Con AND sevillano
Un enfermero con dotes de detective y criminólogo
El Rastro de la Historia
Más allá del morbo que suele despertar su mención, la Santa Inquisición -el tribunal medieval reactivado por los Reyes Católicos para perseguir a criptojudíos, herejes y otras desviaciones de la ortodoxia- fue una institución muy presente e importante para las personas que vivieron en los siglos XVI, XVII y, en menor medida, XVIII. Como tal institución, constaba de un amplio plantel de funcionarios, cuya vida era bastante más rutinaria de lo que hoy pensamos (cuestión muy bien estudiada por Julio Caro Baroja en El señor inquisidor y otras vidas por oficio) y de una serie de dependencias en las que poder desarrollar sus funciones, desde el cautiverio de los acusados y condenados, hasta las audiencias, pasando por los tormentos que se aplicaban a los reos cuando se consideraba necesario (ni mucho menos siempre).
La Inquisición sevillana requirió de unas amplias instalaciones debido a su radio de acción: todo el Reino de Sevilla, excepto la banda oriental del arcedianato de Écija. Asimismo, tenía estrechas relaciones con los tribunales de Canarias y las Indias, lo cual aumentaba su importancia y carga de trabajo. Por ello, desde el primer momento se buscó para su sede grandes edificios con prestancia, que a lo largo de su historia fueron cuatro:
-El Convento dominico de San Pablo. De este edificio solo nos queda hoy su magnífica iglesia, la parroquia de la Magdalena. San Pablo fue la primera sede de la nueva Inquisición en todo el Reino de Castilla, ya que el tribunal tuvo desde el principio una estrecha relación con la orden de Santo Domingo, cuyos miembros solían especializarse en asuntos teológicos. De hecho, el prior del convento por entonces, fray Alonso de Ojeda, influyó decisivamente para que los Reyes Católicos reactivasen el tribunal. En el Convento de San Pablo se celebró el primer auto de fe en España, el 6 de febrero de 1481, en el que se condenaron a muerte a seis personas. Antes, en 1480, habían llegado a Sevilla los primeros inquisidores, tal como narra don Antonio Domínguez Ortiz en su libro Autos de la Inquisición de Sevilla (siglo XVII).
-El Castillo de San Jorge. Fue la sede histórica del Santo Oficio, al que se lo cedieron los Reyes Católicos tras recuperarlo de las manos del Duque de Medina Sidonia, que lo había usurpado durante largos años. Poco duraron los señores inquisidores en el Convento de San Pablo y, el mismo año de 1481, se mudaron a este castillo construido por los musulmanes para proteger el Puente de Barcas y el importante abastecimiento de la ciudad desde el Aljarafe. Ubicado donde hoy se encuentra la plaza de abastos de Triana, de él apenas quedan algunos vestigios arqueológicos y el todavía llamado Callejón de la Inquisición.
-Casa de los Tavera. En la primavera de 1626, debido a una "formidable" riada, la Inquisición tuvo que evacuar el Castillo de San Jorge (que históricamente había tenido problemas de inundaciones debido a su cercanía al Guadalquivir) y trasladarse provisionalmente a la Casa de los Tavera, que estuvo ubicada en la actual esquina entre las calles Bustos Tavera y Doña María Coronel, un gran palacio destruido en 1970 por el desarrollismo y del que apenas nos quedan las fotografías que hizo el vizconde de Vigier. Según señala Domínguez Ortiz, las obras de acondiconamiento del edificio las dirigió Andrés de Oviedo, maestro mayor de la ciudad. Sin embargo, los inquisidores echaban de menos la presencia y el simbolismo del Castillo de San Jorge, al que se volvieron en 1640. Posteriormente, la casa de los Tavera sería hospicio de Niños Toribio e, incluso, dependencia de la cercana Fábrica de Tabacos antes de mudarse a extramuros.
-Colegio de las Becas. En 1785, debido a la cesión del castillo al Ayuntamiento y la decisión de este de derribarlo, la Inquisición, ya muy disminuida con respecto a épocas anteriores, se mudó al Colegio Seminario de Teólogos de la Compañía de Jesús, conocido como "de las Becas" y que dio nombre a la actual calle Becas. El edificio había quedado sin el uso de sus legítimos propietarios debido a la expulsión de los jesuitas por Carlos III, en 1767. Allí estuvo un decaído Tribunal de la Inquisición hasta 1820, fecha de su definitiva disolución durante el Trienio Liberal.
Aparte de estas sedes centrales, la Inquisición tuvo otras dependencias en Sevilla, como los almacenes donde hoy está el Palacio de San Telmo, en los que se guardaban los materiales y utensilios para los autos de fe (incluida la madera de las hogueras); las prisiones para los ya condenados (las del barrio de Don Pedro Ponce, del Azofaifo o de la trianera calle de las Confesas); o, incluso, algunos conventos en los momentos de mayor demanda.
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