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Sevilla

Casi tres décadas de pontificado y ni tres meses de prórroga

  • La Iglesia local cierra una transición de sólo un año

Será por su costumbre de jugar al borde del área con sus opiniones con eco nacional sobre espinosos temas políticos que le terminaron pitando penalti. Será que de tanto pisar charcos y pronunciarse sobre todo tipo de asuntos se ha acabado empapando hasta la cintura con riesgo de pulmonía. Será por la falta de un Homero que cantara sus hazañas en Roma. O será simplemente porque, como él mismo asevera, la ley del DNI impera sin posibilidad de interponer recurso. Será por lo que sea, pero a muchos sigue extrañando la forma (con lo que suponen las formas en una institución como la Iglesia) en la que se ha puesto fin a un inusual pontificado de 27 años.

La transición ha durado sólo un año, un tiempo en el que la tesis oficial ha insistido en que el cardenal Amigo solicitó a Roma un coadjutor. Aquélla fue la primera sorpresa. Comenzaba un relevo tan inesperado como precipitado. Si se tienen en cuenta las experiencias similares de Valencia, Toledo y Barcelona, se comprueba que Agustín García Gascó, Francisco Álvarez y Ricard María Carles estuvieron, respectivamente, al pie del cañón hasta los 78 años de edad. Dispusieron de tres años de prórroga por ser precisamente eso, príncipes de la Iglesia con derecho a voto en un cónclave.

La prórroga del cardenal Amigo no ha durado ni tres meses. Del 23 de agosto, fecha del cese obligado de acuerdo con la legislación canónica, al 5 de noviembre. Aunque en este caso sí encaja que el propio purpurado haya acelerado el último capítulo del proceso para acabar cuanto antes con la incomodidad de la bicefalia para quien se ha negado a gobernar con obispos auxiliares.

Monseñor Amigo deja atrás un pontificado en el que ha exprimido al máximo su tirón mediático. Ha apoyado huelgas generales contra gobiernos del PP, ha recibido en Palacio a colectivos de gays y lesbianas, ha tenido relaciones más que fluidas con los sucesivos gobiernos socialistas de la Junta, ha potenciado el diálogo interreligioso y, recientemente, no detuvo ni se pronunció en contra del manifiesto de casi 300 católicos relevantes de la ciudad críticos con el encuentro promovido por el cardenal Rouco en Madrid en defensa del concepto de familia frente a las políticas del Gobierno de ZP. Entre los firmantes estaban algunos de sus canónigos y más fieles colaboradores.

Ha ido por libre. "Lo grave sería que lo que dijera el arzobispo importara un comino". Tan libre se ha sentido que vendió el Palacio de San Telmo al PSOE de los años ochenta, provocando un cisma local, y metió el dinero recibido en metálico en un fondo de inversión de alta volatilidad ofrecido por el BBVA Privanza en su particular interpretación de la parábola de los talentos. Tan libre que le mandó los pliegos de la declaración de la renta a las cofradías en plena cuaresma (buscando el prime time) para que contribuyeran al sostenimiento de la Iglesia. Tan libre como para defender pública y enérgicamente el derecho de la princesa Letizia a casarse por la Iglesia cuando no faltaban entonces quienes recordaban machaconamente su anterior matrimonio civil. Tan libre como para decir alto y claro en el funeral por Alberto y Ascen lo que sus compañeros no decían en sus sermones del País Vasco. Tan libre como para declararse amigo y defender el pensamiento de monseñor Setién en plena sangría terrorista. Y tan libre como para sacarle partido al nuevo Seminario alquilando sus habitaciones a los atletas del Mundial de Atletismo en 1999.

Deja las arcas de Palacio saneadas, con la Catedral como gran fuente de ingresos de la Diócesis, con una autofinanciación casi conseguida gracias al nuevo modelo de aportación del IRPF, con un ramillete de templos del casco antiguo restaurados con la ayuda de la Junta de Andalucía y con un buen número de nuevos templos construidos en las zonas de expansión de la ciudad.

Monseñor Amigo se mueve en su hora incierta entre el precio de la libertad y el peso del DNI. La prueba de que acabó entrando en esta ciudad y entendiendo sus claves fue lo que tal vez pensó cuando conoció los planes de Roma sobre la sucesión: aplicaría la muy sevillana regla del Ya estoy yo en mi casa. De otra forma no se entiende que sólo nueve días después de cumplir los 75 años le comunicaran la aceptación de su renuncia. Genio y figura. Pastor y gobernante. Jugó al borde del área y le pitaron penalti.

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