José Luis López. Profesor de ornitología del centro de formación permanente de la hispalense

"El cruce del Estrecho de las aves migratorias es un viaje sin piedad"

  • Ha convertido la observación de los pájaros en una forma de vida y de ser. Actualmente se dedica a la divulgación de una de las aficiones más frecuentadas en el norte de Europa.

La primera vez que el plumilla y el ornitólogo mantuvieron una conversación fue hace cuatro años, durante un largo paseo por el Parque de María Luisa. El gacetillero, novelero de oficio, estaba entusiasmado localizando cotorras sobre las altas copas de los árboles, pero el científico cortó en seco tanta admiración: "Sus graznidos no me dejan escuchar el canto del petirrojo". Decir que José Luis López es una persona con la cabeza llena de pájaros puede parecer un chiste fácil, pero es una expresión que se atiene con rigor a la realidad. Hijo de un taxista que le enseñó a amar la naturaleza y vecino del muy urbano Polígono de San Pablo, este ornitólogo con aspecto de faquir, vestiduras hippies, prismáticos en la mochila y bici enjuta, viaja por la ciudad más pendiente de sus cielos que de sus edificios y cualquier descubrimiento (una zona de caza, una especie hasta ahora nunca avistada, etcétera) levanta en él el entusiasmo propio de los que disfrutan con su oficio. Actualmente, está volcado en la divulgación de su especialidad en el Centro de Formación Permanente de la Universidad de Sevilla, donde imparte el segundo curso de Ornitología Básica. También colabora con la Oficina de Sostenibilidad de la Hispalense.

-Como suele suceder en septiembre, el otro día levanté la vista y vi una bandada de aves que se dirigía hacia el sur. ¿Qué estaba observando?

-En esta época se produce lo que llamamos la migración posnupcial. Van desde el norte de Europa hasta África. Vienen de aparearse en Escandinavia, Alemania, Finlandia... y buscan el Estrecho de Gibraltar para pasar a Senegal, al Congo o, incluso, Sudáfrica. Algunas hacen más de 10.000 kilómetros.

-Un largo viaje de novios.

-Sí, muy largo, el sexo en las migraciones es fundamental. Buscan sitios cálidos donde pasar el invierno y encontrar más alimentos.

-¿Y de qué especie podían ser aquellos pájaros que vi sobrevolar la ciudad?

-Podían ser ánades reales, garcillas, halcones abejeros, buitres... Por Andalucía, y especialmente por Tarifa, pasan el setenta o el ochenta por ciento de las aves migradoras de Europa.

-¿Y por qué vuelan formando una uve?

-Las aves, al igual que los aviones, producen turbulencias cuando vuelan, por lo que nunca lo hacen una detrás de otra, en fila india, ya que esto provocaría que cayesen en picado. Además, se añade la dificultad de que las aves, para volar correctamente, tienen que tener todas las plumas enfrentadas contra el viento, por lo que si les alcanza una masa de aire y se las revuelve es muy probable que se desplomen. La formación en uve impide estas turbulencias. El que se pone delante es el más viejo o vieja, el que ha hecho más veces la ruta migratoria y, por tanto, el que hace de guía.

-Lo cierto es que la fascinación que siente el hombre cuando observa estas bandadas es profunda y antigua. Siempre hemos sentido una especie de envidia hacia los animales que pueden volar.

-Las migraciones de las aves se han estudiado desde que el hombre es hombre, porque estaban muy vinculadas a su labor cazadora y recolectora, a su alimentación. Hasta hace relativamente poco, en Doñana -cuando todavía estaba todo prácticamente inundado- vivía un grupo de gente que dependía de la migración prenupcial y posnupcial de los patos, porque gran parte de su dieta se componía de los huevos y de los ejemplares que cazaban. Conocían a la perfección las migraciones y llevaban su contabilidad en un cuaderno.

-Las migraciones de las aves ha sido un fenómeno asociado a una gran cantidad de leyendas hermosas pero falsas. ¿Cuándo se inició el estudio científico de este fenómeno?

-La ornitología se inició, fundamentalmente, en Gran Bretaña con los primeros científicos que se empezaron a interesar por lo que, en aquel entonces, se llamaban los recursos naturales. De esta manera se empezó a ver a las aves no exclusivamente como un recurso alimenticio o cinegético, sino también como especies que podían enseñar mucho de la historia natural de un lugar determinado. Estamos hablando de Darwin, de Wallace, científicos que se recorrieron gran parte del mundo recolectando información. En el siglo XVIII fue muy importante la labor del conde de Buffon, que hizo la primera enciclopedia de Historia Natural con 44 tomos, dos de los cuales estaban dedicados a las aves.

-Documentando la entrevista me ha sorprendido gratamente que las aves tienen una forma de viajar muy parecida a los antiguos navegantes, observando las estrellas y los accidentes geográficos.

-Las aves usan la técnica de lo que nosotros en biología llamamos landmarks (marcas en el terreno). Es decir, un ave no se conoce el camino punto por punto, sino que usa elementos de referencias como una cordillera, un bosque, un lago... Los más viejos se lo van enseñando a los jóvenes.

-Es decir, que la ruta no está en el código genético de las aves, sino que es un camino aprendido. Hay una pedagogía.

-Efectivamente. Las aves jóvenes tienen el instinto de migrar, pero necesitan que las más experimentadas les enseñen por dónde ir. De hecho, muchos individuos jóvenes se pierden. A principios de mes, un buitre joven se despistó de la bandada y se extravió en el Polígono de San Pablo, en Pedro Romero, y se quedó allí un par de días dando vueltas... Luego no sé qué pasó con él.

-¿Y las estrellas?

-También las usan cuando viajan por la noche. Se guían por ciertas estrellas y astros que les resultan muy llamativas: la Luna, la Polar... También son capaces de detectar el campo geomagnético de la tierra, pese a que es muy débil. Cuando las aves vuelan perciben una intensidad magnética que les llega por el pico y el ojo y que les permite saber si se están desviando o no de la ruta.

-Supongo que cualquier variación en el campo magnético de la tierra puede suponer un desastre.

-El campo magnético no suele variar mucho, pero sí es verdad que la electricidad de las ciudades contemporáneas genera campos electromagnéticos de uno o dos órdenes de magnitud por encima del campo magnético terrestre, lo que hace que cuando un ave llega a una ciudad sufre como un golpe magnético fuerte que la despista y muchas veces se puede desviar de la ruta, perderse y morir de inanición o ahogadas en el mar.

-Me imagino que en las migraciones, como en tantos fenómenos naturales, no habrá piedad con los débiles.

-El que no puede seguir el ritmo se queda atrás. Esto se ve muy bien en el Estrecho de Gibraltar, especialmente en las grandes aves planeadoras, aquéllas que usan las corrientes de aire para migrar. Pese a que el Estrecho apenas tiene catorce kilómetros, estas aves se lo piensan mucho antes de intentar cruzarlo. Necesitan que las corrientes de aire caliente las suban mucho en altura en Tarifa para lanzarse e ir perdiendo progresivamente altitud hasta llegar a África. Muchas veces abortan la operación... Se lo piensan mucho y una gran cantidad mueren de inanición en esta operación. De hecho, llegan a Marruecos agotadas, con gran pérdida de grasa, y muchos las atrapan con las manos. El cruce del Estrecho es un viaje sin piedad.

-Ya hemos hablado de las ciudades y su campo electromagnético. ¿Qué otras actividades humanas ponen muros a la migración de las aves?

-Muchas. Por ejemplo, la desaparición de parajes naturales que las aves usaban para descansar, alimentarse u orientarse. La destrucción del medio ambiente despista a las aves en sus viajes.

-¿Qué ave es la reina de la emigración, la más épica?

-El charrán ártico. Un pájaro muy bonito, más pequeño que una gaviota, blanco y con una cola muy larga. Se recorre todo el globo, del Polo Norte al Polo Sur buscando el verano. También llama la atención el ganso común, que va del norte de Asia, de la zona de la Tundra, hasta África por el Mar Rojo o el Estrecho de Gibraltar. Algunos se quedan en Doñana.

-Recientemente, el biólogo sevillano Javier Balbontín publicó un estudio en el que demostraba que las golondrinas habían adelantado algo su migración. ¿Está afectando mucho el cambio climático en este asunto?

-Sí, afecta bastante. Las condiciones ambientales son las que le indican al pájaro que ya es hora de emigrar, de partir a lugares donde el clima permite encontrar más alimento. Los cambios de estación se están haciendo cada vez más bruscos, con unas primaveras y unos otoños más cortos, y eso retrasa o adelanta las migraciones.

-Un ejemplo son las cigüeñas...

-La cigüeña blanca, la típica de campanario, estuvo a punto de desaparecer en los años 70. De repente empezó a recuperarse sin que nadie supiese muy bien por qué, hasta que se descubrió que se estaban alimentando en los muchos vertederos que aparecieron por entonces. La cigüeña tiene lo que se llama una emigración parcial: algunos individuos migran y otros no. Los que se quedan es porque encuentran su alimento en los vertederos humanos, una fuente de recursos que antes no existía.

-Comparado con otros países de nuestro entorno, en España hay poca afición a la ornitología.

-Muy poca. En 2011 estuve en un congreso de ornitología que se celebró en Zúrich. Fuimos a visitar Interlaken y nos encontramos con dos señoras mayores de casi ochenta años, cada una con su trípode y su teleobjetivo para seguir la migración de los pájaros. Aquí nos falta mucho camino por recorrer. Hay bastantes profesionales que hacen buenos trabajos científicos, pero no tenemos muchos aficionados pese a que nuestra tierra cuenta con zonas de primer nivel mundial como la reserva del Odiel, Doñana o Tarifa. El fomentar esta afición es una tarea pendiente de los ornitólogos científicos.

-¿Y en Sevilla, dónde es el mejor lugar para observar a estas aves migratorias?

-Los grandes parques como el de María Luisa o el Alamillo son buenos sitios, porque las aves los usan como esos landmarks de los que hablábamos antes. Hace poco he visto un papamosca gris [la entrevista es en el Parque de María Luisa], un pájaro que para aquí para descansar unos días antes de reiniciar su recorrido hacia África. Es lo que llamamos una especie en paso migratorio. Desde el Aljarafe también se observan muy bien las bandadas de pájaros cruzar la ciudad, como la que usted vio el otro día. Sevilla es un enclave muy bueno para ver aves migratorias, ya que pasan gran parte de las especies que van a Tarifa. Hace poco me encontré en el Real Alcázar una egagrópila [bolas formadas por restos de alimentos no digeridos que algunas aves carnívoras regurgitan] de una pareja de búho real que se había asentado en una casa abandonada del Barrio de Santa Cruz y que estaba utilizando esa zona como área de caza. Insisto, Sevilla es una ciudad muy interesante desde el punto de vista ornitológico, un lugar donde te encuentras especies que no te esperas.

-Cambiemos de tercio. Hace unos años hablamos del preocupante aumento en la ciudad de las poblaciones de aves exóticas, muchas de ellas abandonadas por sus dueños. Pasear por el Parque de María Luisa es ya casi igual que hacerlo por una selva, con grandes poblaciones de cotorras de Kramer o cotorras argentinas.

-Los datos siguen aumentando desde el año 92, que fue cuando empezaron las primeras introducciones. El Parque de María Luisa ha sido el núcleo neurálgico de la expansión de las cotorras argentinas y las de Kramer, pero estas poblaciones ya se han expandido al extrarradio. Hace cinco años no las veíamos más allá de la Torre de los Perdigones, y ahora las estamos viendo por el Parque del Alamillo, San Jerónimo, etcétera. Ya deben estar por toda la ciudad.

-¿Y están perjudicando a poblaciones endémicas de Sevilla?

-Todavía no se sabe bien cómo está afectando este proceso a las especies de aquí. Es verdad que las cotorras están ocupando un nicho ecológico que estaba vacío. Por ejemplo, se alimentan de los frutos del ciprés, un alimento muy duro que los pájaros autóctonos no explotan. Sin embargo, sí que hay una competencia por el espacio. En lo que al espacio se refiere, las especies endémicas están empezando a ser desplazadas por las exóticas.

-Digamos que sus graznidos suponen también una agresión al patrimonio natural sonoro de la ciudad, de nuestros parques.

-La gente compra estas cotorras en las tiendas porque las ven muy bonitas y exóticas, pero no saben el ruido que producen. Cuando caen en la cuenta y no pueden soportar su graznido estruendoso en el piso, las abandonan. Es verdad que estas aves exóticas tapan la bioacústica de otras especies. El canto de algunas especies muy pequeñas, que suelen ocultarse en la copa de los árboles, es muchas veces la única manera de identificarlas.

-Como bien indica, los árboles son las casas de los pájaros. ¿Qué le parece la gestión del arbolado de la ciudad que se realiza desde el Ayuntamiento de Sevilla?

-El Ayuntamiento debería consultar más a la comunidad científica. Es un recurso que puede usar cuando quiera e, incluso, de forma gratuita... El CSIC, la Universidad...

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