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Javier Fernández, el sevillano que ha conquistado Italia con unos zapatos

El sevillano Javier Fernández, CEO de la firma italiana Gondolina, ha convertido un calzado tradicional de los gondoleros en un icono

Desde Venecia, este emprendedor sevillano lidera una empresa que crece a ritmo vertiginoso

Javier Fernández, CEO de Gondolina / D.S

Hay historias que nacen de una casualidad. Y otras, como la de Javier Fernández, nacen de una obstinación. La suya empezó en un paseo por Venecia, en plena pandemia, cuando se detuvo frente a un escaparate y vio unos zapatos de terciopelo que le llamaron la atención. “Le dije a mi mujer: esto en Sevilla triunfaría”, recuerda ahora entre risas. Aquella idea, lanzada al aire en una tarde de encierro, acabaría convirtiéndose en Gondolina.

Javier es sevillano. Se fue de su tierra con el afán de vivir y aprender en otros rincones del planeta. Ha vivido en once ciudades distintas antes de afianzarse en Venecia. “Siempre he tenido el alma inquieta”, admite. “He trabajado de todo: en consultoría, en comunicación… pero siempre con la sensación de que me faltaba algo propio”. Ese “algo” apareció junto a su esposa, Agnese, una veneciana que conoció en una de esas historias que más bien parecen sacadas de película, y con quien comparte desde entonces vida y proyectos.

Venecia no suele ser un lugar fácil para empezar de cero. Sus calles laberínticas, su burocracia, su ritmo lento y su turismo masivo hacen que la ciudad parezca más un museo que un centro de negocios. Sin embargo, en medio de los canales, ha sido un sevillano quien ha logrado levantar un proyecto que ya suena en toda Europa. Javier es, junto a su mujer, el fundador y director ejecutivo de Gondolina, una marca de calzado artesanal que ha conquistado Italia con un producto nacido del pasado: las friulanas, los tradicionales zapatos que usaban los gondoleros para no resbalar sobre las barcas. Tal vez por ese nombre sean más difíciles de reconocer pero, ¿quién no conoce las míticas venecianas?

“Queríamos crear algo que uniera Italia y Sevilla”, explica Fernández desde la ciudad italiana. “Mi mujer, Agnese, es veneciana, y juntos pensamos que podíamos rescatar la tradición de estos zapatos y llevarla al mundo”.

La historia de Gondolina comienza, como tantas, durante la pandemia. Javier trabajaba como consultor estratégico y ella como directora de comunicación para el Gobierno alemán. En sus ratos libres, soñaban con emprender. “Ahorramos 4.000 euros y empezamos desde casa, sin inversores ni ayuda externa. Ni sabíamos montar una web”, recuerda entre risas. “Los primeros 140 pares que fabricamos salieron, en su mayoría, defectuosos y tuvimos que tirarlos a la basura. Fue un golpe duro, pero nos obligó a aprender rápido”.

Javier y su mujer / D.S

De aquellos errores nació la innovación que hoy define a Gondolina. “Las friulanas tradicionales eran muy planas y muchas mujeres nos decían que necesitaban algo más cómodo”, explica. Así surgió la idea de incorporar un realce interior invisible, diseñado junto a especialistas ortopédicos, que permite mantener la forma clásica del zapato sin sacrificar el confort. “Esa fue nuestra revolución. Patentamos el sistema a nivel mundial y, desde entonces, no hemos parado de crecer”.

En apenas dos años, la firma ha pasado de un pequeño taller familiar a convertirse en una empresa líder en Italia, con un crecimiento del 1.100% anual y presencia en los principales aeropuertos del país —Trieste, Verona, Marco Polo o Milán—, además de colaboraciones con marketplaces de lujo como Farfetch, Nordstrom o Wolf & Badger.

“De ser dos, ya somos quince empleados, y en 2026 esperamos duplicar plantilla y facturación. Pero todo ha sido paso a paso, sin atajos y reinvirtiendo cada euro ganado”, subraya Fernández.

Un legado más allá de la moda

Lejos de limitarse al éxito económico, el sevillano insiste en que Gondolina es “una herramienta para mejorar la vida de las personas”. Desde su fundación, la marca destina parte de sus beneficios a proyectos sociales, como la colaboración con La Azotea Azul, el tan importante y necesario proyecto sevillano. “No tiene sentido crear una empresa solo para ganar dinero. Queremos dejar un legado que inspire a los demás a hacer algo bueno con su trabajo”, sostiene.

Su próximo objetivo es lanzar una asociación en Venecia que promueva el empleo artesanal, el apoyo a los mayores y la sostenibilidad urbana. “Venecia está envejecida, abandonada, falta iniciativa. Quiero contribuir a reactivar su espíritu, a enseñar que cuidar lo nuestro también es una forma de emprender”, explica con convicción.

Entre Sevilla y Venecia

A pesar de su éxito italiano, Javier no olvida sus raíces. “Soy de Sevilla, y eso se nota”, dice con una sonrisa. “La cercanía, el carácter alegre... todo eso me ha servido para conectar con los clientes venecianos, aunque al principio me costó mucho”. Recuerda con humor los primeros días de tienda: “Me aprendí hasta los gestos y las palabras que funcionaban con cada clienta. Las venecianas son duras, pero cuando te ganas su confianza, son fieles para siempre”.

No fue por falta de intento que Gondolina no aterrizara en su tierra. “Probé a vender en Sevilla, fui puerta a puerta por las tiendas del centro y de Los Remedios. Todas me decían que era un producto precioso, pero caro y poco conocido. Quizás en aquel momento el mercado no estaba preparado”, admite. Hoy la marca se dirige a un público que valora la artesanía, la comodidad y la exclusividad. “No competimos por precio, competimos por calidad. Nuestros costes son cuatro o cinco veces los de otras firmas, pero la diferencia se nota en cada puntada”.

La confección de los zapatos / D.S

Detrás de la elegancia de Gondolina hay muchas noches sin dormir, fines de semana trabajando y decisiones arriesgadas. “Durante meses dormíamos cuatro horas al día. Pero cuando crees en algo, el cansancio se olvida”, confiesa.

El futuro se presenta prometedor: una tercera tienda en Venecia, una cuarta en Milán -donde también han levantado sus oficinas- y la apertura del mercado estadounidense, con un centro logístico en Texas ya operativo. “Estamos listos para dar el salto. De aquí a un año queremos crecer otro 1100%”, comentaba.

‘‘El éxito, entendido desde la experiencia, no tiene nada que ver con la fama o el dinero, sino con vivir en coherencia con tu propósito. Si no sabes por qué haces lo que haces, tarde o temprano te sentirás vacío’’ argumentaba. “Emprender es caer y levantarse mil veces. Perseverar, aprender y corregir rápido. Pero, sobre todo, hacerlo con propósito”,

Y lo dice alguien que ha logrado, desde los canales de Venecia, convertir un zapato tradicional en un icono de moda, elegancia…y de esperanza.

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