porque cuando ves que el trabajo esta hecho y bien hecho es como que todo lo demás se te olvida", manifiesta.

Lola Osuna, mientras vacuna en La Cartuja. Lola Osuna, mientras vacuna en La Cartuja.

Lola Osuna, mientras vacuna en La Cartuja. / Juan Carlos Vázquez

Lola encara la recta final de la vacunación en el mayor vacunódromo de la provincia, en el Estadio de la Cartuja, donde diariamente se ponen unas 4.000 dosis y donde se han llegado a superar las 10.000 en un sólo día, pero su estreno fue en el ya cerrado pabellón deportivo de la Universidad de Sevilla en Los Bermejales. Allí puso su primera vacuna a la que, asegura, le faltó "darle un beso" por la "emoción tan grande" que sintió al ver la labor que estaba desarrollando.

La enfermera en un momento de su jornada diaria en el 'vacunódromo' de la Cartuja. La enfermera en un momento de su jornada diaria en el 'vacunódromo' de la Cartuja.

La enfermera en un momento de su jornada diaria en el 'vacunódromo' de la Cartuja. / Juan Carlos Vázquez

Pero el escenario cambiante y absolutamente desconocido que ha traído la pandemia está repleto de primeras veces, y también de distintos protagonistas. "La campaña ha cambiado en responsabilidad y prioridades. No se me olvidarán mis primeros días, cuando se estaban vacunando nuestros mayores. Para ellos no había otra cosa más que el ponerse su vacuna. Recuerdo a las señoras que venían arregladas con ropa de domingo. Lo han dejado todo para vacunarse y no ha faltado ninguno. Conforme hemos ido bajando en edades es verdad que, al coincidir además con el verano, la prioridad ha sido más irse de vacaciones. Es un grupo de población que ha perdido más el miedo y viene mucho más relajada", explica.

A casi 100 kilómetros de distancia, la compleja e ilusionante misión que abraza el personal sanitario adquiere una dimensión repleta de detalles en las impresiones de Antonia Torres, coordinadora de Enfermería de la Unidad de Gestión Clínica de Osuna, y quien está al frente de los equipos que administran la vacuna contra el Covid en la zona básica de salud de Osuna. "Aunque yo era coordinadora y no me quería implicar mucho, al final acabé implicándome, y mucho. Era una cosa que teníamos que poner en marcha gente con experiencia y entendí que era yo la que tenía que liderar la campaña. Además, llevo mucho tiempo trabajando en tema de gripe, vacunaciones y demás, y sentía que era una cuestión en la que yo le podía aportar mucho al equipo", explica la profesional que considera que llegó a la campaña "como invitada, pero de manera voluntaria".

Ella, junto a otros seis enfermeros con los que forma equipo, llevan pinchando vacunas desde el 30 de diciembre. Tras las residencias, llegaron los mayores de 80 años y ya luego los inmovilizados a domicilio y así hasta que se llegó a los independientes, que es cuando se empezó a avanzar por grupos de edad. En ese tránsito, han ganado mucha soltura. Ahora la media de pinchazos está entre 800 y 900 diarios, con picos de hasta 1.400 en un sólo día. "La habilidad que hemos alcanzado es impresionante. Pero también tiene mucho que ver el tipo de pacientes. Al principio nos costó mucho la vacunación a los inmovilizados porque teníamos que entrar en los domicilios, en muchos casos explicar quiénes éramos y a qué íbamos, porque son personas, muchas de ellas, con las facultades mentales perdidas; esperar el cuarto de hora de rigor después del pinchazo; preparar allí las vacunas... Entonces, poner 120 dosis en un día era todo un récord. Pero eso ya se superó y luego el ritmo llegó a ser frenético", sostiene.

Antonia Torres (tercera por la izquierda), junto a sus equipo de vacunación inmortalizan un día de récord de dosis puestas. Antonia Torres (tercera por la izquierda), junto a sus equipo de vacunación inmortalizan un día de récord de dosis puestas.

Antonia Torres (tercera por la izquierda), junto a sus equipo de vacunación inmortalizan un día de récord de dosis puestas. / M. G.

El proceso de vacunación está ya próximo a terminar, pero esta enfermera llama a todos a mantener la precaución. Insiste en concienciar a la población sobre la importancia de las vacunas y hace un llamamiento, sobre todo en su demarcación, al grupo de entre 30 y 40 años que, sostiene, son lo que "más está costando inmunizar".

Cuando se le pregunta si se sigue enfadando cuando ve noticias sobre contagios masivos por culpa de incumplimientos de las normas de prevención de contagios dice que sí, que por supuesto. "Es decepción por lo que nos estamos encontrando ahora. Personas que se niegan a vacunarse o que cuestionan la patología. Después de todo lo que hemos vivido los sanitarios, llega un momento en el que, vacunando desde diciembre, agotados, muchos de nosotros sin vacaciones... el tener que hacer a determinada gente que entiendan qué es lo que está pasando y lo importante que es vacunarse, nos deja sin ánimo", señala y añade, "los enfermeros lo estamos echando todo, dejando atrás familias y olvidándonos de fechas señaladas, por eso el ver que no es compartido por todos como te gustaría, decepciona, pero bueno, el sentimiento que yo me llevo con esto que hago es satisfacción plena. Yo creo que hay un antes y un después con la pandemia en mi vida".

Una vida que como la de Rocío Papaleo consiste en vacunar sin descanso desde hace nueve meses, mientras le roban horas a su familia y a sus amigos, y en la que hasta los momentos especiales se celebran en plena faena. "Recuerdo que nos tocó vacunar la primera residencia el 30 de diciembre de 2020 y el resto, el 5 de enero, fecha señalada porque aquí donde trabajo, es una zona rural, hay mucha cercanía con la población y ese día los Reyes Magos, como no hubo cabalgata, aparecieron en las puertas de las residencias, montados a caballo y con aplausos decían a los residentes que éramos su regalo de Reyes", relata la enfermera del distrito Sanitario Aljarafe-Sevilla Norte y coordinadora de Cuidados de la Unidad de Gestión Clínica Guillena y Santa Olalla. Su camino ha sido el mismo que el del resto de los grupos de vacunación de la provincia. "De las residencias pasamos a vacunar a los profesionales y de aquí al Grupo 4, los grandes dependientes, hasta hoy que finalizamos con los mayores de 12 años", indica.

La vacunación a los inmovilizados a domicilio en el Distrito Aljarafe-Sevilla Norte. La vacunación a los inmovilizados a domicilio en el Distrito Aljarafe-Sevilla Norte.

La vacunación a los inmovilizados a domicilio en el Distrito Aljarafe-Sevilla Norte. / M. G.

Rocío habla de "sensaciones encontradas" al relatar su experiencia personal desde que comenzó la pandemia. Se considera una "enfermera de familia" aunque ahora está centrada sólo en pinchar, pero no olvida que, al principio de la pandemia, la Atención Primaria lo pasó muy mal por la escasez de medios. En su caso, como cargo intermedio, no sólo ha tenido que batallar con el miedo, el estrés o la ansiedad propia, también los de sus compañeros. "Nos enfrentábamos a un virus desconocido con continuas actualizaciones de protocolos y cuidados, y unido, además, a que carecíamos de equipos de protección mientras atendíamos a un alto porcentaje de población de riesgo y vulnerable. Tuvimos que reorganizarnos por completo y sobre la marcha, incrementando las visitas domiciliarias y disparándose las consultas telefónicas y las llamadas de seguimiento. Todo esto sin dejar de cuidar a las personas con cáncer, a los diabéticos, a los pacientes pluripatológicos… Las enfermeras lo hemos dado todo en esta pandemia y ahora desempeñamos una labor crucial en el proceso de vacunación", manifiesta una Rocío emocionada. 

Rocío Papalea, a la izquierda, junto a los Reyes Magos en un día de vacunación el pasado 5 de enero. Rocío Papalea, a la izquierda, junto a los Reyes Magos en un día de vacunación el pasado 5 de enero.

Rocío Papalea, a la izquierda, junto a los Reyes Magos en un día de vacunación el pasado 5 de enero. / M. G.

Tras ello vino la vacunación y han pasado ya casi nueve meses desde que Rocío y su equipo pusieron el primer pinchazo en la residencia de Gerena donde fueron recibidos entre aplausos. "Aún lo recuerdo y se me saltan las lágrimas. Los abuelos te miraban fijamente con ese brillo en los ojos y agarraban tus manos así como pidiendo salud. Nos tenían preparados unos mantecados y unas estampas del Cristo de Vera Cruz, era como un Dios te bendiga por lo que haces. Sin duda son los que más han perdido en esta pandemia. Con la vacuna llegaba la esperanza y ese fue su regalo por Navidad", recuerda.

Por ello Rocío seguirá a pie de jeringuilla hasta cuando haga falta. "La vacunación ha sido la que nos ha aportado la luz y la esperanza de que estamos cada vez más cerca de recuperar nuestra actividad profesional habitual y para eso es muy importante que trabajemos para concienciar a la población de la necesidad de que todos todos nos vacunemos. Ha sido una las etapas más duras de mi vida, pero también una de las más gratificante. Una experiencia única e histórica en la que considero que hemos desarrollado un papel importante en esta pandemia", afirma.

Este relato es ampliado por las situaciones vividas en los últimos meses que aporta Mireia Chust, enfermera referente en vacunación Covid en Alcalá de Guadaíra, en el Área de Gestión Sanitaria Sur de Sevilla. Esta profesional pasó de la sanidad privada a la vacunación. "Ha sido un año complicado para todos, pero mayormente para los sanitarios. Hemos vivido en unas circunstancias en las que teníamos que formarnos a diario, con situaciones muy complicadas y casos muy graves. Los primeros meses fueron muy difíciles, pero llegó la vacunación y la acogimos con mucha ilusión de poder colaborar en la lucha en esta pandemia", explica.

En un distrito sanitario que supera las 400.000 vecinos, Mireia y su equipo empezaron en pequeños grupos de vacunación distribuidos en tres equipos formados por tres enfermeros y un técnico conductor de ambulancia. Posteriormente, con la ampliación de la vacunación a la población en general, en cada equipo se incluyeron, aproximadamente, unos 13 profesionales, todos enfermeros. "Podemos decir orgullosos que los enfermeros somos los que hemos conseguido avanzar en la vacunación y lograr las cifras actuales en tan poco tiempo para el volumen de población que tenemos", señala.

Mireia Chust carga un vial de la vacuna frente al Covid. Mireia Chust carga un vial de la vacuna frente al Covid.

Mireia Chust carga un vial de la vacuna frente al Covid. / M. G.

Mireia pone el foco en "los cambios" como la parte negativa de la campaña. Cambios de protocolos que han hecho que "la información que ha llegado a la población haya podido provocar un mayor rechazo a ciertas vacunas, perjudicando el ritmo de vacunación". Pese a ello, se queda con el "éxito" de una campaña "sin precedentes" que ha sido posible, recalca, "gracias a todos los que han participado en la lucha activa contra el Covid". "Sin la colaboración ciudadana no hubiésemos sido capaces de avanzar", destaca y recuerda, "pero debemos tener presente que todavía no hemos conseguido erradicar el virus y debemos seguir manteniendo medidas preventivas".

Las experiencias de Lola, Antonia, Rocío y Mireia son sólo cuatros ejemplos del papel que han desempeñado las enfermeras en la campaña de vacunación que, junto a otro puñado de profesionales, han liderado la ejecución del proceso de inmunización, y lo han hecho con un aplomo que se ha ido consolidando con el paso de los días. En la mochila de las enfermeras de la provincia, cerca de tres millones de vacunas puestas y una certeza: sin su sacrificio personal, la vuelta a la vida sería imposible. Por cada pinchazo, una dosis de esperanza.

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