6.000 euros por curso: El coste de estudiar en Sevilla

Los universitarios sin beca deben afrontar el gasto de la matrícula, el transporte y, en muchos casos, el alojamiento y la comida. Baja la demanda de plaza en las residencias y se dispara la de pisos compartidos.

6.000 euros por curso: El coste de estudiar en Sevilla
Diego J. Geniz

30 de junio 2013 - 05:03

Mucho se ha hablado estos días del desembolso al que tienen que hacer frente los universitarios para cursar una carrera. Esta cuestión se ha visto avivada por la polémica sobre los nuevos requisitos para ser beneficiario de la beca que concede el Ministerio de Educación. Pero, realmente, ¿cuánto cuesta ser universitario en Sevilla? La respuesta a esta pregunta pasa por analizar tanto las ayudas a las que opta el alumno como los gastos a los que no puede renunciar.

Por partes. La principal línea de financiación de una enseñanza superior la constituyen las becas que concede el Gobierno central, motivo de discusión política y social los últimos días. El vicerrector de Estudiantes de la Universidad Pablo de Olavide, Modesto Luceño, explica que bajo esta denominación se agrupan las becas compensatorias, que aún se mantienen para las antiguas licenciaturas, y las becas-salario, destinadas a los alumnos de grados. Una vez que el estudiante solicita esta ayuda gubernamental se analizan las distintas líneas a las que tiene derecho (la tasa de la matrícula, la financiación del transporte, de la residencia, del material o el plus de rendimiento económico para aquéllos que obtengan buenas calificaciones). En el caso de la Olavide, durante el presente curso solicitaron la beca 4.931 jóvenes, de las que fueron denegadas 1.833, la cifra más alta de los últimos años. En la Universidad de Sevilla las peticiones rechazadas alcanzaron las 13.000 de las 30.000 presentadas, lo que supone un 20% menos de becas concedidas que en los cursos pasados.

Para Luceño, detrás de esta merma se encuentran los nuevos requisitos exigidos por el ministro José Ignacio Wert, que ha establecido para que sean beneficiarios "rentas más bajas y una calificación -por ahora- de un 5,5 de media".

Sin embargo, este recorte parece que no va a quedarse sólo aquí. El vicerrector de la Olavide advierte que existen "serias amenazas" de que se mantengan los programas Movilidad, Séneca y el de colaboración con los departamentos que gestiona el Ejecutivo central. El primero va dirigido a ayudar a aquellos jóvenes que quieran estudiar algún curso de su grado en otra universidad española y el segundo, para los alumnos de mejor calificación de los últimos cursos que deseen participar en los distintos grupos de investigación académicos. Para estas becas -que se solicitan de forma independiente a la general-, el Estado aumentó la partida este año, pero ya se alerta de una posible supresión.

La Junta también concede otra línea de financiación para los estudiantes que con una renta familiar baja no hayan conseguido la beca general. En la Hispalense el número de beneficiarios ha sido de 1.325, con una cuantía total de 700.500 euros, ayudas que aún no se han resuelto para este curso. Esta cifra llega en la Olavide a los 105.000 euros, 20.000 menos que el ejercicio anterior, debido a que esa diferencia se destinó a pagar la tasa de los que se matriculaban por tercera y cuarta vez en una asignatura al haber aplicado el Ministerio de Educación una alta subida en sus precios.

Al margen de las ayudas de las administraciones públicas, las universidades también cuentan con distintos programas de financiación, los cuales han visto reducidas sus partidas los últimos años debido a la crisis. Esta asfixia económica ha obligado a la Olavide a suprimir las ayudas para la realización de actividades deportivas, aunque se mantienen los bonos-comedor (8.650 euros para 1.200 estudiantes que han sufragado así parte del menú) y las ayudas para idiomas que costea la matrícula de la Escuela de Idiomas, al ser obligatorio cuando se obtiene la titulación conseguir el nivel B1 en una lengua extranjera.

En la Universidad de Sevilla, además de la beca-comedor -gracias a la cual se han asignado 10.485 menús el último curso-, se ofertan las ayudas sociales extraordinarias dirigidas a alumnos cuyos ingresos familiares hayan disminuido de manera drástica por una situación sobrevenida (desempleo general en el hogar, enfermedad grave o fallecimiento de un miembro, catástrofes naturales o separación y divorcio). La directora del Servicio de Atención a la Comunidad Universitaria (SACU) de la Hispalense, Ana López, añade que el número de peticionarios en esta institución tanto para dicha financiación como para la que ofrece la Junta se ha duplicado el último curso.

La Universidad pública más antigua de Sevilla tiene también establecida una ayuda para sufragar la residencia de los estudiantes que tengan la vivienda familiar en otra localidad lejana. Este curso se han convocado 202 subvenciones de este tipo con una cuantía individual de 800 euros. Otros tipos de programas van dirigidos a alumnos con necesidades académicas especiales (a los que se les brindan medidas de apoyo), a la realización de prácticas en distintos departamentos o para el ejercicio deportivo.

Hasta aquí el capítulo de ayudas. ¿Y los gastos?¿Hasta dónde se puede encarecer la vida de un estudiante? El vicerrector de la Olavide, Modesto Luceño, especifica que el coste medio de una carrera se sitúa en 30.000 euros, de los cuales el universitario pone de su bolsillo más del 10% (unos 3.100 euros durante toda la carrera). Este porcentaje, según Luceño, aunque pueda parecer mínimo resulta bastante alto si se tiene en cuenta que se trata de "educación pública" y se compara con lo que aportan los estudiantes de Colombia, donde no se paga nada por la matriculación. Las cifras anteriores, sin embargo, varían según el tipo de grado que se elija, lo que puede encarecer el coste hasta un 30%. En un doble grado, por ejemplo, el dinero a desembolsar por los jóvenes alcanza los 4.600 euros. En la Hispalense, según la directora del SACU, Ana López, el grado más caro cuesta 700 euros (sin contar el precio de un máster).

A ello hay que añadir el alojamiento de los alumnos que vienen a estudiar a la capital andaluza. En el caso de la Universidad de Sevilla se ofertan continuamente distintos tipos de hospedaje: desde las residencias y colegios mayores hasta los pisos compartidos por otros estudiantes o familias. En el primer grupo existe una disparidad de precios. Así, las habitaciones más económicas las posee la Residencia Ramón de Carande, donde una doble con baño cuesta 237 euros al mes. La más cara, 725 euros. En este sentido, la directora del SACU destaca "la bajada de demanda" en las residencias al no poder afrontar muchos estudiantes el coste. Esto ha provocado que se dispare el alquiler de los pisos compartidos, con arrendamientos que oscilan entre los 100 y 400 euros.

Existe otra opción, que es la de vivir con una familia ajena a la del universitario durante un curso, lo que cuesta al mes entre 140 y 1.000 euros (este precio depende del tipo de vivienda). De igual modo, el programa de alojamiento contempla la posibilidad de hacerlo con mayores o discapacitados, de manera que el hospedaje es gratuito a cambio de que el joven preste asistencia social en el hogar. En esta opción, los que ofertan el alojamiento prefieren en la mayoría de los casos a chicas, aunque esta tendencia está cambiando con el tiempo.

Si al coste de la matrícula (para aquellos que no consigan una beca) se suma el del alojamiento, el del transporte y el del material, la directora del SACU considera que el gasto mínimo por curso (10 meses) y alumno es de 5.000 euros, aunque esta cifra en realidad es más elevada, ya que las opciones más baratas, como en el caso de las habitaciones, son las más difíciles de lograr, por lo que desde este servicio universitario se estima que dicho desembolso supera en la mayoría de los casos los 6.000 euros, un auténtico lujo en las circunstancias actuales.

Lejos de considerar que este coste se ha encarecido, tanto el vicerrector de la Olavide como la directora del SACU de la Hispalense entienden que los precios se han mantenido igual, pero que el nivel adquisitivo de los jóvenes se ha empobrecido debido a las altas tasas de paro que registran las familias, lo que hace que el acceso a la enseñanza superior sea cada vez menos asequible.

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