Cuando el decoro es lo secundario

El Cabildo Catedral instala carteles que advierten a los turistas de la necesidad de cuidar la estética en el templo, un debate reabierto este verano tras una reflexión del arzobispo

Cuando el decoro es lo secundario
Cuando el decoro es lo secundario
Alberto Fraile

15 de agosto 2015 - 05:03

Once de la mañana. La cola de turistas para entrar en la Catedral alcanza el magnolio de la Avenida. La Puerta del Príncipe se abre y una hilera de personas comienza a bordear la copia del Giraldillo que observa, con atención, la variopinta vestimenta de los foráneos que acceden al primer templo de culto de la archidiócesis. No se presenta un día excesivamente caluroso. Una ligera brisa hace soportable permanecer bajo el sol. Aun así, no son pocos los que recurren al mapa para esquivar los rayos del astro rey, a modo de visera improvisada. Abanicos y botellas de agua completan la escena.

Unos metros antes de acceder, un cartel novedoso advierte a los turistas en castellano y en ingles: "La Catedral es un lugar sagrado. Es necesario guardar silencio y vestir con decoro en el interior del templo". Nadie cuestiona el silencio. El decoro, sin embargo, parece haber quedado en el olvido. Pantalones cortos de todas las tallas y estilos se combinan con camisetas sin mangas o con tirantas. Algunos ni siquiera hacen el amago de despojarse de gorras, sombreros o pañuelos. Aunque muchos son los que van con calzado deportivo, la mayoría opta por las fresquitas chanclas.

Desde hace años los aledaños de la Catedral registran a diario miles de turistas que consideran el decoro en la indumentaria algo secundario a la hora de visitar los espacios religiosos, sobre todo en los meses de calor. Por lo general existe indiferencia. Así se manifiesta Christopher Courtney, inglés al que no le importa el hecho de tener que vestir de una manera determinada en estos casos. Algunos sí se muestran partidarios de la regulación del atuendo. Es el caso de María Ángeles Díez, de San Sebastián, que entiende que hay que entrar con más recato en las iglesias. "Depende mucho de donde vengas. Andar en pantalón largo por aquí es excesivo con el calor", asegura el maño Víctor Gascón. Valentina Monari, de Italia, también está a favor de usar pantalones largos y de que las mujeres se cubran los hombros. "Es por respeto", añade.

De la opinión contraria son Jessica Álvarez y Estibaliz Molina, quienes creen que "la Iglesia tendría que adaptarse a los nuevos tiempos". "No es para tanto", apuntan estas dos vitorianas que consideran que no se trata de una ofensa, siempre que no se llegue a los "extremos" de ir en bañador. En la misma línea se sitúa Miriam Odarks, de Palencia, que ve importante un giro por parte de las autoridades eclesiásticas hacia este asunto. "No nos han dicho nada y tampoco hay que alarmarse", insiste, a la vez que alude al doble rasero que supone: "Muchas veces criticamos otras religiones por situaciones similares", señala en relación al velo o el burka. David Cotsworth, de Inglaterra, ve bien cómo visten los viajeros. "Estoy de acuerdo con la opinión del arzobispo, pero no la comparto porque hace calor y así es más cómodo". "Hay que diferenciar entre el culto y la visita al monumento. Es excesivo", indica en este caso Ángel Ramos, de Zaragoza, que asegura que nadie les ha avisado sobre cómo deben ir vestidos.

El debate se ha vuelto a abrir tras las declaraciones que el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, realizó en el último semanario de la Archidiócesis. "No me gustan determinados atuendos que veo en la Catedral de Sevilla y en otros templos. El Señor merece todo nuestro respeto", comentaba Asenjo, a lo que añadía: "La visita cultural debe ser compatible con la salvaguarda de la identidad más genuina del templo, que de ninguna manera puede ser considerado un parque temático y un mero museo".

La permisividad del Cabildo Catedral, no obstante, es lo habitual. Desde la recepción, Sara de Dios asegura que se permiten las tirantas o bermudas, aunque en situaciones exageradas sí suelen indicar que se tapen. Son las órdenes que tienen. "Ha habido casos puntuales en los que se ha impedido la entrada, o se ha pedido que se cubra, por ir en biquini. En bañador no dejan entrar ni en un museo", recalca. A raíz del comentario del arzobispo, destaca que ha aumentado el número de llamadas por parte de hoteles y agencias de viajes, aunque "no hay preocupación ni alarma".

En la Puerta de los Palos, una vigilante custodia uno de los nuevos carteles: "No solemos ser muy estrictos", comenta. Al mismo tiempo, varios grupos de turistas se disponen a subir a la Giralda. Siguen a sus guías, Elena y María Ángeles, quienes reconocen que han empezado a dar recomendaciones desde la colocación de los carteles. Según ellas, muchos vienen con la idea hecha, "ya que antes han estado en Italia y se creen que es lo mismo que allí".

Echando la vista atrás, todo parece seguir igual. Las estampas de los 70 nos llevan a una Capilla Real en la que entraban hasta los animales, como se aprecia en la fotografías que complementan esta información, además de shorts y de mochilas cuyas dimensiones superan en altura a una persona. Detalles que se repiten en un monumento que continúa acumulando récords de visitas sin dejar de ser el principal lugar de culto de la ciudad.

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