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Reyes de la Lastra

El coronel sí tiene quien le pinte

  • Heredera de un legado cardenalicio, esta mujer de bandera (la juró en 2010) viviría en el Alcázar si la dejaran y es una cotizada cartelistas de lo festivo cotidiano.

TODO empezó aquí. En la Santa Iglesia Catedral a la que en 1863 llega como arzobispo de la diócesis Luis de la Lastra y Cuesta, cántabro de Cubas, que sucedió a un cardenal Tarancón sin paredón del siglo XIX. Con destinos pastorales en Orihuela, Valencia, Orense y Valladolid, el cardenal se trajo a su hermano Juan José, que inicia la sementera familiar con la señora Rojas.

Del clero a las armas en una mujer que juró bandera. Reyes de la Lastra (Alcalá de Guadaíra, 1960) es hija de militar, del coronel Bernardo de la Lastra, modelo de su primer retrato. El mismo que no quería que su hija estudiara Bellas Artes. "Y porque no sabía que en cuarto y quinto teníamos Desnudo". Su primer jefe, Julio Revilla, y su primer marido también eran hijos de militares. Ambos corresponden a su etapa madrileña. "Allí era feliz, no conocía a nadie y nadie me conocía. Me pasaba las horas en el Prado y en el Lázaro Galdiano. Llegué en 1983, en plena movida, que la viví poco. Vivía en una residencia militar y después en un colegio de monjas". Se casó y nacieron sus dos hijos, Antonio y Lola.

El 92 es un año decisivo en la vida de esta pintora. Pone fin a su etapa madrileña y vuelve a Sevilla, ciudad que descubre realmente con diez años y como vecina de la plaza de San Lorenzo. En el 92 empieza por fin a estudiar Bellas Artes, su verdadera vocación. "De niña, si los Reyes me traían muñecas era una tragedia, sólo era feliz con lápices de colores". Y la Expo. "Iba todos los días". Recuerda conciertos míticos de Joe Cocker y Eric Clapton.

Desde Mateos Gago caminamos hacia Abades. La Academia de Buenas Letras le resulta muy familiar. "Soy la primera mujer que trabaja allí como pintora". Allí está el retrato que le hizo a Rogelio Reyes y ahora termina el de su sucesor, el medievalista Manuel González Jiménez.

Calle Cardenal Sanz y Forés. "El cardenal de la Lastra no tiene una calle en Sevilla. Y eso que fue el que consiguió el dogma de la Inmaculada Concepción que Sevilla, como cantaba Silvio, "antes que Roma proclamó". Asidua en los carteles -fiestas primaverales, quinto centenario de la Sacramental, Sicab, carreras de caballos de Sanlúcar- se considera por encima de todo retratista. "Se aprende muchísimo con los encargos. Descubrí a una persona como Teresa Enríquez, que llega a Sevilla con su primo, Fernando el Católico, y admira el Corpus en una forma que se cargó el cardenal Palafox".

El arte es cíclico. Igual que los artistas de los ochenta "están volviendo a la figuración que yo nunca abandoné, pero han perdido el oficio en el camino", cree que el encargo no es una traición, en todo caso una tradición. "El concepto romántico del arte es del siglo XIX, de Bécquer y esos alemanes atormentados y alcoholizados. Hasta entonces, desde las cuevas de Altamira, todo ha sido por encargo. Sin ellos no habrían pintado Velázquez ni Rubens ni Tiziano. Julio II metió en la cárcel a Miguel Ángel para que pintara la Capilla Sixtina".

Rosario de turistas hacen cola para subir a la Giralda. El turismo de la fe mueve otras montañas. "El metro cuadrado más caro del mundo es el de la Meca", dice quien es dama árabe y estuvo hace poco en Kuwait. "No apostar por la cultura es un suicidio colectivo. Si no fuera por los Médicis y los mecenas, Florencia sería un pueblito de vinateros". Camino del Alcázar, "si me dejaran, viviría en sus jardines", saluda a la pintora Mercedes Carbonell. "Las dos veraneamos en Zahara de los Atunes".

Hizo una incursión en la Filosofía con un profesor, José Ordóñez, que hizo la tesis doctoral sobre el nihilismo. Su rincón favorito es la plaza de Santa Marta, metáfora de la convivencia entre lo íntimo y lo público disociados en la casquería mediática. Toros y caballos en sus carteles. "Mi familia paterna entronca con los Salas y los Zapata, que criaban toros de lidia que mataron Joselito y Belmonte y caballos zapateros que el cardenal de la Lastra regalaba a los Montpensier, de quien era su confesor". De un cardenal del XIX a un alcalde del XIX, García de Vinuesa. En la calle que lleva su nombre acaba el paseo. En la Bodega Morales. "Reyes Morales, la bodeguera, estudió conmigo en las Esclavas".

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