De Écija a Bangkok para combatir su hidrocefalia: "Es un milagro"

Un ecijano de 14 años ha dado un gran paso adelante frente a su enfermedad tras recibir en Tailandia una terapia con células madre, gracias a una campaña de donaciones que alcanzó los 50.000 euros del coste

Así es Carlos, un niño de Écija con hidrocefalia que necesita ayuda para recibir un tratamiento en Tailandia

Carlos y su madre, Rocío, a las puertas del Hospital BBH, en Bangkok.
Carlos y su madre, Rocío, a las puertas del Hospital BBH, en Bangkok. / M. G.

Hay historias que hacen mantener la fe en la bondad de las personas. La de Carlos, un niño ecijano de 14 años, es una de ellas. Nacido con hidrocefalia y afectado por parálisis cerebral, su vida hasta hace poco se resumía en cuidados constantes, sondas y tratamientos paliativos que apenas mejoraban su calidad de vida. Pero gracias a la valentía de su madre, Rocío Herrera, al esfuerzo colectivo de un pueblo entero y la solidaridad anónima, lo que parecía imposible se convirtió en un milagro.

"Si me dicen que en Tailandia hay un tratamiento que puede hacer que mi hijo mejore, allí voy yo con él", decía Rocío con la determinación que caracteriza a una madre coraje. Su fe en la ciencia y su amor incondicional la llevaron a Bangkok, donde Carlos recibió un tratamiento experimental con células madre que hoy, meses después, ha transformado su vida.

Cuando su hijo estuvo en coma a comienzos de año, Rocío comenzó a buscar desesperadamente cualquier opción que pudiera mejorar su calidad de vida. Así descubrió el tratamiento que, aunque no curativo, prometía regenerar parte de su cerebro y nervio óptico, y ofrecer mejoras significativas en su movilidad y autonomía.

Durante todo el mes de mayo, madre e hijo vivieron intensamente la experiencia del Hospital BBH. "Carlos fue sometido a terapias avanzadas. Inyecciones intravenosas y en los ojos de células madre, sesiones en cámara hiperbárica, fisioterapia y estimulación cognitiva", cuenta Rocío. El equipo médico tailandés lo acompañó con profesionalidad y cariño, convirtiendo un tratamiento complejo en una experiencia humana inolvidable.

Carlos, durante una de las terapias.
Carlos, durante una de las terapias. / M. G.

"Fue duro viajar con él, pero la acogida del personal y la atención que recibió Carlos hicieron que todo valiera la pena", recuerda Rocío. Y la recompensa llegó rápido. "A los dos días empezó a hacer pipí solo, algo que antes requería sondas cada cuatro horas. Además, está comiendo por boca, siguiendo la luz con la mirada, y empieza a ver colores. Cada día hace algo nuevo. Es un milagro", afirma rotunda.

El viaje a Tailandia no habría sido posible sin la increíble respuesta de la sociedad. Rocío lanzó una campaña desesperada para recaudar los 50.000 euros necesarios. "La respuesta de Écija fue inmediata y emocionante", recuerda. Huchas en comercios, camisetas solidarias diseñadas por la empresa local Anvalar y eventos benéficos lograron recaudar el dinero necesario. La solidaridad se extendió más allá de España. "Llegaron donaciones de pueblos vecinos, de otras zonas de España y de Estados Unidos y otros rincones del mundo. La historia de Carlos apareció en medios locales y nacionales", cuenta. "La gente fue increíble. Vendimos las camisetas como pan caliente, todos querían ayudar a Carlos", añade Rocío emocionada.

La comunidad se volcó, y gracias a esa generosidad hoy Carlos tiene otra oportunidad de vida. El tratamiento no es una cura, pero ha dado al menor avances que antes parecían imposibles. "He dejado de sondarlo cada cuatro horas. Eso era una calidad de vida pésima para él y para mí", cuenta.

Pero las mejoras no se detuvieron ahí. Carlos empieza a tragar por boca, sigue la luz con la mirada y comienza a distinguir colores. Su espasticidad ha disminuido, mueve mejor las piernas y su calidad de vida ha dado un giro de 180 grados. "Es otro niño. Los médicos en Sevilla no podían creerlo. Incluso ya no necesita la operación de caderas que estaba prevista", explica Rocío emocionada. Cada pequeño logro es una victoria. "Mi niño estaba muy malito y ahora es otro. Lo ven los médicos aquí en Sevilla y no lo creen. Es un triunfo para él y para todos los que nos ayudaron", remarca.

La mujer no se conforma con mirar atrás; mira hacia adelante con esperanza y gratitud. "A mi pueblo, a toda la gente que ayudó, gracias. Sin ellos esto no habría sido posible", destaca. Su historia es un recordatorio de que, incluso en los momentos más difíciles, la unión, la fe y la solidaridad pueden abrir caminos donde parecía que no los había.

Hoy Carlos sonríe más, está más tranquilo y su madre sigue cuidándolo con amor. Pero más allá de los avances médicos, lo que queda es la fuerza de un ejemplo: el de una madre que no se rindió, de un pueblo que se volcó. "Gracias a todos los que creyeron en nosotros. Esto me ha enseñado que la esperanza no tiene fronteras y que siempre hay una salida dentro de lo malo. Carlos sonríe más, está más atento, más tranquilo. Verlo así me da fuerzas para seguir", concluye Rocío, con la voz entrecortada por la emoción.

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