Sevilla

Una gran victoria en la Cartuja

  • Unas 1.400 personas inauguran el 'vacunódromo' del mal llamado Estadio Olímpico, con una organización impecable 

Vacunación en el estadio de la Cartuja.

Vacunación en el estadio de la Cartuja. / Juan Carlos Muñoz

Fernando Pérez Belmonte, de 71 años, está nervioso desde primera hora de la tarde del martes, cuando recibió un mensaje por SMS en el que se le citaba para la vacunación contra el Covid. "Su cita SAS para VACUNA COVID: 22-abr a las 16:00 en Estadio Olimpico Cartuja, Puerta F, Zona A. Acudira? responda SI o NO", decía el mensaje, que mandaba directamente al paro a las tildes y al signo de apertura de la interrogación y elevaba oficialmente el estadio de la Cartuja a la categoría de olímpico, algo que nunca fue por mucho que así haya quedado para el vulgo sevillano.

En realidad quien recibió el mensaje fue su mujer, Amparo Ávila, que es la que había dado su número de teléfono para cualquier llamada o aviso para ella y su marido relacionado con el sistema público de salud. La mujer respondió la primera opción y rápidamente llamó a su hijo, periodista de este diario y quien firma esta crónica. "Chico, acaban de mandar un mensaje que vacunan a Papá. El jueves a las cuatro de la tarde en el estadio Olímpico, pero eso es nuevo, ¿no? ¿No era en Los Bermejales o en Ramón y Cajal?"

Y tanto que era nuevo, como que este jueves era el primer día en el que se ponía en marcha el vacunódromo del estadio de la Cartuja. Unas 1.400 personas han pasado por las instalaciones montadas en la zona interior del recinto a lo largo de toda la jornada. Todas ellas son mayores de 70 años y a todas se les ha puesto la vacuna de Pfizer. En el caso de Fernando, es la primera dosis.

Y, claro, para una persona a la que pone nervioso una simple analítica, la vacuna del Covid no deja de entrañar al menos cierto respeto. "¿Y allí cómo se va? He pensado ir mañana, que es festivo (por el miércoles) y ver por dónde se entra y eso". Todo parece complicado. De hecho, el estadio de la Cartuja nunca se caracterizó por tener unos accesos fáciles. "Nosotros estuvimos allí en el Mundial de Atletismo, pero claro, no recuerdo por dónde se entra con el coche", cuenta Amparo. Estuvieron, en concreto, en la ceremonia de inauguración del campeonato, aquella que se hizo célebre porque dos proetarras se disfrazaron de Giraldillas, la mascota del torneo. Las etarrillas, se les llegó a llamar con cierta guasa.

Fernando Pérez Belmonte recibe la primera dosis de la vacuna de Pfizer. Fernando Pérez Belmonte recibe la primera dosis de la vacuna de Pfizer.

Fernando Pérez Belmonte recibe la primera dosis de la vacuna de Pfizer. / Juan Carlos Muñoz

Aquello fue en 1999 y han pasado casi 22 años. El hijo se ofrece a llevarlos y aprovecha para hacer una crónica del primer día del vacunódromo desde el punto de vista del vacunado. Previa acreditación de la Junta, claro. Quedan pronto, sobre las tres y cuarto de la tarde, para ir con tiempo. Porque si hay mucha gente igual hay que dejar el coche lejos y andar un rato. La premura obliga al matrimonio, acostumbrado a almorzar más bien tarde, a comer a la carrera. Más nervios.

No hay mucho tráfico y se llega al Alamillo en cuestión de minutos. Es una sensación extraña volver a compartir coche con los padres, algo que no se producía desde hace más de un año, cuando el Gobierno prohibió a los no convivientes viajar en el mismo vehículo. Con las mascarillas puestas los tres y las ventanillas bajadas por las que entra a saco el aire cálido de la sobremesa sevillana. Pero parece como una pequeña victoria contra el virus. Como un equipo de rugby que gana un metro al contrario tras una carrera muy trabajada.

Desde el puente se observa el estadio, con un gran cartel en letras blancas sobre fondo verde que dice: "Centro de vacunación". Si uno baja la vista, se encuentra con un enorme tiranosaurio rex montado en un coche. Es uno de los vehículos publicitarios de Expo Dino, que se encuentra justo en una carpa montada frente a la puerta F del coliseo, por la que entran los que se van a vacunar. 

Personas aguardan su turno para la vacunación, con distancias de seguridad. Personas aguardan su turno para la vacunación, con distancias de seguridad.

Personas aguardan su turno para la vacunación, con distancias de seguridad. / Juan Carlos Muñoz

Tampoco hay problemas para aparcar (desde luego no es el concierto de U2), aunque hay que saber acceder. Si se pasa uno el desvío hacia el aparcamiento, puede encontrarse dando vueltas al estadio con el coche sin saber muy bien por dónde se llega a la puerta que ve al otro lado de la valla. En el otro extremo, algún corredor hace ejercicio en el Parque del Alamillo. Pasan unos minutos después de las tres y media y el vehículo entra al recinto. "Por favor, pasen", indica una persona de la organización a cada coche que llega. El turismo queda aparcado frente al cartel de un mamut. "Gigantes del hielo", dice el rótulo junto a la muestra de los dinosaurios.

Se sabe que estos animales prehistóricos vivían a temperaturas extremadamente bajas. Quizás a los -70 grados que requiere la vacuna de Pfizer para su conservación. Hay una pequeña cola en la puerta F. Da el sol y sólo hay unos centímetros de sombra en la pared del estadio. Un miembro de Protección Civil insiste en que se mantengan las distancias y que se deje al menos un metro y medio de separación entre cada núcleo familiar.

Se permite un acompañante por persona. La cola se disuelve rápido. En el vestíbulo del estadio hay varias máquinas en las que el personal sanitario introduce el número de DNI de cada ciudadano. Si tiene cita, le dan otra cifra que aparecerá más adelante en una pantalla. R5S3 es la nuestra. Más o menos el sistema es el mismo que en la ITV o en cualquier oficina de Correos, aunque los números avanzan a una velocidad mucho más rápida. En el camino se observa parte del césped y la grada, todavía con los colores de los equipos que jugaron la última final de Copa, el Barcelona y el Athletic de Bilbao.

Jeringuillas preparadas en el estadio de la Cartuja. Jeringuillas preparadas en el estadio de la Cartuja.

Jeringuillas preparadas en el estadio de la Cartuja. / Juan Carlos Muñoz

Hay una pequeña sala de espera con sillas separadas en las que las personas pueden aguardar sentadas hasta que aparezca su número en la pantalla. Un señor enchaquetado con un micrófono da unas instrucciones que nadie oye porque el eco retumba demasiado. Pero tampoco hace mucha falta. Simplemente hay que estar pendiente de que salga el número y mirar al lado el box en el que le toca vacunarse. Los últimos números se muestran en rojo y parpadeando. Las citas respetan el horario establecido. De poco ha servido llegar un cuarto de hora antes. Hasta las cuatro no aparece el R5S3. "Box 1", reza a su lado.

Y llega el momento de la vacuna. Esta victoria ya no es pequeña, sino grande. Como el 6-0 de España a Alemania en este mismo estadio. Toma de datos y pinchazo en el brazo. "No duele". Un cartel explica qué vacuna se le pone. A todos los de este jueves les corresponde la de Pfizer. El acompañante se queda en un lateral y puede ver a su familiar porque los boxes sólo alcanzan un metro y poco de altura. "Tiene usted que esperar un cuarto de hora. Al fondo hay una sala de espera. Para la segunda dosis ya recibirá otro mensaje o le llamarán, porque aún no sabemos si será aquí o en otro centro". A unos metros hay una puerta abierta. Al fondo se ven a varios deportistas entrenando duro en un gimnasio. 

Un enfermero dialoga con una mujer en el centro de vacunación. Un enfermero dialoga con una mujer en el centro de vacunación.

Un enfermero dialoga con una mujer en el centro de vacunación. / Juan Carlos Muñoz

En el tramo final del recorrido aguardan las personas que ya han recibido sus dosis. Como Pepi Cabrera y Antonia Lizano. La primera con más miedo que la segunda. "El miedo es libre, y esto es cosa seria", dice Pepi. Antonia está más tranquila. Ríe y pregunta en qué medio va a salir. Termina el cuarto de hora de espera y los vacunados pueden marcharse a casa sin que nadie les diga nada.

Salen por la puerta D, no hay opción de cruzarse con los que vienen de frente. Todo el mundo camina en el mismo sentido y da la impresión de estar todo muy bien organizado. Eso sí, siempre hay alguien que se queja. "Yo estuve ayer en Los Bermejales y tardé siete minutos. Hoy llevo veinte aquí esperando a mi mujer", dice un hombre con cierta indignación. Puede entenderse, pero... ¿qué son veinte minutos en una pandemia que nos azota ya desde hace más de un año?

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