Leonardo de Figueroa: un arquitecto de Utiel en el Barroco sevillano
calle rioja
Dejó su firma en el Salvador, Magdalena, Santa Catalina, San Telmo o San Luis
Conforme se entra en la iglesia de San Vicente, hay una placa a la izquierda en la que se lee lo siguiente: “El día 10 de abril de 1730 recibió sepultura en esta parroquia de San Vicente Mártir Leonardo de Figueroa y Reina, genio de la arquitectura española. La Archidiócesis de Sevilla y el Colegio de Arquitectos de Sevilla, ciudad en la que se hizo hombre y artista, marco principal de su obra imperecedera, acordaron con este mármol honrar su memoria”. La placa se colocó el 13 de enero de 2019, festividad de Nuestra Señora de Belén en su huida a Egipto, patrona de los arquitectos de España. Al acto asistieron los colegiados Honorio Aguilar y José Manuel Higuera.
Dejó su firma en el Salvador, Magdalena, Santa Catalina, San Telmo o San Luis
Hasta ahí, todo normal. Una placa de reconocimiento a un arquitecto cuyos restos, y los de algunos de sus hijos, que compartían el mismo oficio, reposan en la iglesia de la que cada Semana Santa hacen estación de penitencia las hermandades de las Siete Palabras y las Penas de San Vicente. Los padres de Leonardo de Figueroa (1654-1730), Matías y Gabriela, se casaron en Antequera en 1653. En enero de 1654 viajaron a Cuenca para visitar a unos parientes. Gabriela iba embarazada y antes de llegar a su destino se precipitó el parto y tuvo que dar a luz en la localidad valenciana de Utiel. El recién nacido, Leonardo de Figueroa, fue bautizado en la iglesia de la Anunciación de dicha población.
Utiel se ha llenado estos días de periodistas que han abierto telediarios. Fue uno de los primeros pueblos de la provincia de Valencia por el que pasó este brazo ejecutor de agua y fango (el auténtico) lleno de muerte y desolación. Aguas del río Magro y de la Rambla que baja de las montañas que hicieron una macabra versión de Cañas y barro, la novela de Blasco Ibáñez. Esta iglesia de San Vicente es un consulado oficioso de los valencianos que residen en Sevilla. Junto a la placa que recuerda al arquitecto que nació en Utiel, hay una pequeña capilla con una imagen de la Virgen de los Desamparados, la patrona de Valencia. Y el titular de la iglesia es San Vicente Mártir, aragonés de cuna, muerto en Valencia en plena persecución contra los cristianos del emperador Diocleciano. Murió en la hoguera en las afueras de la capital y cuenta la leyenda que antes de morir convirtió a su verdugo. Algunos de sus restos viajaron a la catedral de Lisboa, ciudad de la que también es patrón.
Una vez al mes se celebra una misa en la iglesia de san Vicente a la que acuden valencianos que residen en Sevilla. Todo tipo de profesiones, aunque una buena parte son descendientes de la legión de personas de aquellas latitudes golpeadas por la dana que llegaron para el cultivo de la naranja en las marismas del Guadalquivir. En la primavera de 2019, el mismo año que la diócesis y el Colegio de Arquitectos colocaron la placa en memoria de Leonardo de Figueroa, debió aumentar el número de asistentes a la iglesia con los miles de aficionados que vinieron a ver a su equipo disputar y ganarle al Barcelona de Messi la final de la Copa del Rey en el estadio Benito Villamarín. Veinte años antes, en 1999, la ganaron en el estadio de la Cartuja al Atlético de Madrid.
En estos días en los que a todos se nos ha puesto alma de valencianos, se me ocurre una ruta por la Sevilla de Utiel siguiendo algunos de los edificios que diseñó, construyó o restauró este arquitecto nacido en Utiel, la cuna del padre de Berlanga, del obispo Antonio Cañizares o el ex ministro y escritor Máximo Huerta, el pueblo donde reside y tiene una calle con su nombre el cantante Joselito, el pequeño ruiseñor. El pueblo en el que mi hermano Quique vive y es profesor de Lengua y Literatura en uno de sus dos institutos.
Si uno hace una visita al Museo de Bellas Artes, entra a rezar en Santa Catalina antes de tomar una cerveza en El Tremendo, acude a hacer una gestión al Palacio de San Telmo o recorre las estancias de la desacralizada iglesia de san Luis de los Franceses; si quiere ver la pila donde se bautizó Bartolomé Esteban Murillo, cruza la calle y entra en la capilla de Montserrat, queda con un amigo en el patio del Círculo de Labradores, después hace un recorrido cultural por la iglesia del Salvador y remata la jornada charlando en el hospital de la Caridad con alguno de los internos… al final de este recorrido, habrá estado en edificios de uso religioso o civil que salieron de los dibujos y conceptos de Leonardo de Figueroa, el Aníbal González del Barroco sevillano. Si éste definió la Sevilla del siglo XX, el que nació en Utiel marcó el concepto arquitectónico y devocional de la ciudad de finales del XVII y comienzos del siglo XVIII.
Su infancia transcurrió en Antequera y con diez años su padre lo destinó a Sevilla, donde con 18 años empezó a trabajar de aprendiz con el maestro albañil José García, de San Juan del Puerto, padre de su primera esposa. Su primer gran trabajo será en el hospital de la Caridad, al que llega en 1579, con 25 años, los últimos meses de vida de Miguel Mañara. En 1681, un año antes de que muera Murillo, empieza en el Hospital de Venerables Sacerdotes, cuya dirección asume en 1686 en el antiguo corral de comedias de Doña Elvira. El convento de San Acacio es ahora la sede del Círculo de Labradores. A partir de 1691 reconstruye la iglesia del antiguo convento de San Pablo (iglesia de la Magdalena) y entre 1704 y 1710, en el antiguo compás del convento, construye la Capilla de Montserrat. En 1721 toma las riendas del colegio de Navegantes de San Telmo, que será después palacio de los duques de Montpensier, Seminario Metropolitano y hoy sede oficial de la Junta de Andalucía.
Según Manuel Jesús Roldán, en su libro Iglesias de Sevilla, la iglesia de San Luis de los Franceses, hoy desacralizada, fue la obra maestra de Leonardo de Figueroa. “Quizá la iglesia más musulmana de Sevilla”, dice Roldán de Santa Catalina, para cuya linterna octogonal se inspiró en las formas de Borromini. El techo de la iglesia del Salvador se hundió el 24 de octubre de 1679, lo que llevó a prisión a su arquitecto, Esteban García. Leonardo de Figueroa sería el encargado de continuar el trabajo de Francisco Gómez, que empezó la segunda fase de la más antigua mezquita de Sevilla.
Será este arquitecto el que en 1724 remodele el claustro mayor del convento de la Merced, que en la actualidad es el Museo de Bellas Artes. Una obra que inicialmente comenzó Juan de Oviedo. La obra de Leonardo de Figueroa convive con cuadros de Murillo, Zurbarán y Valdés Leal; con imágenes de Martínez Montañés, Juan de Mesa y Pedro Roldán. Hay un paréntesis de año y medio en el que se paraliza su actividad. Entre febrero de 1688 y abril de 1689 estuvo en prisión por haber dado acogida a su cuñado, acusado de concubinato.
A seis años del tercer centenario de su muerte, el legado de Leonardo de Figueroa sigue incólume en Sevilla. Un tributo desde Sevilla a sus paisanos de Utiel. Arquitecto de una ciudad en la que siguen trabajando dos ilustres paisanos, Víctor Pérez Escolano (Valencia, 1945) y Fernando Mendoza (Valencia, 1947). El primero fue con 25 años director del Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla. Es autor de la biografía de Aníbal González y dedicó su tesis doctoral a Juan de Oviedo, precursor de Figueroa en el antiguo convento de la Merced. Mendoza es arquitecto-conservador de la iglesia del Salvador, de la que escribió su Biografía. El templo que Figueroa dejó tal como lo vemos ahora. Mendoza fue autor o director de obra de siete pabellones de la Expo 92: Bulgaria, Polonia, Filipinas, Indonesia, Canadá, el Pabellón Real y el de Valencia.
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