María Jiménez

Una ametralladora de genio y de ingenio

María Jiménez, una ametralladora de genio y de ingenio

María Jiménez, una ametralladora de genio y de ingenio / M. G.

Escuchaba en la Cope la entrevista que Carlos Herrera le hacía a Alfonso Guerra. El político estaba recordando a los cinco magníficos de la socialdemocracia: Mitterrand, Willy Brandt, Jacques Delors, Felipe González y Olof Palme. Mostró por el político sueco una admiración incondicional. Palme fue asesinado cuando salía de un cine de Estocolmo el 28 de febrero de 1986. No había cumplido los cincuenta años.

Yo todavía me movía en bicicleta y trabajaba en Diario 16 Andalucía. En casa recogí un libro con reflexiones del político sueco y lo puse en el transportín de la bici. Siempre iba por la carretera de Carmona. Hice un alto en el bar Los Majarones, entre las calles Antonio Gala y Rafael Alberti, para tomar unas notas y preparar un modesto obituario.

En Los Majarones, local histórico que nació en la Alameda en los tiempos de Silverio Franconetti, tenían fotografías de muchos artistas.

La imagen que sobresalía era la de una María Jiménez jovencísima. En el recuerdo se han cruzado ambos nombres, el del político sueco al que le robaron la vida y el de la artista trianera que varias veces le había ganado el pulso a la muerte.

La primera vez que la entrevisté me atendía en una sala de fiestas de Madrid, creo que era Cleofás, mientras le arreglaban las uñas. Hablando era una ametralladora de ingenio, cada frase era un titular. Yo trabajaba en la delegación madrileña de El Correo de Andalucía y su hermano vespertino Nueva Andalucía.

Cuando llegué a Sevilla el verano de 1977, María Jiménez era una de las voces del nuevo tiempo al que estábamos asistiendo. Una Brigitte Bardot de Triana con el dolor de Chavela Vargas tamizado y matizado por el genio e ingenio de Triana, el Greenwich Village del arte patrio. Mi amigo José María Gutiérrez, el Guti, no me dejará por mentiroso.

Antes de la Bienal de Flamenco que creó Ortiz Nuevo, el Lope de Vega acogía anualmente unas Quincenas Flamencas en las que el Poeta de Archidona hacía la crónica y yo los ‘vestuarios’. El teatro lo dirigía José Javier (Pepe) Ortiz, hermano del poeta Fernando Ortiz. En su despacho apareció María Jiménez, que se puso a jugar con un balón de fútbol.

La Gitana Yeyé. Rufino, uno de los pioneros de la organización de espectáculos, se inventó en el Patio de San Laureano La Jaula Yeyé. Con una María Jiménez jovencísima tuvo un éxito increíble y se desbordaron todas las previsiones. Triana era Macondo del Zurraque y ella un torbellino, un terremoto. Juan Luis Manfredi la entrevistó cuando la trianera tenía 23 años (13 de noviembre de 1973, un mes y una semana antes del atentado contra Carrero Blanco), entrevista que aparece en su libro ‘Flamencos de ayer y de siempre’. “De flamenco nadie sabe nada, pero menos los flamencólogos”, decía la cantante.

José Antonio Naranjo la ha comparado en la Cope con Bambino, a quien también tuve el privilegio de conocer ya en el crepúsculo de sus días. Ambos, la trianera y el utrerano, vivieron siempre bajo el volcán, con el préstamo de la novela de Malcolm Lowry.

En esa entrevista con Manfredi le decía que sus cantantes preferidas eran doña Concha Piquer, Juanita Reina, Marifé de Triana y Rocío Jurado “que hoy por hoy es la que más me gusta”. Josefina Molina las juntó a las dos cuando rodó en Sevilla la adaptación cinematográfica de ‘La Lola se va a los Puertos’ de los Machado.

Rocío produce escalofrío cuando canta en la película el himno de Andalucía. María Jiménez estaba de gozosa acompañante, ya que en el elenco, que encabezaba Paco Rabal, también estaba Pepe Sancho, que por entonces era su compañero. A Blas Infante lo encarnó en la película el pintor Juan Valdés, que la retrató muchas veces con esa melena botticelliana. En los platós era una amazona salvaje que montaba un caballo sin bridas, como pudimos comprobar los que la entrevistamos en Canal Sur en un programa que conducía Mar Arteaga que está en nuestra moviola del recuerdo.

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