La importancia de una restauración

Mensajes puestos por los ciudadanos en los muros de Santa Catalina para exigir la restauración integral del templo.
Mensajes puestos por los ciudadanos en los muros de Santa Catalina para exigir la restauración integral del templo.
Luis Sánchez-Moliní Sevilla

04 de mayo 2013 - 05:03

La noticia de que la restauración de Santa Catalina ha entrado, al fin, en su recta final sólo puede ser recibida con alegría por más de un motivo. El primero de ellos, el más obvio y quizás el más importante, es porque se recupera para la ciudad uno de los emblemas más importantes del arte bajomedieval sevillano por excelencia: el mudéjar, ese frágil y sencillo estilo arquitectónico que durante años ha sido ninguneado por el discurso cultural oficial y que, de la noche a la mañana, se ha convertido en la bandera de la política patrimonial del Ayuntamiento comandado por Juan Ignacio Zoido.

No deja de ser curioso que el mudéjar, una manera de entender la arquitectura desde la austeridad de los materiales, respeto a la escala humana y con soluciones que hoy en día se podrían considerar como bioclimáticas, se reivindique en unos momentos en los que la crisis económica ha dejado a la luz los perjuicios económicos, sociales, paisajísticos y ambientales que causa la arquitectura cuando se entiende como un ejercicio de megalomanía. Santa Catalina, en este sentido, no sólo nos da lecciones sobre el pasado, sino también sobre el futuro, de ahí la importancia de su restauración y puesta en valor.

El inicio y conclusión de las obras en este templo también es importante porque supondrá dar carpetazo a un asunto que lleva ya casi nueve años gastando las fuerzas de la Iglesia, la Junta, el Ayuntamiento, los medios de comunicación y las entidades conservacionistas en materia de patrimonio histórico. En cierto sentido, Santa Catalina está actuando como un tapón que impide que se tomen nuevas iniciativas; el día en que se reinaugure el templo se liberarán nuevas energías que posibilitarán que se acometan nuevos proyectos en esa batalla sin final que es la conservación del patrimonio cultural de la ciudad. Candidatos no faltan: la capilla de San José, la culminación de la rehabilitación del también mudéjar convento de Santa Clara, San Leandro, Madre de Dios... Por no hablar del tan de moda, pregonado y, en el fondo, ninguneado, patrimonio industrial.

Finalmente, la restauración de Santa Clara es importante porque sirve a ese nuevo becerro de oro al que ahora rinden pleitesía todas las administraciones: el turismo, la única realidad económica que en estos momentos cuenta con el dinamismo suficiente para sacarnos del atolladero. Evidentemente, las masas no van a acudir a la ciudad para contemplar en exclusiva el templo mudéjar, pero es un paso importante para que el visitante considere a Sevilla como una ciudad con una oferta muy superior a los tradicionales paseos por la Catedral, el Alcázar, la Plaza de España y el Barrio de Santa Cruz.

Santa Catalina es, por su historia, calidad artística y ubicación geográfica, el arranque natural de la Ruta del Mudéjar que el Ayuntamiento acaba de poner en marcha y que pretende atraer a los turistas al norte del caso histórico, tradicionalmente olvidado. Mientras mejor esté cuidado el patrimonio histórico sevillano, el turismo encontrará más razones para pasar más noches en la ciudad o volver en otra ocasión.

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