Una isla rodeada por un paisaje desolador
Los alumnos cuentan con varias salas donde salen de la realidad que los rodea
Entrar en el colegio Manuel Altolaguirre, en Las Vegas, es como llegar a una isla. La desolación se palpa en sus alrededores; en la degradación de los edificios ennegrecidos que lo rodean, sin ventanas ni puertas; y en las miradas desconfiadas de las pocas personas que están en la calle. Basuras y pocos coches aparcados.
"¿Quiénes sois?". Dos pequeñas se sorprenden al ver personas que desconocen en su colegio. Algunos niños juegan al fútbol; otros prefieren la sala de informática; y un grupo juega sentados alrededor de una maestra en la biblioteca escolar. Una sala llena de colores y con mensajes positivos sirve de escenario para las asambleas de la convivencia, en las que maestros y alumnos aprenden a mediar en conflictos. Unas fichas son el único material que necesitan los maestros. Con ellas pueden analizar qué lleva a un niño a enfrentarse a otro, o a insultarlo. Al profundizar en el interés, el mediador busca una salida pacífica. A veces lo logra; otras, no. Tras enseñarles a escuchar y a ponerse en el lugar del otro, los maestros les muestran el camino para llegar a soluciones. Si los pequeños persisten en un arrebato, "siempre queda la disciplina", explica el director del centro, José Ramón Caraballo.
En un patio rodeado de altos muros, un grupo de alumnos han comenzado a construir un pequeño huerto. Dos escolares tratan de coger macetas para trasladarlas al que será su jardín.
El Manuel Altolaguirre es mucho más que un colegio. "Muchas personas llegan para pedir que le solucionemos los papeles de su vivienda, o para cualquier otro asunto; el colegio está abierto al barrio", comenta el responsable. Con sólo 31 años, Juan Ramón Caraballo, maestro de Educación Especial, dirige uno de los centros más difíciles de Sevilla. "Ver que se consiguen cosas, que se avanza, es lo que más me motiva en este colegio", explica.
Todos los maestros son jóvenes con una edad media de unos treinta años. "Los docentes que trabajan aquí lo hacen porque quieren. En mi caso desde que estudié magisterio tenía muy claro que mi sitio estaría en un centro de alumnos con necesidades sociales", añade el director.
En un entorno hostil para la infancia, el objetivo docente para los maestros en el Manuel Altolaguirre es que los niños aprendan a leer y a escribir. El hecho de que los padres encuentren soluciones a sus problemas en este centro los acerca y los convence para escolarizar a sus hijos. Caraballo considera que la práctica totalidad de los niños en edad de escolarización están matriculados. "Para lograrlo es necesario que el colegio, aunque su función es la educación en un horario escolar, se abra al barrio y escuche a los padres", concluye el director.
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