La crisis del coronavirus en los colectivos más vulnerables

Un día con Cáritas Sevilla en la era postcoronavirus

Una usuaria durante una atención en una Cáritas parroquial de Sevilla.

Una usuaria durante una atención en una Cáritas parroquial de Sevilla. / M. G.

La emergencia que provoca la Covid-19 no es sólo sanitaria y en Cáritas Sevilla lo viven cada día. Al cambio de rutinas al que ha obligado el virus se suma el aumento paulatino de usuarios, lo que ha obligado a los trabajadores y voluntarios a redoblar esfuerzos para que la comida y los recursos básicos no sean un problema para nadie en la sociedad sevillana.

Cáritas Diocesana de Sevilla ha tenido que reinventar sus medios y aumentar el presupuesto destinado a emergencias para llegar a aquellas personas que están siendo más golpeadas y aisladas por esta pandemia ya que el número de peticiones de ayuda se ha incrementado en la provincia en un 35% de media, llegando a ser de hasta el 60% en zonas como Tres Barrios Amate, Polígono Sur, Torreblanca o Macarena Norte. 

Desde que se decretó el estado de alarma, a la inicial crisis sanitaria se ha unido una emergencia económica y social de gran gravedad y que ha exigido respuestas rápidas a través de nuevos canales y formatos. La crisis ha dejado ver esa fragilidad, la falta de respuesta, recursos e infraestructura en protección social. Miles de personas se han visto desprotegidas de la noche a la mañana. No han sabido a quién acudir. Los servicios sociales comunitarios, ya de por si debilitados, con escasos recursos materiales y humanos, no han podido hacer frente a las consecuencias sociales de la pandemia con solvencia.

Durante estos dos meses y medio se han tenido que cerrar centros de atención, por mandato de las autoridades pertinentes, pero no se ha dejado de prestar ayuda. Cáritas Diocesana de Sevilla ha reinventado su sistema de acogida y acompañamiento, para poder dar sus servicios a pesar del confinamiento. Para ello, se han creado servicios como el de atención telefónica.

También se ha duplicado la ayuda en algunas de las 251 Cáritas parroquiales de la Diócesis. Pilar Galindo es coordinadora del acompañamiento realizado por los voluntarios de estas cáritas parroquiales y destaca el "desbordamiento" vivido en los primeros momentos del confinamiento. "En muchos casos las personas que atendemos viven al día y de una economía irregular. Imaginate, vieron como sin poderse mover dejaban de poder cubrir sus necesidades básicas. El teléfono llegó a colapsarse", afirma. La coordinadora explica como solucionaron ese déficit de recursos a través de convenios con los comercios de los barrios donde los usuarios pudieron desplazarse con su DNI y después Cáritas pagaba esas compras. Galindo destaca el aumento de ayudas en tema de vivienda, sobre todo en el pago de deudas de alquiler. Otras de las claves en las que están trabajando ahora desde Cáritas es asesorando y ayudando para facilitar el acceso a todas las prestaciones que se están poniendo en marcha como el Ingreso Mínimo Vital.

La pandemia ha provocado situaciones que han llegado para quedarse. La atención telefónica y las citas previas son prácticas que ha traído el estado de alarma y que, comprobados sus beneficios, seguirán desarrollándose al igual que el aumento de la higienización y la reducción de las aglomeraciones. 

Cáritas parroquiales

El párroco Salvador Dianez junto al equipo de Cáritas parroquial de El Ronquillo. El párroco Salvador Dianez junto al equipo de Cáritas parroquial de El Ronquillo.

El párroco Salvador Dianez junto al equipo de Cáritas parroquial de El Ronquillo. / M. G.

Con las peticiones de ayuda multiplicadas y el teléfono como principal arma, las Cáritas parroquiales también han vivido la pandemia en primera línea de batalla de una emergencia social que la crisis del coronavirus ha venido a acentuar. La escena se ha repetido en todas las parroquias. Salvador Dianez es párroco en los municipios de El Garrobo y El Ronquillo y cuenta como en los pueblos rurales la labor de las cáritas parroquiales durante el confinamiento ha contado con la dificultad añadida de tener que detectar a las familias normalizadas que empezaban a pasar necesidades, los "pobres vergonzantes", destaca.

"Aquí se trabaja mucho en empleos precarios, sin estar dados de alta y, sobre todo, fuera del municipio. Son familias que viven de lo que sacan de la semana y la pandemia paralizó sus ingresos. En los pueblos pequeños está la dificultad de que todo el mundo se conoce y la vergüenza de tener que pedir ayuda ante una situación de necesidad que están viviendo por primera vez dificulta nuestra posibilidad de poder detectar su situación y poder ayudarles", explica y añade: "el teléfono ha sido nuestro mejor aliado. Con él hemos mostrado nuestra cercanía y hemos detectado las necesidades de algunas familias de las que presumíamos lo estaban pasando mal".

Otra de las nuevas funciones adoptadas ha sido la ayuda a colectivos más vulnerables al contagio a través de la realización de compras para evitar sus salidas, además de las campañas de recogida de alimentos y recaudación de fondos.

Dianez destaca el gran trabajo de los técnicos de Cáritas sin los que asegura "no habríamos podido llegar adonde hemos llegado". "No puedo decir las horas que han tenido sus días, han estado continuamente formándonos e informándonos de todos los decretos y protocolos que podíamos seguir", afirma.

En la capital, María del Carmen Picón es voluntaria en la Cáritas parroquial de San Pio X, en Las Letanías. "Durante la pandemia, todo se ha desbordado, más de lo que ya estaba", matiza esta voluntaria, que destaca cómo la crisis del coronavirus ha venido a "cronificar" la situación que ya padecían algunos usuarios que, en su ámbito de actuación, asegura, "llevan ya más de 20 años viviendo en una importante situación de precariedad". "Al principio nos pilló sin saber cómo actuar, nadie esperaba esto, pero luego ya vimos la posibilidad de organizarlo todo por teléfono", destaca. Explica que para que los usuarios no se sintieran desprotegidos, se colgaron carteles en la puerta de la parroquia con el número de un teléfono con el que esta voluntaria iba llamando una a una a todas las familias que ya estaban en la lista de peticiones antes de la pandemia, pero también a las que seguían apuntándose.

Aunque las citas personales se están recuperando, la normalidad no se ha recuperado. "Hemos vuelto a visitar a las familias con la reapertura de las parroquias, pero de forma mucho más pausada", explica. Respecto a la recogida y reparto de alimentos, una de las funciones básicas de estos organismos, los supermercados han sido claves, ya que allí es donde se han colocado las cajas para las donaciones. A través del teléfono y con citas previas, los voluntarios han sido los encargados de hacer llegar esos recursos a los usuarios.

Migrantes

Son uno de los colectivos más vulnerables y con la pandemia se han convertido en uno de los grupos con más dificultades añadidas. Los responsables de la población migrante en Cáritas Sevilla advierten de que este perfil se ve especialmente perjudicado en la actualidad. "Hay muchísimos de ellos que están en situación irregular y por lo tanto sin ningún tipo de protección social. Esta situación hace que no puedan acceder a todas las ayudas que las administraciones han ofrecido y muchos han acudido a la delegación de migraciones de Cáritas Diocesana", explica el párroco Salvador Dianez y delegado diocesano de migraciones de la ONG católica.

Inmigrantes en una clase de español. Inmigrantes en una clase de español.

Inmigrantes en una clase de español. / M. G.

Desde esta departamento son dos los principales ámbitos de trabajo que desarrollan por los 35 voluntarios que forman el equipo. Por un lado, el residencial con 5 pisos de acogida con 26 plazas y, por otro, un centro de formación donde los migrantes reciben clases de español. "Durante este tiempo hemos cuidado mucho la sensibilización, la importancia sensibilizar en el contexto actual, que sabemos que es complicado", afirma la responsable del equipo Pilar Muruve.

La llegada de la crisis sanitaria obligó a adaptarse a los nuevos tiempos. "Tuvimos que paralizar la formación, dar por terminadas las clases de español presenciales y suspender los talleres", advierte. La nueva normalidad se empezó a recuperar el 8 de junio después de 3 meses. Pero ya nada volverá a ser igual. "Todo es distinto. Hemos adaptado las aulas a la distancia social, reducido a la mitad el número de alumnos por clases y el tiempo de las mismas, la entrada ahora se hace escalonada y hemos asumido las medidas de prevención e higiene", explica.

A nivel de pisos también se han reinventado. Estos espacios tienen asignado un educador que es el que acompaña a los migrantes y cuida que hagan las labores de la casa, va con ellos de compras y media en la convivencia a través de visitas diarias. "Con el confinamiento, hemos procurado que estas personas salieran lo menos posible de los pisos y todo se lo hemos estado proporcionando nosotros", dice. "Ha sido una situación complicada y nueva para todos, que hemos tenido que ir adaptando sobre la marcha y que ya empieza recuperarse con la vuelta de la formación", concluye.

Personas sin hogar

Las personas sin hogar son un colectivo de especial riesgo por la dificultad de poner en práctica las recomendaciones de prevención. El colectivo de los sin techo, siempre vulnerable, se ha convertido durante el confinamiento en un grupo social especialmente sensible porque muchos de ellos tienen enfermedades de riesgo y serias dificultades para adoptar las principales medidas de prevención.

El programa de personas sin hogar de Cáritas Diócesana trabaja con este colectivo desde el Centro Amigo, que es un proyecto de acogida en residencia y donde se hace un trabajo integral con las personas, y también trabaja en la calle a través de diferentes proyectos parroquiales que se encuentran en las zonas con un mayor volumen de personas sin hogar. "El trabajo en calle se cortó desde un primer momento con el estado de alarma", explica Lola Valenzuela, directora del Centro Amigo.

Una de las actividades con personas sin hogar en el centro Amigo de Cáritas. Una de las actividades con personas sin hogar en el centro Amigo de Cáritas.

Una de las actividades con personas sin hogar en el centro Amigo de Cáritas. / M. G.

Un frenazo a una actividad esencial por el que la responsable destaca la labor del Ayuntamiento de Sevilla que, a través de la adaptación de polideportivos, puso a disposición de este grupo de población un techo donde refugiarse. Por otro lado, en el centro y en el proyecto en residencias, la delegación ha estado "en continua adaptación" a los decretos que iban marcando las actuaciones una vez ya en la desescalada. "Primero se confinó a todas las personas dentro de la casa y podemos decir que la respuesta ha sido muy positiva, teniendo en cuenta que tenemos personas que por sus problemas, pueden ser más conflictivas, pero ha ido todo muy bien", explica.

Los educadores les han explicado constantemente la importancia de las medidas y el por qué del uso de mascarillas, batas o gafas. "Tenían que entender que a los que queremos proteger es a ellos", dice. Respecto al día a día durante el confinamiento, Valenzuela destaca la "sobrecarga" que ha supuesto el tener que adaptar todas esas medidas de seguridad "al tiempo que intentábamos que el día a día fuera lo más distraído", afirma. Para ello, se han desarrollado talleres y adaptado actividades de ocio. Con el desconfinamiento se han recuperado actividades con los voluntarios, las visitas de familiares y más tarde las salidas. "Esto ha sido de los más complicado porque, como centro sociosanitario, lo hemos hecho un mes después que el resto de los ciudadanos, y costaba que lo entendieran", relata.

Formación y empleo

Uno de los módulos de formación de Cáritas. Uno de los módulos de formación de Cáritas.

Uno de los módulos de formación de Cáritas. / M. G.

El impacto del Covid-19 ha transformado la labor de Cáritas en todos sus estamentos, también en la formación para el empleo. Clases a distancia, sesiones grupales virtuales, comunicación a través de un blog... así ha funcionado durante el confinamiento el departamento y centro de empleo de la ONG católica. "Básicamente, el viernes 13 de marzo les dijimos a los usuarios que se fueran a casa a esperar noticias. Nos sabíamos qué íbamos a poder hacer", cuenta la directora de esta vía de actuación, Mónica Salido.

Lo que hasta ese día era una formación grupal, con prácticas fuera del centro y posibilidad de contrataciones en empresas con las que colaboran se vio paralizado de la noche a la mañana. Como al resto de departamentos, la pandemia les obligó a reinventarse y ahora trabajan con grupos más reducidos y alternando orientación presencial con orientación a distancia.

La adaptación a la crisis sanitaria y sus futuras consecuencias, les ha llevado a la creación de nuevas vías de formación como es el caso de la limpieza sanitaria. "Hemos incluido este nuevo módulo para poder formar a la gente en profesiones futuras", explica la directora. Mantenimiento de edificios, energías renovables, cuidado de mayores, limpieza y hostelería son otros de los cursos que actualmente están activos.

A largo plazo, desde Cáritas esperan recuperar las prácticas en empresas "de aquí a final de año si todo va bien". El departamento también tiene convenios con empresas a las que aporta personal. Así, acaban de recuperar esta misma semana la actividad en una empresa de televenta, que quedó suspendida con el estado de alarma, y en julio se reactivará otro convenio con una empresa de limpieza especializada en el manejo de maquinaria. "La gente está respondiendo muy bien a todo lo que proponemos adaptándonos a la nueva situación. Tenían muchas ganas de activarse y sentirse útiles, de salir de casa donde han estado todo el día limpiando y sin moverse", afirma la responsable.

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