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Todos los Santos

Funerales cortos y en tanatorios. "Se quiere esconder la muerte"

Dos mujeres se saludan en el cementerio de Sevilla en vísperas de Todos los Santos.

Dos mujeres se saludan en el cementerio de Sevilla en vísperas de Todos los Santos. / Antonio Pizarro

Los hábitos de los sevillanos a la hora de afrontar la muerte han cambiado mucho. De honras fúnebres alargadas en el tiempo con constantes misas en memoria de los difuntos a despedidas abreviadas y con mínima solemnidad. En esta alteración, para quienes se confiesan creyentes, las capillas de los tanatorios se han impuesto a las parroquias a la hora de acoger las misas de exequias, es decir, los oficios religiosos en los que el cuerpo del finado está presente. Y ello pese a que desde 2016 existe una norma diocesana que obliga a que este tipo de eucaristía se celebre en los templos y no en esos recintos civiles que tanta proliferación han tenido las últimas décadas. 

Todos estos cambios son producto de una nueva mentalidad en la que la muerte no está presente o se intenta hablar de ella lo mínimo posible. Obviarla. Excepto cuando llega Halloween y se afronta como pretexto para la diversión. "El deseo de la sociedad actual es el de esconder la muerte, porque no tiene respuesta para ella". El sacerdote Francisco Román es el responsable de tal aseveración. Está al frente de la parroquia de la Magdalena, una de las más importantes del Casco Antiguo de Sevilla. Este templo ha sido testigo de dicha alteración. "Antes, el 2 de noviembre, día dedicado a los Fieles Difuntos, pese a no ser de precepto, había que celebrar más misas de las habituales por el alma de los familiares fallecidos. Esto ya no ocurre", refiere Román. 

"Ahora se tiene menos presente a los difuntos que en otras épocas", advierte este párroco, que considera que la forma imperante de afrontar el óbito de un ser querido supone "aceptar que la muerte tiene la última palabra", todo lo contrario a lo que proclama la fe cristiana. Para Francisco Román, hay dos factores que han llevado a este cambio de mentalidad. 

Una sociedad secularizada

Por un lado, la secularización de la sociedad. "Hay menos creyentes y, por tanto, ya no se tiene fe en la vida eterna". Y por otro, un mundo cada vez más individualizado. "Cuando yo me ordené hace 27 años, al funeral de un vecino acudía casi todo el pueblo, porque la mayoría de los habitantes consideraban que formaba parte de su círculo social. Ahora, con núcleos familiares cada vez más minoritarios, eso ya no ocurre y no existe obligación social a la hora de la muerte y si la hay, es mínima", explica el sacerdote. 

El hecho de que a la muerte se le quiera dar la espalda se refleja en los funerales religiosos que abundan en esta época. Las parroquias acogen cada vez menos misas de exequias. Principalmente las de Sevilla capital (no así en los pueblos), donde tanatorios como el de la SE-30 cuentan con una capilla amplia donde se celebran estas eucaristías con el cuerpo presente del difunto. Esto provoca que templos históricos como el de la Magdalena sólo tengan al año unas 15 o 20 misas de exequias. El motivo: la comodidad que supone para los dolientes que todo lo relativo a la muerte de un ser querido (velatorio y misa) se restrinja a un edificio, lo que acelera los tiempos. 

"La comodidad no debe ser el criterio principal"

Frente a esta tendencia imperante, Román recuerda que "la parroquia es la casa para los cristianos, donde nacemos a la vida con el bautizo y donde debemos recibir el último adiós con la solemnidad que ello requiere". "Hay que dignificar la despedida del cristiano. La comodidad no debe ser el criterio principal a la hora de marcharnos de este mundo", asevera este párroco. 

El propio monseñor Juan José Asenjo, hace seis años, durante su episcopado en Sevilla, dictó unas normas diocesanas en las que establecía que las misas de exequias deben celebrarse en las parroquias a las que perteneció el finado. Se intentaba poner freno a los funerales en los tanatorios. Sin embargo, un año después de la entrada en vigor de esta disposición, el propio prelado reconocía la dificultad de controlar esta práctica que ha dejado relegado los templos a un segundo plano en las honras fúnebres. 

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