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Siete décadas después, otro Gutiérrez-Alviz en la Academia de Buenas Letras

  • Relevo generacional. Cuando nació el nuevo director de la institución, su padre ya era académico y decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla

Siete décadas después, otro Gutiérrez-Alviz en la Academia de Buenas Letras

Siete décadas después, otro Gutiérrez-Alviz en la Academia de Buenas Letras

Cuando el 17 de enero de 1959 nace Pablo Gutiérrez-Alviz y Conradi, flamante director de la Academia Sevillana de Buenas Letras, su padre, Faustino Gutiérrez-Alviz y Armario (1915-2006) era decano de Derecho y desde 1951 ya formaba parte de la Academia que siete décadas después iba a dirigir el pequeño de sus cinco hijos. Uno de los tres que siguió los pasos jurídicos de su progenitor. Faustino hijo es catedrático de Derecho Procesal y fue vocal del Consejo General del Poder Judicial; Leopoldo, abogado del Estado; y Pablo, el benjamín, el nuevo director en la Casa de los Pinelo, es notario con destinos sucesivos en Barcelona, Cádiz y Sevilla.

La mayoría de estos datos los he obtenido de la sinopsis biográfica que me facilitó Feliciano Robles, el Plutarco de las vidas de tantos sevillanos ilustres. El primer Gutiérrez-Alviz que dirigió la Academia de Buenas Letras estudió en el colegio de los Escolapios, como Cernuda o José María Izquierdo, y donde también estuvo Ismael Yebra, el predecesor del notario, que escribió en un libro la historia de ese colegio. Faustino Gutiérrez-Alviz se licenció en Derecho con premio extraordinario en 1940, el año que nace Alfonso Guerra, nuevo académico. Se doctoró un año después con la tesis doctoral titulada Los bienes de difuntos en el Derecho Indiano.

Faustino Gutiérrez-Alviz llevó la Universidad de la calle Laraña a la Fábrica de Tabacos

Siendo decano de Derecho, cargo que ejerció entre 1957 y 1965, pasaron por sus aulas Felipe González o Rafael Escuredo, que en 1982 pasan a regir los gobiernos socialistas de España y Andalucía. La trayectoria docente de Faustino Gutierrez-Alviz es impresionante. En 1943 ganó las oposiciones a la cátedra de Derecho Romano en la Universidad de La Laguna, en Canarias. De allí se traslada a la de Santiago de Compostela, donde consigue la permuta con Granada. En 1946 vuelve a la Universidad de Sevilla como catedrático de Derecho Romano y Procesal. El año de su vuelta a Sevilla empieza a ejercer la abogacía colegiado en Madrid y en Sevilla.

De una generación anterior a la de Manuel Clavero (nacido en 1926) o Manuel Olivencia (1929), Gutiérrez-Alviz se especializó en mudanzas. Fue quien en 1954 gestionó el traslado de la Universidad desde su vieja sede de la calle Laraña a la Fábrica de Tabacos y años más tarde siendo director de la institución académica trasladó Buenas Letras desde el Museo de Bellas Artes a su actual sede en la Casa de los Pinelo, donde comparte espacio con las academias de Bellas Artes y Medicina.

Un notario es el único nombre propio del Estatuto de Andalucía (Blas Infante), un notario fue el primer presidente del Parlamento Andaluz en 1982 (Antonio Ojeda), un notario dirige la Academia de Buenas Letras. El número 53 en una institución que nace en 1751. Su padre fue el número 45. En la docta casa está su retrato. Debajo, los de los ex directores Manuel González Jiménez y Rogelio Reyes, que estuvieron junto a Enriqueta Vila en la proclamación del nuevo director. Los retratos del medievalista de Carmona y del catedrático de Lora del Río (universalismo universitario de provincias) los realizó Reyes de la Lastra.

La pintora también estuvo en el acto. Ahora que el Ateneo ha estrenado nuevo presidente, en los Pinelo había tres Reyes imponentes: Reyes de la Lastra, Reyes Morales, timón de la bodega que fundaron sus abuelos manchegos de Valdepeñas, y Reyes Pro, alma de los actos que se han hecho para conmemorar los 250 años del plano de Olavide.

En el patio de los Pinelo figuran los nombres de las primeras juntas directivas de la Academia. Algunos ya están en el callejero de la ciudad: Carlos Cañal, Muñoz y Pabón, José Gestoso. La nueva dirección se estrenó con una sesión necrológica dedicada a Rafael Valencia y el relevo de Ismael Yebra. Un arabista y un dermatólogo que se fueron demasiado jóvenes. Dejan el legado de la piel árabe de esta Academia honrada por sus años de desvelo sustraídos de sus quehaceres profesionales y familiares.

La mesa de edad la presidió Joaquín Caro Romero, un sevillano que ha sido premio Adonais y pregonero de la Semana Santa de Sevilla. Dos formas de rimar, un arbotante lírico entre el cielo y la tierra. La Academia de Buenas Letras, lastrada estos años por la muerte de algunos miembros, una Baler de la calle Abades, es un espacio para el fomento de la amistad y el discipulado. Mary O'Sullivan, la esposa irlandesa de Manuel González Jiménez, lo acompañó hasta los Pinelo. Allí el profesor, biógrafo de los reyes más importantes en la historia de la ciudad, se reencontró con antiguos alumnos: Rafael Sánchez Saus, nuevo académico, o Manuel García Fernández, un catedrático con apellidos de portero del Betis que es cronista de su pueblo, Carrión de los Céspedes, donde una calle lleva su nombre. En la puerta se despedían Alfonso Lazo y José Antonio Gómez Marín, dos de los tres proponentes de la candidatura de Alfonso Guerra para la Academia. El tercero, Enrique Valdivieso.

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